María Sol RUFINER: "El problema de la Cristiandad hoy: Análisis de <Retorno a Brideshead> de Evelyn Waugh desde el problema del devenir Cristiano"
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(Universidad Católica Argentina)

“-¡Ay, es tan difícil ser católico!

-¿Cambia algo que lo seas o no?

-Claro, lo cambia todo.”

Evelyn Waugh Retorno a Brideshead

Introducción:

 

Con este epígrafe comenzamos este trabajo, en el cual nos proponemos analizar la dicotomía entre cristiandad y cristianismo, que se traduce en la cuestión acerca de cómo volverse subjetivo; en otras palabras el problema del devenir cristiano. ¿Cambia o no, las cosas, el que uno sea o no sea cristiano? ¿Afecta nuestra vida la toma de postura frente a la Paradoja? Atreviéndonos un poco más, ¿afecta nuestra constitución ontológica el que seamos o no seamos cristianos? Otra pregunta que nos podemos hacer con respecto a este tema es: ¿es lo mismo cristiandad que cristianismo? ¿Son cristianos todos aquellos que están bautizados, por el único hecho de constar en un registro su acta de bautismo?  Todas estas preguntas son tan actuales hoy, como lo eran en la época de Kierkegaard ¿Cuántas veces nos hemos cruzado con personas que dicen ser católicos y actúan como reales paganos? ¿Acaso cuando entramos en una Iglesia no nos hacemos la pregunta de qué es lo que significa ser cristiano, y nos vamos casi desilusionados al ver que a muchos eso no cambia nada en su vida? Y tornando hacia nosotros ¿en qué nos afecta el ser cristianos o no? ¿Es nuestro certificado de bautismo lo único que nos marca como seguidores de Cristo, o es nuestro ser traducido en nuestra vida y forma de actuar?

 Los libros son un reflejo de la realidad que vivimos en varios aspectos, y Retorno Brideshead de Evelyn Waugh es una imagen de este problema, de esta dicotomía entre Cristiandad y Cristianismo, y por eso lo hemos elegido para analizar este problema, desde lo que el mismo Kierkegaard plantea acerca de la ilusión de la Cristiandad, y acerca de lo que significa el devenir Cristiano. La historia que esta novela narra es la de un hombre, Charles Ryder, que a la mitad de su vida se vuelve a encontrar con su pasado, al retornar por  los “azares” del destino a la mansión de Brideshead, donde había pasado varios años de su juventud en compañía de la familia Flyte, quienes eran los dueños de la mansión. A medida que recorramos el trabajo iremos viendo la evolución de los personajes y cómo este problema (Cristiandad, cristianismo, devenir cristiano) afecta su vida y su ser, no dejándolos indiferentes al problema sobre ser o no ser Cristiano.

 

La comunicación directa del Cristianismo: La ilusión de la Cristiandad

 

