Erica VAINSCHEINKER-Julieta MANTEROLA: "Acerca de la interioridad y la exterioridad. Un diálogo"
***

“Las obras del amor” - tomo 1, página 173.
 
"[...] cuántas atrocidades no habrá visto el mundo en la relación entre hombre y mujer; ésta, de una manera casi animal, era una esencia menospreciada en comparación con el varón, una esencia como de otra especie distinta; y cuánto no se habrá luchado para instalar mundanamente a la mujer en igualdad de derechos con el hombre. Sin embargo, el cristianismo lleva a cabo meramente el cambio de la infinitud y, por lo mismo, lo hace en completo silencio. En cierto sentido, lo exterior permanece como estaba; pues el varón ha de ser el dueño de la esposa, ella sometida a él; pero en la interioridad todo ha cambiado, ha cambiado gracias a esta pregunta que se le hace a la mujer, a saber, si ella ha consultado con su conciencia que quiere tener a tal hombre por dueño, pues de otra manera no lo tendrá a él. Sin embargo, la cuestión de conciencia acerca del asunto de conciencia hace a la mujer absolutamente igual al varón en la interioridad y ante Dios. Lo que Cristo dijo acerca de su Reino, que no era de este mundo, es valedero para todo lo cristiano. Como un orden superior de cosas que quiere estar presente en todas partes, pero no para captarlo; como un espíritu amigo que rodea por todos lados a los que se aman, siguiendo cada uno de sus pasos, mas sin que nadie pueda señalarlo: de esta manera el cristianismo quiere ser como un extranjero en la vida, porque pertenece a otro mundo; como un extranjero en el mundo, porque quiere pertenecer al ser humano interno. Necios seres humanos se han afanado neciamente en nombre del cristianismo para que a los ojos mundanos la mujer estuviera equiparada en igualdad de derechos con el hombre. El cristianismo jamás ha exigido ni deseado semejante cosa. Él lo ha hecho todo por la mujer, en el caso de que ella cristianamente quiera contentarse con lo cristiano; y si no lo quiere, entonces ganará sólo una mediocre compensación, en esa pizca de exterioridad que ella mundanamente pudo arrogarse, por lo que ha perdido”.
 
JULIETA:
 En primer lugar, es necesario decir que la intención de este diálogo es abrir algunas preguntas e inquietudes para el debate.
En segundo lugar, quiero aclarar que mis intervenciones son principalmente el producto del encuentro entre mis lecturas anteriores de otros textos escritos por otras filósofas y filósofos y la lectura de este pequeño fragmento escrito por Kierkegaard.
De acuerdo con mi interpretación de este fragmento, Kierkegaard estaría diciendo algo así: la mujer es igual al hombre pero ante Dios, en la interioridad. En la sociedad, debe seguir estando subordinada al varón. Y, además, debe contentarse con esto, con ser igual en lo interior, pero diferente en lo exterior. Si desea la igualdad de derechos, perderá mucho y ganará poco (sólo ganará una “mediocre compensación”).
 
 ERICA:
 Lo que dice Kierkegaard es que la mujer y el hombre son iguales ante Dios, en la interioridad (y eso es lo determinante). Lo demás es exterioridad. La exigencia del cristianismo es la misma para el hombre y para la mujer: quedarse sólo frente a Dios.
Ahora bien, la mujer y el hombre son diferentes, pero en lo fundamental (esto es, en la interioridad) son iguales. Por eso tanto un hombre como una mujer que rijan sus vidas por la exterioridad ganarán poco, una mediocre compensación.
Para el cristianismo la exterioridad es lo poco, la interioridad es lo mucho; y es justamente al revés para el mundo donde todo es lo exterior y la interioridad no es lo fundamental. Por eso Kierkegaard dice que la fe es lucha contra el mundo.
 
JULIETA:
 Está bien. Pero una pregunta importante sería la siguiente: ¿por qué, según Kierkegaard, en lo exterior todo debe quedar igual? Por otra parte, hay y habrá muchas mujeres que no son cristianas ni creen en Dios ni quieren creer ni quieren ser cristianas. ¿Por qué para acceder a algún tipo de igualdad debería volverme cristiana? Todas las mujeres tenemos derecho a la igualdad de derechos, independientemente de nuestros credos o de nuestras elecciones vitales. Pero Kierkegaard parece negarle a la mujer esta igualdad en lo exterior. Se supone que con la igualdad en lo interior deberíamos darnos por satisfechas.
Considero que, al menos en este fragmento, Kierkegaard estaría afirmando que el statu quo no debe modificarse: la mujer debe seguir estando subordinada al hombre.
 
