GLADIS MIRTA WIERSMA: "Lo insignificante y la apropiación significante - La imaginación feminista y una enseñanza kierkegaardiana"
(Universidad de Villa María - Córdoba)

Después de varios años de lecturas reiteradas aunque sin continuidad de algunos textos kierkegaardianos[1] y de ciertos intérpretes[2] por vez primera, y para esta circunstancia, escribo acogiéndome a las reflexiones de aquel al cual los historiadores denominan filósofo[3] y algunos filósofos consideran como el padre del existencialismo[4]. Kierkegaard, a pesar de la distancia temporal y de las diferencias que mantengo con su pensamiento, en varias y diversas ocasiones, ha logrado sosegarme y aliviarme con respecto a planteos los cuales alteraban en cierta medida mis razonamientos y mis creencias[5].
La demora en redactar algo sobre este escritor religioso obedecía, en parte, a la admiración y al respeto que le guardo y le he guardado durante diecisiete años. Pero también me refrenaban, para afrontar una composición sobre su pensamiento, las características tan peculiares de sus obras y discursos los cuales considero irrepetibles e inimitables en estilo y profundidad.
No obstante, el tema propuesto para estas Jornadas ha logrado sacudir y ahuyentar estos reparos. Acaso ¿no son las diferencias entre los objetivos de la lucha de género y los del escritor danés, además de las existentes en cuanto a la metodología y a las cuestiones neurálgicas de ambos –por nombrar algunos aspectos en discordancia–, abismales y difícilmente conciliables? Ciertamente, reconozco la similitud y el acercamiento con respecto a los supuestos últimos entre ambas perspectivas contemporáneas, esto es, la pura relación[6] o el, también llamado usualmente, panrelacionismo o relacionismo[7]. Como también reconozco que no es la primera vez que Kierkegaard pasa a engrosar aquellas filas en las cuales, entiendo, no hubiera anhelado involucrarse[8]. Sin embargo, me sigue costando para este evento y por convencimiento intelectual desligarme de la sugerencia de Kierkegaard: “o lo uno o lo otro”, la cual intenta romper toda dialéctica y toda síntesis de contrarios. Por ello, aunque el tema propuesto: “Ser hombre, ser mujer, ser uno, ser otro”, orienta hacia la ubicación y estudio de estos elementos presentes en las obras de Kierkegaard, permítanme detenerme en un encuadre más amplio el cual permita visualizar, en grandes líneas y con respecto a ciertos aspectos, las desigualdades entre las propuestas de la teoría de género y la del pensar de Kierkegaard, aún a riesgo de concluir reconociendo más afinidades que discrepancias.
Nos dice Ricoeur:
“... Kierkegaard es una ‘excepción’. Se debe no sólo repetirlo, sino profundizar en esta convicción –es decir, leer a Kierkegaard, para después dejarlo ser lo que es ... Repito: dejarlo ser lo que es; no sirve de nada corregirlo, confutarlo, completarlo.... Nietzsche decía: ‘¡No se confuta un sonido!’. Lo que no se confuta en Kierkegaard es el existente ... No se confuta a Kierkegaard: se lo lee, se lo medita, y después se persigue su fin: ‘la mirada atenta sobre la excepción”[9].
Quizás el señalamiento de la “excepción”, la cual también es tenida en cuenta por la teoría de género, no alcance para borrar la heterogeneidad manifiesta entre el feminismo secular y las aspiraciones del autor cristiano porque aún entre las nociones de “excepción” de ambos encontramos desemejanzas. Por ello, sólo intento, en esta oportunidad, hacer presente a Kierkegaard mediante un “lujo”, así llama él a uno de sus escritos al cual consideró además un “librito... (sin) autoridad de magisterio ... insignificante (sic) como el lirio y el pájaro”[10]. De esta manera, espero poder atender al nombre que caracteriza a estas Jornadas: “Kierkegaard”, e indirectamente[11] al lema convocante de este año 2007.
Para comenzar, conviene presentar aunque más no sea aproximadamente aquello que entiendo por filosofía de género. Para ello, evoco un texto de Nancy Fraser del año 2004[12] en el cual relata cuáles han sido los derroteos de la imaginación feminista. Delimita, de esta manera, los contornos y matices que ha ido adquiriendo este proyecto desde los comienzos de la segunda ola, en la década de los sesenta, hasta lo sucedido después del once de setiembre del 2001.