La primera pregunta que se nos viene a la cabeza es ¿qué es la Cristiandad? y ¿Por qué ésta es una ilusión?  La respuesta  tiene que ver con lo que escribe Kierkegaard en Mi punto de vista: “Todo aquél con alguna capacidad de observación que considere seriamente lo que se llama Cristiandad, (…) sin duda se sentirá asaltado por profundas dudas. ¿Qué significa el que todos esos miles y miles se llamen a sí mismos cristianos como cosa corriente? ¡Esos hombres innumerables, cuya mayor parte, según es posible juzgar, vive en categorías completamente ajenas al Cristianismo! (…) ¡Sin embargo toda esa gente, incluso aquellos que aseguran que no hay Dios, es cristiana, se llama cristiana, es reconocida como cristiana por el Estado, es enterrada como cristiana por la Iglesia, queda como Cristiana por la eternidad!”[1] En primer lugar sacamos en claro, que Cristiandad se llama al conjunto de hombres cuyo común denominador es el de llamarse cristianos. En segundo lugar, que a pesar de que dichos hombres tengan esta denominación, no se comportan de acuerdo a lo que ella significa.  Lo que nos lleva a ver el porqué la Cristiandad es una ilusión, ésta comporta el mismo mecanismo que los espejismos en el desierto, vemos la forma del oasis, la humedad, pero cuando arribamos este desaparece, se esfuma en el aire. Así la Cristiandad, a lo lejos, tiene la apariencia de Cristianismo, (la gente va a misa los días de precepto, bautiza a sus niños desde pequeños, toma los sacramentos, etc…) pero cuando uno mira más de cerca, si uno, como dice Kierkegaard, observa seriamente; se dará cuenta que esta gente son en realidad sepulcros blanqueados, gente que nunca piensa en Dios, ni cree que tiene una obligación con Él, que se comporta como si Dios hubiese muerto, pero todavía no se atreven a declarar su muerte de hecho, ya que todavía mantienen el nombre de Cristianos.  Esto es lo que hace que la Cristiandad sea una ilusión, pero de aquí surge otra pregunta para aquél que está seriamente interesado en el Cristianismo ¿Cómo se puede romper esa ilusión para transmitir la Buena nueva del Cristianismo[2]? Con respecto a este problema dice el danés: “No es posible destruir una ilusión directamente, y sólo por medios indirectos se la puede arrancar de raíz. Si el que todos son cristianos es una ilusión, y si no hay nada que hacer sobre eso, es preciso hacerlo indirectamente, (…) , por uno que, mejor orientado, esté dispuesto a declarar que no es cristiano en absoluto. Es decir uno que puede acercarse por detrás a la persona que está bajo la ilusión”[3]  Así nos encontramos con que la forma de introducir el cristianismo en la cristiandad, de combatir esta ilusión, no es de manera directa, sino de manera indirecta, dándole la oportunidad al receptor de hacer su propia opción de volverse un cristiano o no[4].  Sin embargo, hay quienes optan por la comunicación directa, aquellos que lo hacen toman al cristianismo como una simple cuestión ética de buenas costumbres, una certeza objetiva a la cual hay que adecuarse, una forma a priori y general de la vida  misma. Estos son los pensadores objetivos: “El pensamiento objetivo es completamente indiferente hacia la subjetividad, y por lo tanto también lo es hacia la interioridad y con respecto a la apropiación: su comunicación por lo tanto va a ser directa”,[5]son aquellos que viviendo  en la ilusión de la Cristiandad intentan combatirla directamente. Estos junto con los que son parte de la citada ilusión, no se han tomado la cuestión de la fe lo suficiente en serio como para volverse subjetivos.  En este apartado veremos tres ejemplos que se dan en la novela; dos que son comunicadores directos del cristianismo: Lady Marchmain y Lord Brideshead; y el tercero es el ejemplo fiel de lo que es la ilusión de la cristiandad: Rex Mottram.

a.      Lady Marchmain:

Comenzamos por la matriarca de la familia Flyte. Encantadoramente manipuladora, toda una dama católica de sociedad; dice su propia hija Cordelia acerca de ella: “A veces pienso que cuando la gente quería odiar a Dios, odiaba a mamá. (…) verás... Era como una santa, pero sin serlo. Nadie podría odiar de verdad a un santo ¿verdad? En el fondo tampoco somos capaces de odiar a Dios. Cuando se quiere odiar a El y a sus santos, es preciso encontrar algo parecido a ellos mismos, pretender que es Dios, y entonces odiarlo. Supongo que piensas que digo tonterías.”[6] Lady Marchmain era como una santa pero sin serlo. Esto era, porque imitaba todos los movimientos de los santos, pero quitándoles su contenido esencial, el cual es la pasión; dice Kierkegaard: “Mientras la fe tenía hasta ahora un pedagogo oportuno en la incerteza, en cambio ahora tiene en la certeza su peor enemigo; en efecto una vez eliminada la pasión, la fe ya no existe más en la ecuación, ya que certeza y pasión se excluyen mutuamente. En un mundo perfecto la fe es impensable, es por ello que se dice que en la vida eterna la fe será abolida (I Cor., 13, 10)”[7]  En el mundo perfecto de la matriarca de la familia Flyte, la fe ha tomado la forma de certeza objetiva; esta es la forma en que debe ser el mundo. Esto dará resultados desastrosos, cuando intente comunicar directamente el cristianismo a sus hijos; sobre todo a Sebastian. Dirá Charles con respecto a esto: “Pero su fe me dejó tan frío como su encanto; o, mejor dicho, ambos me impresionaron de la misma manera. En aquella época sólo pensaba en Sebastian. Incluso entonces le veía amenazado, si bien no sabía aún hasta qué punto era sombrío la amenaza. Su ruego continuo y desesperado era que le dejaran solo. Al abrigo de las aguas azules y palmeras susurrantes de su propia mente era tan feliz e inofensivo como un polinesio. Cuando (…) llegaba la malévola invasión (…), entonces, y sólo entonces, llegaba el momen­to de desenterrar las arcaicas armas de la tribu y de hacer sonar los tambores en las colinas; o bien, lo que era más fácil, de dar la espalda a la puerta soleada y echarse en la oscuridad, donde los dioses pintados, impotentes, desfilaban en vano por las paredes; o toser hasta echar el alma entre botellas de ron. Además, como Sebastian consideraba como intrusos a su propia conciencia y todas sus necesidades de afecto humano, sus días en Arcadia estaban contados. Porque fue en esta época, para mí tranquila, cuando Sebastian empezó a sentir miedo. Yo co­nocía bien ese estado suyo: alerta y suspicaz, parecía un ciervo que de repente levanta la cabeza al oír el ruido lejano de la cacería. Ya le había visto volverse cauteloso con respecto a su familia o su religión, pero entonces descubrí que yo también le resultaba sospechoso. (…). A medida que crecía mi intimidad con su familia, me convertí en parte del mundo del que anhelaba escapar. A lo largo de nuestras pequeñas charlas, su madre intentaba precisamente que yo desempeñara ese papel.”[8] Charles mismo señala el efecto, que la comunicación directa de la  fe de Lady Marchmain  ejerció en él “me dejó tan frío como su encanto”[9].