ERICA:
 Según lo que entiendo del pensamiento de Kierkegaard, a él no le preocupa que todo quede igual o no en lo exterior, lo que él dice es que no es lo determinante.
Lo que pasa es que ser cristiano no es una cuestión de religión, en el sentido de que uno nace por ejemplo en una familia católica y que así por lo tanto uno es cristiano, tampoco es algo que uno decide voluntariamente, esto sería entender exteriormente el cristianismo, porque hasta uno puede decir que es ateo y sin embargo ser cristiano o tener actitudes cristianas. Porque digamos así que ser cristiano es “una cuestión de actitud” . Es algo que uno decide en el instante, no es algo que uno sea de manera definitiva, igual pasa con decir “yo tengo fe” porque la fe no es algo que uno pueda tener.
Kierkegaard lo aclara muy bien en “Ejercitación del cristianismo” cuando opone el ser cristiano a la cristiandad. La cristiandad es lo establecido que ya ha triunfado en el mundo por herencia de las generaciones anteriores, y su victoria es una victoria meramente mundana. Para ella la verdad es equivalente a un resultado. En cambio el ser cristiano es lucha contra el mundo y contra lo establecido. Para el cristiano la verdad no es un resultado sino que es el camino de la vida.
En referencia a lo que decís que Kierkegaard niega los derechos de las mujeres, me parece que él no le niega nada a nadie, ni los derechos a tener derechos. No es que el diga que sólo las cristianas pueden tener derechos mientras las otras no, lo que dice es que si se es cristiana es justamente por estar mirando hacia otro lugar. La mujer cristiana si quiere puede luchar por los derechos civiles de la mujer, eso no la hace no cristiana, porque la exterioridad no es lo determinante.
La idea de Kierkegaard no es acceder a la igualdad como si ser cristiana fuera una especie de requisito o paso a seguir. Además la igualdad en lo exterior no seria algo asequible a través de “volverse cristiano”y ser cristiano no es ni ir a misa ni es algo que yo con mi voluntad pueda hacer.
Ser cristiano tiene que ver con la manera en que vos te apropiás de lo exterior. No es una invención de la imaginación ni de la subjetividad alejada de la realidad del día a día.
Kierkegaard dice en “Ejercitación del cristianismo” “... Cristo compara la verdad con un alimento y el apropiársela con el comer; pues de la misma manera que, corporalmente, el alimento al ser apropiado (asimilado) mantiene la vida, así también, espiritualmente, la verdad da la vida y mantiene la vida, es la vida” (pág 280).
Y en “El concepto de la angustia” bajo el seudónimo de Vigilius Haufniensis dice que “la apropiación interior es el secreto del diálogo”
Pienso en nuestro diálogo y en el diálogo entre lo exterior y lo interior.
Tanto para el hombre como para la mujer lo determinante es su deber ( en un sentido cristiano) como singulares para con su prójimo y no un deber que surja de una generalidad exterior y universal.
 
JULIETA:
 Está bien. Voy a darte una respuesta que es posible que no nos haga avanzar mucho, pero, al menos, aclarará algunos puntos. Voy a citar las frases de Kierkegaard que, para mí, son importantes:
Kierkegaard sí dice que la mujer debe estar subordinada al hombre. Cito: “[…] lo exterior permanece como estaba; pues el varón ha de ser el dueño de la esposa, ella sometida a él; pero en la interioridad todo ha cambiado”.
Otra cita: “Necios seres humanos se han afanado neciamente en nombre del cristianismo para que a los ojos mundanos la mujer estuviera equiparada en igualdad de derechos con el hombre”. Vale decir, los seres humanos que se han afanado “en nombre del cristianismo para que a los ojos mundanos la mujer estuviera equiparada en igualdad de derechos con el hombre” son necios. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “necio” significa “ignorante”, “falto de razón”, “terco”.
Otra cita: “El cristianismo jamás ha exigido ni deseado semejante cosa [la igualdad de derechos de la mujer]”. Kierkegaard no dice que el cristianismo es indiferente a la igualdad de derechos. O que la igualdad no es lo determinante. O lo importante. O lo decisivo. Y que, por lo tanto, puede haber igualdad de derechos o no. Dice que el cristianismo no exige esa igualdad y tampoco la desea.
Última cita: “Él [el cristianismo] lo ha hecho todo por la mujer, en el caso de que ella cristianamente quiera contentarse con lo cristiano; y si no lo quiere [si no quiere contentarse con lo cristiano], entonces ganará sólo una mediocre compensación, en esa pizca de exterioridad que ella mundanamente pudo arrogarse, por lo que ha perdido”. Vale decir, si no quiere contentarse con lo cristiano, con esa igualdad sólo ante Dios y en la interioridad, pero no en la exterioridad, entonces “ganará sólo una mediocre compensación [...] por lo que ha perdido”. La mediocre compensación es la igualdad exterior. Y lo que ha perdido es la igualdad ante Dios.
El hecho de que la mujer pierda “lo cristiano” al ganar la “mediocre compensación” significa que el planteo de Kierkegaard es excluyente. Para ganar “lo cristiano”, la mujer debe renunciar a la igualdad de derechos. Y si quiere la igualdad de derechos, entonces perderá “lo cristiano”. Nuevamente, considero que la conclusión de este planteo es que Kierkegaard convalida un statu quo (el de su época) en el que la mujer estaba sometida y subordinada al hombre y le dice a la mujer (o le advierte) que querer salir de esa dominación y subordinación no es una empresa que valga la pena. Puede ser que me equivoque.
 
