María Sol RUFINER: "El Rey y la humilde muchacha - La paradoja y la razón en Kierkegaard"
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                                                                                                                (Universidad Católica Argentina)



“No hace falta pensar mal de la paradoja, porque la paradoja
es la pasión del pensamiento y el pensador sin paradoja
es como el amante sin pasión: un mediocre modelo”

Søren Kierkegaaard

 

 ·       Introducción:

“(…) Había una vez un rey que se había enamorado de una doncella del pueblo”[1] comienza Kierkegaard, al presentarnos la relación que se establece entre el Maestro y el discípulo en Migajas, la historia es un reflejo de esta relación que es una relación basada en el amor, que busca el bien del amado y no su mismo bien. Así Dios, como el rey lo hace con la campesina, toma la figura de siervo para presentarse frente al discípulo y salvarlo: “Para poder realizar la unidad con el hombre es necesario que Dios, se vuelva igual al hombre. De este modo, Dios se aparecerá igual al más pobre de todos. Sin embargo, ¿el más pobre no será, tal vez, aquél que ha de servir a los otros? Luego Dios, se mostrará en “figura de Siervo” (Fil, 2, 7) No obstante, esta figura de siervo, no es como la del rey que se disfraza de mendigo, (…) ésta es la verdadera figura: ya que ésta es la insondable esencia del amor, de querer ser -no de broma, sino seriamente- igual al amado”[2] Aquí se presenta frente al discípulo la Paradoja, ya que  el Maestro frente a él es Dios y es hombre como él; así se nos plantea el instante; “(…) porque en su forma más abreviada se puede llamar paradoja al instante.”[3]

 Hasta aquí la historia está contada, desde Dios, desde el Maestro, desde el Rey,  pero en Migajas también se elabora otra perspectiva que se pregunta  “¿Cómo llega el discípulo a realizar este encuentro amoroso con la Paradoja?”[4] ¿Cuál es su respuesta? ¿Como es que este encuentro influye en su ser? ¿Desde dónde se realiza la unión? ¿Cuál es su resultado?  En este pequeño trabajo, intentaremos dar respuesta a estas preguntas,  estudiando la relación que se da entre la razón y la Paradoja.

 

  • ¿Qué es la paradoja?

La esencia de la paradoja se encuentra en la conjunción entre dos realidades de apariencia contradictoria, en la intersección entre lo infinito y lo finito, entre lo eterno y lo temporal, y en la superación o desborde por causa de esto de la razón; por ello la paradoja es el límite al cual la razón siempre ha de arribar, al enfrentarse con el instante[5], con el Absoluto

En Temor y temblor encontramos expuesta la paradoja en Abraham:“La conducta de Abraham desde el punto de vista ético se expresa diciendo sin rodeos, que quiso matar a su hijo; y desde el punto de vista religioso que quiso sacrificarlo. En esta contradicción estriba justamente la angustia, la tremenda angustia que es capaz de hacer perder el sueño a un hombre y sin la cual Abraham nunca sería lo que es.”[6] Frente a esta contradicción la razón del hombre se encuentra como paralizada: “Cuando me pongo a reflexionar acerca de Abraham, me siento anonadado. A cada instante tropiezo con aquella paradoja enorme que es el contenido de la vida del patriarca.”[7] Sin embargo, “(…) no hace falta pensar mal de la paradoja, porque paradoja es la pasión del pensamiento y el pensador sin paradoja es como el amante sin pasión: un mediocre modelo.”[8]