b.      Lord Brideshead:

Le toca el turno al hermano mayor de la familia Flyte: Brideshead, cuando nos lo presentan en la novela lo describen de la siguiente manera: “Está Brideshead, un poco arcaico, salido de una caverna sellada hace siglos. Tiene una cara que parece obra de un escultor azteca que se hubiera propuesto hacer el retrato de Sebastian; es un intolerante ilustrado, un bárbaro ceremonioso, un lama atrapado por las nieves...”[10] La descripción, nos deja clara el tipo de persona que Brideshead es, siempre preocupado por las formas morales de la Cristiandad es el primero en declarar una falta contra ellas:

“-No tiene nada de malo estar físicamente destrozado ¿sabes? No existe ninguna obligación moral de convertirse en director de Correos o en maestro montero de una jauría, ni de caminar diez millas al día a la edad de ochenta años.

-Malo, obligación moral... -objeté-. Ya has vuelto otra vez al tema de la religión.

-No lo he abandonado ni por un momento -repuso Bri­deshead.

-¿Sabes una cosa, Bridey? Si alguna vez se me ocurriera convetirme al catolicismo, sólo tendría que hablar contigo cinco minutos para renunciar a la idea. Consigues reducir al absurdo lo que en principio pudieran parecer proposiciones bastante sensatas.

-Es extraño que me digas eso. No es la primera vez que me lo dicen. Es una de las muchas razones por las que no creo que fuera un buen sacerdote. Supongo que debe ser algo relativo al funcionamiento de mi mente.”[11]

Sobre este tipo de personas, como Lord Brideshead, dice Kierkegaard: “A veces aparece un entusiasta religioso: arremete contra la Cristiandad, vocifera, y arma mucho ruido, denunciando a casi todos como no cristianos…y no logra nada.  No tiene en cuenta el hecho de que es difícil disipar una ilusión.”[12]  Brideshead tiene el entusiasmo de aquél que comprende la frase “cuida el orden y el orden te cuidará a ti”, pero que no comprende que el hombre necesita de su libertad para amar y para abrazar la fe en Dios; no entiende que las personas no funcionan mediante categorías a priori y mucho menos a fuerza de imperativos categóricos, cuyos postulados son tan alejados de lo subjetivo, que no compelen al hombre a considerar al cristianismo seriamente, como algo personal, ni mucho menos que tenga que ver con su felicidad eterna. El resultado frente a Brideshead es claro: “Después se librarán de él, definiendo todo el concepto, y se acomodarán seguros en su ilusión: hacen de él un fanático y de su cristianismo una exageración, y al final resulta ser el único, o uno de los pocos, que no es cristiano en serio (porque la exageración es, sin duda, una falta de seriedad), mientras que los otros son todos cristianos en serio”[13].  De este modo, es que Charles concluye: “-¿Sabes una cosa, Bridey? Si alguna vez se me ocurriera convertirme al catolicismo, sólo tendría que hablar contigo cinco minutos para renunciar a la idea. Consigues reducir al absurdo lo que en principio pudieran parecer proposiciones bastante sensatas.”[14]

c.       Rex Mottram:

Para cerrar este apartado pasamos al personaje que encarna la ilusión de la Cristiandad: Rex Mottram, un hombre de negocios que cree que ser cristiano se traduce en la transacción mediante la cual uno consigue un certificado de bautismo o en su caso de catolicismo: “Quedaba el importante problema de la religión de Rex. Una vez había asistido a una boda regia en Madrid, y quería que la suya fuera así.

-Eso sí es algo que tu Iglesia sabe hacer -dijo-: montar un buen espectáculo. No hay nada comparable a esos cardenales. ¿Cuántos tenéis en Inglaterra?

-Sólo uno, querido.

-¿Sólo uno? ¿Podríamos alquilar algunos más de otro país? Entonces se le explicó que un matrimonio mixto requería una boda muy sencilla, sin ostentaciones.

-¿Qué quieres decir con «mixto»? No soy negro ni nada parecido.

-No, querido, eres protestante.

-¡Oh, eso! Bueno, si sólo es eso, tiene fácil remedio. Me haré católico. ¿Qué hay que hacer?”[15]

Sobre ese “fácil remedio” de Rex, Kierkeegaard nos advierte en las Apostillas: “Si se quisiese acentuar el sacramento del bautismo y fundar la propia salvación eterna en el hecho de que se está bautizado, se recae en lo cómico: no porque la pasión interesada infinitamente, sea comica; sino que al contrario (…) porque el obejeto de ella no es un objeto de aproximación. (…) ¡Ay! La desgracia es que respecto a un hecho histórico (el bautismo) uno puede solamente obtener una aproximación: (…) un certificado” y en una nota al pie añade “Así en el momento del escrúpulo la fe no torna hacia Dios sino que la fe se convierte en la confianza de que se está efectivamente bautizado”[16] Entiéndase que Kierkegaard no desmerece el sacramento, sino que advierte contra el hecho de que la esperanza no caiga en el sacramento instaurado por Cristo, sino que recaiga en el certificado del mismo. Así Rex es el ejemplo de la ilusión que es la Cristiandad, la cual termina reduciendo la  fe a una cuestión burocrática de fácil remedio sólo hay que preguntar: ¿qué formulario lleno? Vemos un ejemplo de esto cuando Rex se enfrenta al tema del divorcio: “-Pero ¿no te das cuenta, pobre tontorrón mío -dijo Julia-, de que no puedes casarte como católico si tienes otra esposa viva?

-Pero si no la tengo. ¿No acabo de decir que nos divorciamos hace seis años?

-Pero no puedes divorciarte si eres católico.

-No era católico y me divorcié. Tengo los papeles en alguna parte.

-Pero ¿no te explicó el padre Mowbray todo lo referente al matrimonio?

-Dijo que no podía divorciarme de ti. Perfecto. Tampoco quiero hacerlo. No me acuerdo de todo lo que dijo... Monos sagrados, indulgencias plenarias, las postrimerías... Si me acor­dara de todo lo que dijo no tendría tiempo para nada más. Por otra parte, ¿qué hay de tu prima italiana, Francesca? Ella se casó dos veces.

-Obtuvo la anulación.

-Muy bien; conseguiré la anulación. ¿Cuánto cuesta? ¿Quién ha de concedérmela? ¿Tiene alguna el padre Mowbray? Quiero hacer las cosas como es debido. Nadie me dijo nada.”[17]