ERICA:
El planteo no es excluyente, la mujer no debe renunciar a nada porque no hay nada que en la exterioridad me pueda referir de manera directa a la interioridad (esto sería pensar de manera exterior lo exterior). La relación entre interior y exterior no es una relación de transparencia.
Por otro lado,
La igualdad ante Dios es la igualdad del prójimo también, o sea que yo soy igual a los demás en cuanto prójimo, los demás son iguales para mí en cuanto son prójimos.
Son iguales pero diferentes, o sea que son singulares, en Kierkegaard ser un singular no es algo que se sea de nacimiento, igual que ser cristiano ( en realidad son términos equivalentes), sino que es algo que hay que hacer. Esto no es una solución para la existencia sino que es una pregunta que el yo entendido dialécticamente puede hacerse.
En Dios está el prójimo y en el prójimo está Dios.
Creo que hay una confusión si se entiende la interioridad como algo abstracto que no tiene ninguna relación ni ninguna importancia en la vida cotidiana. Porque la pregunta decisiva es si se está dispuesto a perderlo todo (perder lo mundano) para ganarlo todo (en lo eterno).
Kierkegaard dice que uno después recupera el mundo, pero no es el mismo mundo, el mundo se transforma. Él habla de eso en “Temor y temblor” cuando se refiere a Abraham y a su hijo Isaac, dice que el padre se hace padre cuando empuña el cuchillo para matar a su hijo, no sólo se hace padre de Isaac sino también el padre de la fe. Dios lo llama a Abraham por su nombre y él se siente llamado como singular, es a él a quien se llama. Mundanamente hablando él es un asesino pero para el cristianismo ha ganado la eternidad.
O sea que tu vida se modifica apuntando a la interioridad, porque la interioridad es la vida. Cuando uno en el instante tiene contacto con la verdad su vida se modifica de la manera más radical.
 
JULIETA:
 La última parte de tu respuesta me recuerda un fragmento del libro El segundo sexo, escrito por la filósofa Simone de Beauvoir, en el cual ella habla de la angustia. Cito el fragmento:
“Negarse a ser el Otro, negar la complicidad con el hombre sería, para ellas [las mujeres], renunciar a todas las ventajas que les puede conferir la alianza con la casta superior. El hombre-soberano protegerá materialmente a la mujer-vasallo, y se encargará de justificar su existencia; junto con el riesgo económico, la mujer esquiva el riesgo metafísico de una libertad que debe inventar sus propios fines sin ayuda. En efecto, al lado de la pretensión de todo individuo de afirmarse como sujeto, que es una pretensión ética, también hay en él la tentación de huir de su libertad y constituirse en cosa; ése es un camino nefasto, por pasivo, equivocado y perdido, y entonces resulta presa de voluntades ajenas, mutilado en su trascendencia y frustrado de todo valor. Pero es un camino fácil: así se evitan la angustia y la tensión de la existencia auténticamente asumida. El hombre que constituye a la mujer como en Otro encontrará en ella, pues, complicidades profundas. Así, la mujer no se reivindica como sujeto, porque carece de los medios concretos, porque experimenta el vínculo necesario que la sujeta al hombre sin plantearse la reciprocidad, y porque a menudo se complace en su papel de Otro”. Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Ediciones Siglo Veinte, 1987, página 17.
 