 Pero ¿qué es lo que se quiere decir con pasión? ¿Es acaso el accidente de padecer algo? ¿O es la fuerza que empleo frente a la búsqueda de algo? Responde el Danés: “La suprema potencia de la pasión es siempre querer su propia pérdida, la pasión suprema de la razón es desear el choque, aún cuando el choque se torne de uno u otro modo en su pérdida.”[9] Luego la noción de pasión aquí conjuga en ella, a la del accidente de padecer y a la noción de fuerza para la cual comúnmente se la emplea., pues aquí “pérdida”, significa desborde, significa deslumbramiento, significa enamoramiento. Sin embargo puede caber la pregunta ¿cómo es que no se debe pensar mal de la paradoja si ésta implica la pérdida de la razón? La respuesta queda a la vista, si se ve a la razón como una amante; el que ama desea tanto al amado que no le importa perderse a sí mismo con tal de ganar al amado y esto es lo que le sucede a la razón, ansía siempre ese choque, pues constantemente se choca con su amor, su límite, la paradoja, aquello a lo cual tiende; que es “querer descubrir algo que ni siquiera puede pensar”[10]. Ahora bien, aquello que ni siquiera se puede pensar es lo desconocido. “¿Pero qué es eso desconocido con lo que choca la razón en su pasión paradójica y que turba incluso el auto conocimiento del hombre?”[11] La respuesta es Dios, pues Él es el Absoluto que supera a todo entendimiento. No probaremos aquí su existencia, sino que asistiremos al choque de la razón con Aquél Desconocido, que le causa su pasión. Pasión que consistirá, a fin de cuentas, en efectuar un movimiento infinito siendo finita. Vemos que “la pasión paradójica de la razón choca continuamente con eso desconocido que existe en verdad, pero que también es desconocido y desde ese punto de vista no existe. La inteligencia no va más allá, pero tampoco puede en su paradoja dejar de llegar hasta allí y ocuparse de ello (…)”[12]. De esta manera asistimos al límite de la razón que es lo infinito desconocido, asistimos a su pasión de infinito.

La pregunta que nos queda aquí es: ¿qué es lo que sucede con la razón al llegar aquí, al encontrarse con su propia pasión?

 

  • El escándalo

            Empezaremos por la vía negativa, aquello que le sucede a la razón cuando se rehúsa a aceptar la paradoja.

            Dice Kierkegaard: “Si el choque no se realiza en la comprensión, entonces la relación es infeliz y a este amor infeliz de la razón (…), podemos llamarlo con más precisión: escándalo.”[13] Pero, ¿qué es precisamente el escándalo? “(...) Admiración desgraciada, emparentada pues con la envidia, pero con una envidia que se dirige contra nosotros mismos y más aún que contra nada se encarniza tanto, como contra ella misma. En su mezquindad, el hombre natural es incapaz de otorgarse lo extraordinario que Dios le destinaba: por eso se escandaliza.”[14] Decimos envidia, pues la razón aquí no quiere ceder ante la paradoja y como no la puede comprender, decide admirarla en sentido contrario. De este modo la envidia es una especie de admiración, pero una admiración que se lamenta y se entristece, puesto que no posee aquello que el otro sí posee. Esa tristeza causada por la envidia se va convirtiendo con el correr del tiempo en odio, un odio tal que se desea eliminar al otro que posee aquello que no se puede poseer, por ello es a la vez una especie de amor mal entendido, un amor en reversa: “La admiración es un feliz abandono de uno mismo; la envidia una desgraciada reivindicación del yo.”[15] Ahora bien, si habíamos dicho que la relación de la razón con la paradoja es una relación amorosa, vemos que la relación puede darse, como en la vida misma, tanto hacia la correspondencia, como hacia el despecho. Y esto último es justamente lo que es el escándalo, es el despecho de la razón frente a la paradoja. Es el eco del amante despechado frente a la amada que lo rechaza pues al fin y al cabo lo único que ama es a sí mismo, y por eso no puede en ningún sentido alcanzar a la amada. El escándalo, en virtud de la paradoja y sólo de ella, decide cerrarse y así sufre el rechazo de la paradoja. De este modo la razón escandalizada es razón cerrada ante lo maravilloso, ante el instante; razón que al no comprender lo que la sobrepasa decide rechazarlo, puesto que si el hombre al que pertenece esta razón “(…) se escandaliza, es que la cosa es demasiado elevada para él, que ella no puede entrar en la cabeza, que él aquí no puede hablar con franqueza y he aquí por qué le es necesario hacerla a un lado, convertirla en la nada, en una locura, en una estupidez, tal es el peso con que parece ahogarle.”[16] Así la razón acalla su herida amorosa de despecho, convirtiendo a la paradoja en absurdo, desechándola, convirtiéndola en inverosímil, consolándose a sí misma con su propia verosimilitud.