Esta actitud tiene consecuencias en la ontología de la persona, ya que ésta  se pierde tanto a sí misma, viviendo en la superficie, que poco a poco va perdiendo su consistencia de hombre; al respecto dice Julia sobre su marido: “El padre Mowbray acertó en seguida con respecto a Rex; a mí me costó un año de matrimonio comprenderlo. Pura y simplemente le faltaba algo. No era en absoluto un ser humano completo sino un trocito de ser humano, que se había desarro­llado de una manera extraña, poco natural; como dentro de una botella, como un órgano mantenido vivo en un laboratorio. Yo creía que era algo así como un salvaje bueno, pero me equivoqué; era algo absolutamente moderno y al día, que sólo esta época espantosa podría producir. Un trocito muy pequeño de hombre que juega a ser un hombre entero.”[18] Sobre esto Kierkegaard nos advierte en La enfermedad mortal[19] diciéndonos que el hombre define su yo, su consistencia, en relación a su Autor, si esa relación se enferma o se vacía como en el caso de Rex, este pierde poco a poco su ser de hombre deviniendo en algo que no es sí mismo, como dice Julia: “Un trocito muy pequeño de hombre que juega a ser un hombre entero.”[20]

 

La comunicación indirecta del Cristianismo: el devenir Cristiano

 

            La última parte de la novela está titulada: A Twitch upon the Thread”[21] frase que está inspirada en un diálogo que sostiene el Padre Brown (personaje policial de G.K.Chesterton) al final de uno de sus casos.  El cuento se llama: Los raros pasos y el diálogo del Padre Brown es el siguiente:

“-Y ¿atrapó al sujeto?- preguntó el coronel, frunciendo el seño.

El padre Brown lo miró de hito en hito.

-Sí- respondió -, lo atrapé con un anzuelo que no se ve y un cordel invisible que tiene la suficiente longitud para dejar que él vague por los confines del planeta, pero así y todo puedo traerlo con un simple tironcito del hilo”[22]

Esta es una idea análoga a la de comunicación indirecta, ya que ésta comunica la Verdad (subjetiva[23]) al sujeto, pero lo deja libre. Esto se debe a que la Verdad subjetiva es una verdad de apropiación, que no se puede alcanzar sino mediante el uso de la libertad “(…) El secreto de la comunicación consiste en el volver libre al otro, y es precisamente por esto que no se debe usar la comunicación directa, (…) ya que el momento subjetivo es el momento esencial por excelencia, sobretodo en la esfera religiosa”[24].

       Así al final de nuestra historia, el Maestro tiró del hilo y Charles Ryder retornó a Brideshead. De este modo la imagen de Retornar a Brideshead, se traduce en  la de retornar a la casa del Padre, volver a lo que es familiar y hacerlo propio, es la representación al fin y al cabo del devenir Cristiano. Un devenir que no se consigue mediante la comunicación directa del cristianismo, que ha establecido la Cristiandad, sino mediante la comunicación indirecta del mensaje de Cristo, sabiendo que el transmisor de este mensaje es ocasión[25], pero que el Verdadero Maestro es el único que puede dar la condición para que, mediante la libertad, el receptor de la Verdad se vuelva cristiano.  Ésta dinámica la podemos ver en dos personajes de la novela, con los cuales cerraremos el presente trabajo: Charles Ryder (protagonista) y  Lady Cordelia Flyte (la hermana menor de la familia Flyte).

       Lo primero que escucha Charles acerca de Cordelia es el testimonio de Anthony Blanche en el cuál le cuenta que su institutriz se había tirado al río en un ataque de locura. Pero nuestra atención irá al primer encuentro de Charles con Cordelia y a su primera charla personal:

“Hablaré un poco con Charles.

-¿Charles? -le reprochó Sebastian-. ¿Charles? Señor Ryder para ti, hija mía.

-Vamos, Charles.

Cuando estuvimos solos me preguntó:

-¿De verdad eres agnóstico?

- ¿Tu familia habla siempre de religión?

-No siempre. Es uno de esos temas que surgen de manera espontánea ¿no crees?

-¿Ah, sí? A mí nunca me ha sucedido.

-Entonces quizá seas un verdadero agnóstico. Rezaré por ti.

-Muy amable de tu parte.

-No puedo dedicarte un rosario entero, ¿sabes? Sólo diez avemarías y un   padrenuestro. Tengo una lista tan larga de gente... Rezo por ellas siguiendo un            orden y les tocan diez oraciones, más o menos, una vez por semana.

-Estoy seguro de que es mucho más de lo que merezco.