ERICA:
 De la cita me parece que habría que pensar mejor qué significa poner en un mismo nivel un riesgo metafísico y un riesgo económico. Kierkegaard dice que de lo exterior no se puede deducir que haya o no ningún riesgo de otra especie. Por eso creo que Beauvoir está plenamente en la exterioridad, atada por oposición al marido proveedor o al Estado, suponiendo que la libertad o el riesgo están en esa lucha por la obtención de derechos.
La libertad económica no es para Kierkegaard la libertad real. Él no usa el término sujeto, sino, como ya dije anteriormente, la palabra singular. Llegar a ser uno en su libertad no tiene nada que ver con el orden de lo ético, sino con el problema de la verdad ( que no está regida por ninguna moral ni por ninguna estética de lo inmediato).
Si así se pretende evitar la desesperación, no se evita nada ya que evitando la angustia uno está desesperado, pero también uno puede pensar que no está desesperado e igual estarlo.
 
JULIETA:
 Beauvoir no pone en un mismo nivel el riesgo económico y el riesgo metafísico. Lo que ella dice es que la mujer, al subordinarse al hombre, esquiva ambos riesgos a la vez. Esto no quiere decir que sean riesgos iguales o equivalentes o del mismo tipo. Beauvoir dice, simplemente, que la mujer los esquiva a ambos al mismo tiempo. Al subordinarse al hombre, esquiva el riesgo económico, cuando deja o permite que el hombre la mantenga. Y al subordinarse al hombre, esquiva el riesgo metafísico, cuando deja o permite que el hombre (un otro y no ella misma) justifique su existencia. El riesgo metafísico, creo, es el riesgo de asumir tu propia existencia, de inventar tus propios fines por vos misma y para vos misma, sin dejar o sin permitir que otro te los invente por vos y para vos. Es el riesgo de inventarte tu propia vida. En este punto, creo que Beauvoir es muy existencialista. No hay esencias: vos tenés que inventarte a vos misma. No hay sentidos dados de antemano: vos tenés que buscarte el sentido de tu vida sin ayuda de nadie. Ése es el riesgo metafísico. Si te subordinás a otro, entonces ya no hace falta que te inventes nada ni que busques ningún sentido. Así evitás el riesgo.
Entiendo que, para algunas concepciones filosóficas, la libertad pueda estar exclusivamente del lado de lo interior. Sin embargo, considero que la libertad tiene, al menos, dos dimensiones distintas. Por ejemplo, por más que seas libre interiormente, si luego tu marido no te deja trabajar o administrar tus bienes o si le tenés que pedir permiso para salir, entonces hay una dimensión en la que no sos libre. O, peor aún, si sos libre interiormente, pero vivís en una sociedad en la que no podés votar o estudiar (como sucedía hasta no hace mucho) o en la que no podés ejercer determinadas profesiones o realizar determinadas actividades o te encontrás en situaciones de mayor riesgo para tu salud y tu vida porque sos mujer, entonces hay una dimensión en la que no sos libre. Me parece que las dos libertades son importantes: la interior y la exterior. Cada persona tendría que tener libertad para ser la persona que quiera ser y para hacer lo que tenga ganas de hacer, sin que nadie se lo impida o se lo prohíba (dentro de ciertos límites razonables).
Más allá de lo que Kierkegaard entienda por libertad, el sentido de libertad en el que estoy pensando es un sentido más bien formal. En este sentido, la libertad sería libertad para o ausencia de obstáculos para. Libertad para ser cristiana o kierkegaardiana o existencialista o feminista (sin importar cómo o por qué llegué a ser eso que soy) y para poder obrar y vivir en consecuencia con eso que soy o que llegué a ser.
Con respecto a la frase que dijiste: “evitando la angustia una está desesperada, pero también una puede pensar que no está desesperada e igual estarlo”, la comparto plenamente. Y creo que Beauvoir también la compartiría. Según lo que dice esta escritora, la mujer intenta evitar la angustia de asumir el riesgo de su propia existencia subordinándose al hombre, cosificándose, pero, en verdad, así no evita nada, sólo cree que lo evita. La mujer, tanto como el hombre, debe asumir su propia existencia y su propia libertad.
 