Cabe la siguiente aclaración, la razón escandalizada se cierra a la paradoja pues el abrirse ante ella, ante su pasión, significaría su propia pérdida. Significaría en algún sentido su muerte, pues la paradoja la sobrepasa, la desborda, deslumbrándola. Y como dijimos antes, esta razón no está dispuesta a perderse, se ama tanto a sí misma que no es capaz de entregarse ni siquiera a aquello a lo que irónicamente más ama. Es así que termina negándose a aquello que significa su pérdida, y dado que es aquello que ama, en cierto sentido responde despechadamente trasformándolo en locura, en absurdo. Sin embargo, la paradoja se encuentra, al ser la amada, un paso más adelante que ella, puesto que la razón no se da cuenta de que la exigencia misma de la paradoja, es ese desborde de la razón, ese deslumbramiento de la vista, que  es justamente el absurdo y la locura a la cual se la ha relegado. Es por este motivo que el escándalo es sólo un reflejo inverso, un eco de la misma paradoja[17]. Dice pues al respecto Kierkegaard: “La expresión del escándalo es que el instante es locura, que la paradoja es locura, con lo cual la exigencia de la paradoja consiste en que la razón sea un absurdo, aunque ahora suena como un eco de un escándalo.(…) El escándalo queda por tanto fuera de la paradoja y el motivo es quia absurdum. Sin embargo la razón no lo ha descubierto;(…) La razón dice que la paradoja es el absurdo, pero eso no es más que una parodia, puesto que la paradoja es ciertamente paradoja quia absurdum. El escándalo queda fuera de la paradoja y conserva la verosimilitud, mientras que la paradoja es lo más inverosímil.”[18]

            Queda así presentado el escándalo, o la triste pasión de la razón, su tropiezo y su verdadera y real pérdida, en su cerrazón de sí. Sin embargo, como resalta el Danés, el escándalo nos va ayudar por la vía negativa de la diferencia a hacer más clara cuál es la feliz pasión de la razón frente a la paradoja, pues“(…) en aquella pasión feliz, a la que todavía no hemos dado nombre, la diferencia está en el buen entendimiento con la razón. Conviene que haya diferencia para que exista unión en un tercero, pero la diferencia era precisamente ésta: que la razón renunció a sí misma y la paradoja se abandonó a sí misma (halb zog sie ihn, halb sank er hin) y la inteligencia se halla en aquella feliz pasión (…)”.[19]

 

  • La Feliz pasión de la razón: La Fe

            Asistimos ahora, de nuevo, al choque de la razón con la paradoja, asistimos de vuelta al instante de su pasión. Pero sin embargo esta vez, esta razón, en vez de escandalizarse, como la anterior, ha decido humillarse ante lo maravilloso, y ceder ante la paradoja. Y así asistimos al instante feliz[20] en que la razón se entrega a su amado y cumple su llamado, resultando en un tercero, ese tercero que es la feliz pasión de la razón: la fe. La razón en este caso es la razón, propia del discípulo, que se ha encontrado en el instante frente a la paradoja y la ha aceptado, resignándose a sí mismo para ganar a la amada[21]. De esta manera la fe es resignación, y por ende es confianza en Dios que sale al encuentro del discípulo en el instante, en la paradoja. He aquí el máximo grado de confianza en Dios, que implica dar el salto más allá de la naturaleza de nuestra razón creada, implica el coraje de realizar el movimiento de la fe. Dice Kierkegaard al respecto en boca de Johannes de Silentio[22] en Temor y temblor: “Así pues todas estas cosas terribles, tanto las reales como las imaginadas, las he visto con mis propios ojos y las he hecho frente con valor, pero sé muy bien que mi valor no es el coraje de la fe, ni se le parece en nada. Porque no puedo hacer el movimiento de la fe, no puedo cerrar los ojos y lleno de confianza, arrojarme en el absurdo[23].[24]