-Oh, tengo casos más difíciles que el tuyo. Lloyd George, el káiser y Olive Banks.”[26]

En este momento Charles conoce a una niña entusiasta a la cuál el tema religioso le sale de manera natural, no por herencia de su familia; sino porque, ya a esa edad temprana, se había apropiado de  la Verdad y se la había quedado en su corazón para sí. Nótese la diferencia con la madre; Cordelia le dice a Charles “Rezaré por ti”, mientras que la madre, al encontrarse con él, le dice -Debemos hacer un católico de Charles”. La conciencia de Cordelia sabe que: “(…) ayudar no significa ser soberano, sino criado; que ayudar no significa ser ambicioso, sino paciente (…).”[27] Pasan los años y Cordelia crece al igual que Charles, y de nuevo se vuelven a encontrar; esta vez luego de la muerte de Lady Marchmain, siendo lo presentado a continuación un extracto de aquél encuentro:  

“-Bridey y el obispo han cerrado la capilla de Brideshead. El réquiem por mamá fue la última misa que se celebró allí. Después de enterrarla entró el cura -yo estaba sola, no creo que me viera-, retiró la piedra del altar y la guardó en su bolsa. Luego quemó las hebras de lana con el santo óleo y aventó las cenizas. Vació la pila de agua bendita y apagó la lamparilla del Santísimo. Abrió y vació el sagrario, como si a partir de aquel momento siempre fuera Viernes Santo. Supongo que todo esto no significa nada para ti, Charles, pobre agnóstico. Me quedé allí hasta que se hubo marchado, y entonces, de repente, ya no hubo capilla; sólo una estancia con una decoración extraña. No puedo descri­birte lo que sentí. Nunca has asistido al oficio de tinieblas, supongo.

-Nunca.

-Pues si hubieras presenciado esa ceremonia, sabrías cómo se sentían los judíos con respecto a su templo. Quamodo sedet sola civitas... Es un cántico precioso. Deberías ir una vez, sólo por oírlo.

-¿Sigues intentando convertirme, Cordelia?

-Oh, no. Todo eso también se ha acabado. (…) La gente reacciona ante la religión de maneras diferentes. Al menos, en la familia no han sido muy constantes ¿verdad? (…). Pero Dios no permitirá que la dejen por mucho tiempo ¿sabes? Me pregunto si te acuerdas de la historia que nos leyó mamá la primera noche que Sebastian se emborrachó...; quiero decir la noche mala. El padre Brown dijo algo así como «le cogí (al ladrón) con un anzuelo y una caña invisibles, lo bastante largos como para dejarle caminar hasta el fin del mundo y hacerle regresar con un tirón del hilo».”[28]

De este modo, en boca de Cordelia aparece la cita que le da nombre a ésta parte del libro. Ella no intenta convertir a Charles pero al hablarle, de nuevo tiene conciencia de que la conversión de Charles y de su familia no depende de ella, sino del Maestro quien ha tirado el anzuelo a través de ella y  Él, sólo Él, le dará la condición a Charles y a  los suyos para su retorno. Así Cordelia, imagen de la comunicación indirecta, es la única verdadera cristiana de la familia Flyte, la única que desde un principio ha descubierto que “El hecho de que el conocimiento no se pueda transmitir directamente, porque lo esencial en el conocimiento es la apropiación, hace que la comunicación se vuelva un secreto para cualquiera que no tenga adentro suyo una doble reflexión similar al modo en que la tiene el que transmite la comunicación; pero el hecho de que esa sea la forma esencial de la Verdad, hace que ésta no pueda ser dicha de otro modo”[29]. El conocimiento de la Verdad del cristianismo se transmite de modo indirecto y se espera, que en el Instante en que el Maestro dé la condición, el receptor complete la reflexión, haciéndola doble; esto quiere decir, no sólo escuchando las palabras dichas, sino que haciendo propia la Verdad y deviniendo Cristiano.