ERICA:
 Para ir cerrando este diálogo ( o para ir abriéndolo) me parece que es fundamental pensar en la manera en que hablamos y vivimos la libertad.
Creo, como ya vengo diciendo, que no podés ser libre si pensás que podés ser lo que vos quieras ser. No se trata de lo que vos quieras en relación a por ejemplo un marido que parece que si te deja ser lo que vos quieras entonces ahí si podrás ser libre porque luchaste y venciste contra un mandato patriarcal o contra el Estado.
El ser en Kierkegaard es posibilidad, no se trata de lo que vos quieras, sino de lo que podés ser, poder como posibilidad y no como autoafirmación de la voluntad. Ahí se juega la libertad en la interioridad.
En cambio la libertad que se gana estando atado al mundo, guiado por un deber ser universal y ético ( porque la subjetividad entendida como un yo que quiere poder también está bajo la generalidad del deber), esta libertad exterior si que es una mediocre compensación, usando una frase kierkegaardiana, es pura charlatanería.
Kierkegaard dice que esto es desesperación, la desesperación de querer uno ser si mismo.
En esta desesperación, dice en “La enfermedad mortal” “...pretende el yo, desesperadamente, disponer de sí mismo, o ser su propio creador, haciendo de su propio yo el yo que él quiere ser, determinando a su antojo todo lo que su yo concreto ha de tener consigo o ha de eliminar” (pág 107)
Pero justamente este yo que quiere ser sí mismo es el que está más lejos de ser si mismo. Kierkegaard lo llama un yo hipotético, dice en “La enfermedad mortal”: “ Por este camino el yo está tan lejos de lograr llegar a ser cada vez más si mismo, que en realidad lo único que hace es dejar cada vez más al descubierto que se trata de un yo hipotético. El yo en este caso es su propio señor, su propio dueño, y esto, según se dice, de una manera absoluta. Pero cabalmente en esto consiste la desesperación, aunque el desesperado también lo considera como su mayor placer y gozo. Sin embargo, al mirar la cosa más de cerca, no será nada difícil ver que ese señor absoluto no es más que un monarca sin reino y que en realidad sus dominios se extienden en la nada. Por eso su situación y su autoridad nunca dejan de estar sometidas a la ley dialéctica de la legitimidad de la rebelión. Porque en definitiva todo depende aquí de la arbitrariedad del mismo yo” (pág 108).
Es como un yo que pretende ser Dios creándose a si mismo, cuando en realidad para ser si mismo la exigencia es la de quedarse sólo frente a la verdad.
 Julieta: creo que la diferencia radical entre estas dos voces que encarnamos surge claramente de tu última apreciación acerca de la cita de Beauvoir.
Si bien Kierkegaard también estaría de acuerdo en que si alguien pretende de otro que justifique su vida no evita la desesperación sino que está desesperado; ésta es para Kierkegaard sólo una de las formas de la desesperación ( la de no querer ser sí mismo)
Pero el habla de otra forma de la desesperación que es la de querer ser sí mismo.
Pienso que este tipo de desesperación se ve encarnada en tu idea de querer poder ser la persona que quieras ser, ésta es la auténtica desesperación. Creo que en lo que decís hay un afán por cerrarse en ese yo que quiere ser si mismo, y esto es desesperación.
Y además creo que cuando decís que “cada persona tendría que tener libertad para ser la persona que quiera ser” borrás de un plumazo al “tú”, a cada uno, al singular, ya que por un lado cada persona no es alguien y por otro lado ese “tendría” supone un plano de idealidad que es el esencialismo del cual haces adscripto a Kierkegaard erróneamente.
Por eso yo pienso que tu voz encarna una posición ética. Hay una cita que nos puede iluminar esta posición en “El concepto de la angustia”:
“la ética muestra la idealidad como tarea (...) de la ética se puede decir lo que se afirma de la ley, que es un maestro de la disciplina, cuyas exigencias meramente condenan, pero no dan vida (...) en correspondencia con la realidad siempre intentará presentarse como la tarea de todos los hombres, queriendo hacer de cada uno de ellos el hombre verdadero”(pág 40/41).
En este punto creo que sería un buen momento para cerrar el diálogo y abrir el debate.
 
 
Bibliografía:
 
Simone de Beauvoir “El segundo sexo”, Ediciones Siglo Veinte, 1987.
Soren Kierkegaard “El concepto de la angustia”.
Soren Kierkegaard “Ejercitación del cristianismo”, Ediciones Guadarrama, Madrid.
Soren Kierkegaard “La enfermedad mortal” Ediciones Alba Libros , Madrid, 1998.
Soren Kierkegaard “Las obras del amor” Ediciones Sígueme, Salamanca, 2006.
Soren Kierkegaard “Temor y temblor”, Ediciones Losada, 2003.
 
 
 

Volver

Usted es bienvenido a contactarse mediante el siguiente formulario:

(*) Campos requeridos

Para quienes estén interesados en enviarnos alguna nota, artículo o comentario pueden hacerlo en este espacio:

(*) Campos requeridos

 
Carlos Calvo 257 - C1102AAE Buenos Aires - Argentina -
Ir arriba