Sin embargo, ante lo dicho, cabe ahora que aclaremos qué clase de movimiento es el que padece la razón cuando se enfrenta a la paradoja. El movimiento propio de la fe es el del salto. Es un movimiento de ida hacia lo infinito y vuelta a aterrizar en lo finito, siempre en virtud del misterio,  de la paradoja, de aquello que supera o deslumbra la razón, sin por eso perder de vista el suelo de lo finito cuando se realiza el salto hacia lo infinito,“pues el movimiento de la fe ha de hacerse constantemente en virtud del absurdo y sin perder por ello - cosa que no ha de olvidarse nunca, ya que es inseparable de tal movimiento- el mundo finito, sino conquistarlo de una manera total y plenaria”[25]

Ahora bien, podríamos seguir preguntándonos cuáles son los componentes de este movimiento, pues no queda claro todavía qué es la fe y cómo ésta puede suponer la razón y ser su feliz pasión, si es que se arroja en el absurdo o es en virtud de aquél. En primer lugar analizaremos la humildad. Si tenemos en cuenta que la fe es un salto, se requiere de la humildad; como al saltar se requiere de hacer el movimiento de agacharse para tomar impulso, así mismo necesitamos de la humildad para tomar el impulso de saltar hacia Dios, y esto es lo que hacemos en la resignación infinita: “La resignación infinita es el último estadio que precede inmediatamente a la fe, de suerte que no tiene fe todo aquel que no haya hecho ese movimiento previo”[26]. Resignamos nuestra razón ante el misterio, ante la paradoja, en un movimiento hacia lo infinito, para luego volver a recuperarla en un movimiento de vuelta, hacia lo finito.[27]

            Sin embargo, además de la humildad, hay algo previo al tomar impulso para saltar que es la voluntad de saltar. Se la obtiene mediante el asombro, sólo aquello que nos asombra nos va a llamar tanto la atención de la voluntad como para realizar el salto en un intento de alcanzarlo. Lo mismo sucede con la paradoja[28], sólo mediante el asombro ante la paradoja, ante el misterio, ante lo absurdo, es que vamos a querer saltar de lo contrario sentiremos envidia de ella y escandalizados preferiremos quedarnos en tierra. Al respecto dirá Kierkegaard: “No puedo comprender a Abraham ni, en cierto sentido, aprender nada de él sin asombro. Si alguien espera que le bastará con considerar el curso de esta historia para poder ingresar con mayor facilidad en la fe, se está engañando a sí mismo y tratando de engañar a Dios en lo concerniente al primer movimiento de la fe; se pretende sacar de la paradoja un saber de la vida, y es posible que alguno lo logre, pues nuestra época no se detiene junto a la fe ni en ese milagro suyo capaz de transformar el agua en vino: va más allá y convierte el vino en agua.”[29]

            Hablamos ya del salto, de la humildad y del asombro, y nos falta ahora la condición necesaria para realizar el salto la cual es el instante. El instante es la intersección en cruz de la realidad, el punto en que lo eterno se hace temporal, y lo temporal se hace eterno, en que se choca en la paradoja, pues Dios que sale al encuentro del hombre en el misterio que sobrepasa el límite de su razón, “si no hubiese venido Dios mismo, todo hubiese permanecido en el plano de lo socrático, no tendríamos el instante y habríamos perdido la paradoja”,[30] pues podemos estar muy dispuestos a saltar, muy dispuestos a asombrarnos, pero si Dios no nos ofrece la condición en el instante, si nuestra razón de repente no se choca con su límite, con el misterio, nunca se podrá efectuar el salto de la fe, para conocer la verdad absoluta de Dios.[31]

            La fe, entonces, manifiesta el último grado de confianza en Dios que se revela cuando sale al encuentro del discípulo en el instante, lo que implica dar el salto más allá de la naturaleza creada de nuestra razón. No anula la razón, sino que la supone, al elevarla mediante la paradoja en el “absurdo” del misterio, pues ¿quién que no tenga ojos puede ser deslumbrado en su vista? Sólo aquél que tenga ojos puede ser cegado por una luz potente, de la misma manera sólo aquél que posee razón puede ser sobrepasado por la paradoja del misterio, quedándole la fe, como al ciego las manos para guiarse. Ése es el sentido de la frase “El que tenga oídos para oír que oiga”, sólo el que tiene razón para entender puede deslumbrarse (Lc.14, 35b).