Entonces, llegamos al final del libro, que curiosamente es el principio. Charles ha vuelto a Brideshead, pero no ya como un extraño agnóstico, sino como alguien que se ha apropiado de la Verdad del Cristianismo, haciéndola suya. Es por eso que al entrar en la capilla completa la primera reflexión, que se había iniciado en su charlas con Cordelia, haciendo una segunda: “La capilla no ofrecía muestras de su largo abandono; las pinturas modernistas estaban tan frescas y brillantes como siempre; la lámpara modernista volvía a estar encendida delante del altar. Recé una oración, una fórmula de palabras antiguas, recién aprendida, y salí para dirigirme al campamento. Por el camino, y mientras oía sonar el toque de fajina, pensé: Quomodo sedet sola civitas. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. »Y, sin embargo (…), ésa no es la última palabra; ni siquiera es válida; es una palabra muerta desde hace diez años. »Ha surgido algo totalmente ajeno al proyecto inicial de los arquitectos y a la pequeña y violenta tragedia humana en la que yo desempeñé un papel; algo que ninguno de nosotros pensaba entonces. Una llamita rojiza... Una lámpara de cobre batido, de diseño deplorable, encendida de nuevo ante las puertas de cobre de un sagrario..., la llama que los antiguos caballeros vieron desde sus tumbas, y que vieron apagar; esa llama vuelve a encenderse para otros soldados, lejos del hogar, más lejos en su corazón que Acre o Jerusalén. No habría sido posible encenderla si no fuera por los arquitectos y los actores de la tragedia, y aquí la encuentro esta mañana, de nuevo prendida entre las viejas piedras. »”[30] Así en ese instante, contemplando la luz del Sagrario, otra Luz se encendió en el corazón de Charles, una luz que ya no es más extraña ni indiferente, sino que se ha vuelto suya y le ha descubierto el secreto de la Felicidad eterna.

 

Conclusión:

¿Es válida hoy en día la pregunta por el Cristianismo, como lo era en la época de Kierkegaard, como lo fue para Charles en la Novela? Si tornamos nuestra vista a la realidad cotidiana, nos daremos cuenta de que sí. Podremos a medida que observamos seriamente, descubrir a las Lady Marchmain, a los Lords Brideshead y a los Rexs que hay en nuestra sociedad contemporánea. Pensadores objetivos de la fe que se toman el trabajo de disecarla y convertirla en una ilusión, dejando la conciencia tranquila o vaciando de contenido la Revelación.  Pero también encontramos los pensadores subjetivos, como Charles y Cordelia, aquellos que comprenden que “El volverse subjetivo deber ser la tarea más alta que se proponga a cada hombre y como recompensa de aquella la felicidad eterna; que existe solamente para el sujeto, o más exactamente  para aquél que logre volverse subjetivo. En otras palabras el volverse sujeto debería dar a cada hombre algo de que ocuparse durante toda su vida”[31] Es así que el llamado de Cristo a nuestra puerta[32] no debería de sernos indiferente, algo que nos es materia de estudio; sino que la cuestión sobre el Cristianismo es como diría Kierkegaard “La tarea de nuestras vidas[33]”.

 

Bibliografía:

 

·        Gilbert Keith Chesterton, El candor del Padre Brown, editorial Norma, Bogotá,2000

·        Mariano Fazio Fernández Un sendero en el bosque, Educa, Bs. As., 2007

·        Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993

·        Søren Kierkegaard,  Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993.

·        Søren Kierkegaard Mi punto de vista, traducción cedida por Aguilar S.A., traducción de José Miguel Velloso, Sarpe, Madrid, 1985

·        Søren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, Leviatán, Bs.As., 2005

·        Søren Kierkegaard Temor y temblor, AGEBE, Bs. As., 2005.

·        Søren Kierkegaard Migajas filosóficas o un poco de filosofía, edición y traducción de Rafael Larrañeta, Editorial Trotta, Madrid, 1999.

·        A Companion to Evelyn Waugh’s Brideshead Revisited by David Cliffe en:  http://www.abbotshill.freeserve.co.uk/Brideshead.html

·        Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993

·        Evelyn Waugh Brideshead revisited: The sacred and profane memories of Captain Charles Ryder,Penguin Books Harmondsworth Middlesex, 1951.

 

 

 

 

 

 



[1] Søren Kierkegaard Mi punto de vista, traducción cedida por Aguilar S.A., traducción de José Miguel Velloso, Sarpe, Madrid, 1985, p.49-50.