La autora se desprende de la narrativa progresista de una historia del feminismo la cual lo aprecia como un movimiento cada vez más amplio, y si bien reconoce sus logros propone una historia del feminismo conectada con los hechos históricos mundiales y “menos auto-complaciente”[13]. Considera a la segunda ola dividida en tres fases. La primera fase se desarrolló en los países del primer mundo, América del Norte y Europa Occidental, durante la llamada “Edad Dorada”[14] posterior a la Segunda Guerra Mundial. En esa época, en la década de los sesenta, surgieron los llamados “nuevos movimientos sociales” opuestos, por ejemplo, a la segregación racial, la guerra de Vietnam, la represión sexual. Alternando con estos movimientos y además impulsado por la Nueva Izquierda, el feminismo amplió el imaginario político economicista ajustado a los problemas de la distribución entre las clases sociales hacia las diversas formas de dominación masculina.
En la segunda fase, la cual se origina a partir de 1989, se produce un giro: se pasa de promover la igualdad a valorizar la diferencia. El feminismo se centra en las cuestiones culturales, en la política del reconocimiento. Mientras, se produce la caída del comunismo y el resurgimiento del neoliberalismo. Las feministas, según Fraser, descuidaron en esta etapa la redistribución igualitaria y, de este modo, colaboraron aunque sin intención con el neoliberalismo el cual acabó instalándose en EEUU. No obstante Fraser alega que este deslumbramiento por la política de identidad fue general, incluso, sostiene, “mundial”[15].
En EEUU, el neoliberalismo tuvo en cuenta la “guerra contra el terrorismo”[16] y los valores familiares, movilizó los estereotipos masculinos y resultó ser efectiva su campaña. Además, y en opinión de Fraser, “muchos observadores” destacaron cómo la derecha obtuvo “cierto éxito” describiendo a las feministas “como elites profesionales y humanistas seculares que no tenían sino menosprecio por las mujeres comunes, en especial, las mujeres religiosas y de la clase obrera”[17]. Si bien reconoce Fraser la falsedad de esto, en un cierto nivel, acepta, no obstante, el fracaso del feminismo para atraer a las mujeres cristianas evangélicas.
“... muchas mujeres de la clase obrera en los EEUU obtienen algún beneficio de esta ideología (el evangelicalismo), algo que les confiere sentido a sus vidas. Pero las feministas no han logrado entender de qué se trata y cómo funciona. Ni tampoco hemos resuelto de qué modo hablarles o qué feminismo ofrecerles a cambio”.
“Me he detenido (nos dice Fraser) en este ejemplo peculiarmente americano porque es emblemático del contexto más amplio de nuestra época histórica ... un tiempo de declinante seguridad...”[18].
Sin embargo, Fraser recurre a Foucault el cual ayudaría a considerar al evangelicalismo como una especie de “tecnología del cuidado de sí mismo”[19] conveniente al neoliberalismo en cuanto éste produce inseguridad al reducir las protecciones propias del bienestar social.
Actualmente, el feminismo transita la llamada tercera fase de la segunda ola y se encuentra instalado en Europa. Mientras en Estados Unidos –el país el cual había alcanzado ser “el referente más avanzado de la teoría y de la práctica”[20] feminista– la situación adversa instalada después del once de setiembre ha producido en el movimiento un “impasse”.
Para Nancy Fraser el futuro político del feminismo depende del posicionamiento ante lo ocurrido durante la segunda ola y de cómo sea posible reinventar el imaginario feminista para un mundo globalizante. La tarea consistirá según la propuesta de Fraser en desarrollar una política tridimensional que abarque la política de la redistribución, la política del reconocimiento y la política de la representación. En palabras de la autora:
“... las feministas tienen que trabajar con otras fuerzas progresistas para crear sistemas de protección del bienestar social igualitario y sensible al género a nivel transnacional. Además, tienen que aliarse para integrar dichas políticas de redistribución con políticas de reconocimiento igualitarias y sensibles al género que sean representativas de la multiplicidad cultural europea. Por último, deben llevar a cabo todo esto sin fijar fronteras exteriores, y garantizar que la Europa transnacional no se convierta en la fortaleza Europa para no replicar las injusticias del encuadramiento erróneo a una escala más amplia”[21].