 

  • Conclusión

“Si para recobrar lo recobrado

debí perder primero lo perdido

si para conseguir lo conseguido

tuve que soportar lo soportado

Si para ahora estar enamorado

fue menester haber estado herido

tengo por bien sufrido lo sufrido

tengo por bien llorado lo llorado”[32]

El soneto de Francisco Luís Bernardez, el cual nos habla de la paradoja del amor, de cómo se deben perder ciertas cosas en orden a recuperar ciertas otras, puesto que en alguna forma es menester para amar, estar dispuesto a sufrir y a perderse en pos del amado; nos explica poéticamente cómo se resolvieron las preguntas establecidas al principio de la cuestión ya que, lo mismo que sucede en la paradoja del amor sucede con la razón, si la razón no está dispuesta, una vez enfrentada a su límite, al misterio de Dios, a perderse a sí misma, será incapaz de alcanzar la Verdad, pues la feliz pasión de la razón es necesaria para conocer la Verdad en su máximo grado, para alcanzar en ese salto de la fe a Dios. Sólo así el hombre, el cual es el dueño de la razón de la cual hemos estado hablando, es capaz de cumplir su vocación y llegar a ser lo que realmente es, pues mediante la fe se pone en contacto con su creador, con aquello que lo define y llega a ser así más sí mismo, por eso dice Kierkegaard: “(…) creer, es sumergirse en Dios a través de la propia transparencia, siendo uno mismo y queriendo serlo.”[33]

 

 

·         Bibliografía:

o   Francisco Luís Bernardez, Soneto, http://www.poesiaspoemas.com/francisco-luis-bernardez/soneto

o   Søren Kierkegaard, Temor y temblor, AGEBE, Bs. As., 2005.

o   Søren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, Editorial Leviatán, Bs.As., 2005.

o   Søren Kierkegaard, Temor y temblor, digitalizado por www.libordot.com

o   Søren Kierkegaard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía, edición y traducción de Rafael Larrañeta, Editorial Trotta, Madrid, 1999.

o   Søren Kierkegaard,  Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993.

o   Søren Kierkegaard, Postilla conclusiva non scientifica alle  Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993.

o   Mariano Fazio Fernández, Un sendero en el bosque, Educa, Bs. As., 2007

 

 

 


[1] Søren Kierkegaard  Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993. p. 213. “(...) una volta, c’era un re che si era inamorato di una ragazza del popolo”

[2] Søren Kierkegaard, ibídem, p.216 “Per poter realizzare l’unità con l’uomo, bisogna che Dio, diventi uguale, all‘ uomo. Così Egli diventerà uguale al più povero. Ma il più povero non è forse colui che deve servire gli altri? Quindi Dio si mostrerà in “figura di servo” (Philipp.,2,7). Ma questa figura di servo non è asunta da Dio come quando il re si traveste col mantelo di un povero (....) Essa invece è la sua vera figura: perché questa è la insondabile essenza dell’ amore, di voler essere- non per scherzo ma sul serio e per da vero- uguale all’ amato”

[3] Søren Kierkegaard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía, edición y traducción de Rafael Larrañeta, Trotta, Madrid, 1999, p. 63

[4] Søren Kierkegaard  Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993. p. 230 “Come arriva ora il discepolo a realizare la intesa con questo Paradosso?”

[5] Cfr. ibídem.

[6] Sören Kierkegaard, Temor y temblor, AGEBE, Bs. As., 2005, p. 38.

[7] Op. Cit. Iibídem, p. 41

[8] Søren Kierkegaard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía, edición y traducción de Rafael Larrañeta, Trotta, Madrid, 1999, p. 51.