[2] “¡Y el cristianismo entonces! La lección que enseña a que ese individuo, como todo individuo -por lo demás no importa quien, marido, esposa, criada, ministro, comerciante, barbero, rata de biblioteca, etc...-, es que ese individuo existe en presencia de Dios, que ese individuo, que quizás estaría orgulloso de haber hablado por lo menos una vez en su vida con el rey, ese mismo hombre que ya sería alguien para entablar amistad con tal o cual, ese hombre está en presencia de Dios, puede hablar con Dios cuando quiere, con la seguridad de ser escuchado siempre que hable, ¡y es a él a quien se ofrece vivir en la intimidad de Dios! Incluso más aún: es por ese hombre, también, para quien Dios ha venido al mundo, se ha dejado encarnar, ha sufrido y murió; y es ese Dios de sufrimiento quien casi le ruega y le suplica que quiera aceptar ese socorro, ¡que es una ofrenda!” Søren Kierkegaard Tratado de la desesperación, Editorial Leviatán, Bs.As., 2005, p.119

[3] Søren Kierkegaard Mi punto de vista, traducción cedida por Aguilar S.A., traducción de José Miguel Velloso, Sarpe, Madrid, 1985, p. 52

[4] Cfr. “El secreto de la comunicación es lograr que el otro sea libre, y es precisamente por esto que no se debe comunicar directamente” Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 297 traducción propia al castellano.

[5] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 298 traducción propia al castellano.

[6] Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p. 210

[7] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 274 traducción propia al castellano.

[8] Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.122-123

[9] Cfr. Op cit.

[10] Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.56

[11] Evelyn Waugh , ibídem, RBA Editores, Barcelona, 1993, p. 158-59

[12] Søren Kierkegaard Mi punto de vista, traducción cedida por Aguilar S.A., traducción de José Miguel Velloso, Sarpe, Madrid, 1985, p.51

[13] Søren Kierkegaard, ibídem, p.52

[14]  Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.159

[15] Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.183

[16] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 282-83 traducción propia al castellano.

[17]  Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.187

[18] Evelyn  Waugh, ibídem, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.190-91

[19] Cfr ““El hombre es una síntesis de infinito y finito, de temporal y eterno, de libertad y necesidad, en resumen, una síntesis. La discordancia de la desesperación no es una simple discordancia, sino la de una relación que, refiriéndose íntegramente a sí misma, es planteada por otra; así, la discordancia de esta relación, existiendo en sí, se refleja además al infinito en su conexión con su autor.” (…) lejos de morir de ella , hablando con propiedad, o de que ese mal termine con la muerte física, su tortura, por el contrario, consiste en no poder morir, (…) Así, estar enfermo de muerte, es no poder morirse” “De aquí surge que haya dos formas de verdadera desesperación. Si nuestro yo se hubiese planteado el mismo, no existiría más que una: no querer ser uno mismo, querer desembarazarse de su yo, y no se trataría de esta otra: la voluntad desesperada de ser uno mismo” Søren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, Leviatán, Bs.As., 2005, p. 19-21

[20] Evelyn  Waugh, ibídem, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.190-91

[21] “Tirando del hilo”

[22] Gilbert Keith Chesterton, El candor del Padre Brown, editorial Norma, Bogotá, 1995 p. 72

[23] Verdad que interesa al sujeto para su felicidad eterna.                                                     

[24] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 297 traducción propia al castellano.

[25] Cfr. “De este modo, justamente (…), el maestro aleja a el discípulo de sí; ya que el discípulo con volver sobre sí mismo, no descubre que el sabía, en un primer momento la verdad, sino que descubre su no-verdad. Respecto a este acto de conciencia, vale el principio socrático: el maestro es solamente una ocasión,  porque mi no-verdad sólo la puedo descubrir por mí mismo”, “Dios quiere enseñar,  y la presencia de Dios en ese puesto,  no es algo casual con respecto a su doctrina, sino que es el momento esencial. La presencia de Dios en la figura de hombre, es más en la figura de siervo (Fil. 2,7); constituye precisamente la doctrina; y así  Dios es  el mismo que proporciona la condición (cfr. Cap I); de otra manera el discípulo no entendería nada”  Søren Kierkegaard,  Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993. p. 207 y 229. Traducción propia al castellano.

[26] Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.91-92

[27] Søren Kierkegaard Mi punto de vista, traducción cedida por Aguilar S.A., traducción de José Miguel Velloso, Sarpe, Madrid, 1985, p. 56

[28] Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.209.

[29] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 300 traducción propia al castellano.

[30] Evelyn Waugh Retorno a Brideshead, RBA Editores, Barcelona, 1993, p.328-329

[31] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 346 traducción propia al castellano.

[32] Ap. 3-20

[33] Cfr. Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993, p. 346 traducción propia al castellano.

 

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