[9] Op. Cit. Iibídem, p. 51.

[10] Op. Cit. Ibidem, p. 51.

[11] Ob. cit. Ibidem, p.53

[12] Ob. cit. Ibidem, p.57

[13] Ob.cit. Ibidem, p. 61

[14] Søren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, Leviatán, Bs.As., 2005, p. 119.

[15] Ob.cit. Ibídem, p. 120.

[16] Ob.cit. p. 119

[17] Cabe la aclaración al Pie, de que Paradoja y Misterio se refieren a la Razón iluminada por la Fe y que el absurdo es el reflejo de la paradoja en la razón escandalizada ante lo que la sobrepasa. El Absurdo, en otras palabras, es el reflejo de la Paradoja en la razòn racionalista.

[18] Søren Kierkegaard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía, edición y traducción de Rafael Larrañeta, Trotta, Madrid, 1999, pp. 63-64.

[19] Ob.cit. Ibidem, p. 65.

[20] “Si la paradoja y la razón se chocan en la común comprensión de su diferencia, el choque será tan feliz como la comprensión del amor, feliz en la pasión (…)” ob.cit. Ibidem,p. 61

[21] “¿Y cómo entra el discípulo en relación con la paradoja? Porque no afirmamos que deba comprender la paradoja, sino sólo que entienda que eso es la paradoja. Ya hemos mostrado cómo acontece: cuando la razón y la paradoja chocan felizmente en el instante, cuando la razón se aparta a un lado y la paradoja se abandona a sí misma; y lo tercero en que esto acontece (…) es aquella feliz pasión                 a la que ahora deseamos dar un nombre (…). Le llamaremos Fe” Ob.cit Ibidem,. p.70

[22] Aunque deberíamos decir “dice Johannes de Silentio en boca de Kierkegaard” para respetar al autor en cuanto a su concepción acerca de los seudónimos y la comunicación indirecta. Cfr.: Søren Kierkegaard, Postilla conclusiva non scientifica alle  Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993. p.609: “Mi deseo y mi pedido es que si a alguno le viene en mente citar cualquier pasaje de estos libros, tenga la cortesía de citar con el nombre del pseud´nimo respectivo, no con el mío, en otras palabras de distinguir las cosas de manera que la expresión escrita le pertenezca al psedónimo y la responsabilidad desde el punto civil a mí” (traducción propia del Italiano)

[23] Aquí absurdo como se dijo antes se remite a la paradoja desde el punto de vista de una razòn que no ha alcanzado la Fe que es la de Johannes de Silentio

[24]Søren Kierkegaard, Temor y temblor, AGEBE, Bs. As., 2005, p. 41.

[25] ob.cit. Ibidem, p. 45

[26] Ob.cit. Ibidem,p.55

[27] Describiendo al caballero de la fe Dice Kierkegaard: “Se resignó infinitamente a todo y lo pudo recobrar de nuevo gracias al absurdo. Realiza incesantemente el movimiento del infinito, pero lo lleva a cabo con una corrección y una seguridad tales que expresa siempre lo finito sin que por un solo instante deje entrever la existencia de otra cosa.” Sören Kierkegaard, Temor y temblor, digitalizado por www.libordot.com, p. 35.

[28] Recordemos que habíamos dicho que el escándalo era un asombro mal entendido, una envidia.

[29] ob.cit Ibidem,p.33

[30] Sören Kierkegaard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía, edición y traducción de Rafael Larrañeta, Trotta, Madrid, 1999, p. 67.

[31] Sin embargo, no ahondaremos más en este tema, que es el de la gracia a fin de cuentas, pues sobrepasa los límites de la teología natural y de la filosofía misma, necesitando de la revelación. Por lo tanto, sólo lo esbozaremos.

[32] Francisco Luís Bernardez, Soneto, http://www.poesiaspoemas.com/francisco-luis-bernardez/soneto

[33] Søren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, Leviatán, Bs.As., 2005, p. 113.

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