Resta todavía ahondar en este proyecto de género[22], por ejemplo, refiriendo lo acontecido en Latinoamérica[23], pero nos propusimos para esta ocasión otra meta más acotada. Vayamos, pues, a Kierkegaard.
Recordemos, la obra kierkegaardiana Los lirios del campo y las aves del cielo escrita entre los años 1847 y 1849 comprende tres series de discursos. La primera serie escrita en 1847, contiene tres discursos y se titula: “Lo que aprendemos de los lirios del campo y de las aves del cielo”. Con esta serie Sören aspira a que el hombre aprenda a: “contentarse con ser hombre”. La segunda serie de 1848 abarca siete discursos cristianos reunidos con la denominación: “Las preocupaciones de los paganos”. Entre las preocupaciones nombra Kierkegaard a la pobreza[24], la abundancia[25], la pequeñez[26], la grandeza[27], la temeridad[28], la preocupación del atormentarse[29] y la de la indecisión, de la inconstancia y del desaliento[30]. Mediante estas meditaciones Kierkegaard enseña: “qué glorioso es ser hombre”. Además, tematiza acerca de la naturaleza, el Cristianismo y el paganismo. La última serie de 1849, “El lirio en el campo y el pájaro bajo el cielo”, comprende tres discursos piadosos. En estos discursos trata “qué felicidad está prometida a quien es hombre” abordando los temas del silencio en la oración[31], la obediencia[32] y la alegría de la fe[33].
Al comienzo, en el prólogo de la primera serie, Kierkegaard expresa un deseo con respecto a su “librito”. Así nos dice que “espera encontrar lo único que busca: un buen destino”[34]. Y agrega “que se lo apropie significativamente (sic) aquel individuo a quien llamo con alegría y agradecimiento: mi lector”[35]. El anhelo de Kierkegaard consiste en que un individuo, tan sólo uno, aquel al cual llama “mi lector” se apropie, es decir, haga suyo, aquello que él, Sören Aaybe Kierkegaard, con nombres y apellido, enseña mediante sus discursos[36].
A continuación del prólogo Kierkegaard coloca una breve oración. En ella, primeramente, Sören invoca a Dios llamándolo “Padre”. Hay un Padre, Quien está en los cielos, es decir, al parecer alejado, no obstante, Él ha instituido como maestros de los hombres a los lirios y a las aves. Ningún hombre, por lo tanto, queda eximido de estas enseñanzas y de estos maestros.
Kierkegaard también considera a Dios Padre como el único Dador de todo bien y perfección. Se recuerda que es el Único porque a Él debemos recurrir para que preste su ayuda al afligido, para que éste sepa aprender de los maestros instituidos por Dios mismo: los lirios y las aves. Sin embargo, esto no dispensa al hombre de “buscar lo primero el Reino de Dios”[37].
Seguidamente de la oración transcribe unos versículos del Evangelio de San Mateo:
“Nadie puede servir a dos señores... No podeis servir a Dios y a las riquezas... Mirad como las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros ... Mirad a los lirios del campo como crecen: no se fatigan ni hilan ... No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso ... Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis, pues, por el mañana ... bástale a cada día su afán”[38].
En el comienzo del primer discurso podemos encontrar un tema común con la teoría de género: los afligidos. Según su modalidad, Kierkegaard se centra en la particular situación del sufriente. Primeramente, nos advierte que el mensaje del Evangelio muestra interés por los afligidos para cuidarlos “de la manera adecuada[39]. Suele suceder que el afligido no desea palabras de consuelo o esperanza. Está convencido que ningún hombre puede ser capaz de aquietar su pena ya que el dichoso no puede comprenderlo ni el fuerte y si se tratara de otro afligido éste sólo aumentaría aún más su pena. Por ello, son los lirios del campo y las aves del cielo, los “maestros baratos”[40], los cuales no humillan, no reprochan, no juzgan, no exasperan, es decir, no muestran ningún tipo de incomprensión. Estos maestros “callan”. Y esto es lo mejor que pueden hacer frente al apenado porque “toda incomprensión proviene del hablar, o más exactamente, de que el discurso, especialmente tratándose de un diálogo, contiene una confrontación”[41]. Asimismo, la mirada de otro hombre implica otra forma de confrontación. “Porque ningún hombre puede estar presente, aunque calle, sin que su presencia no signifique nada comparativamente”[42]. Por ello, sólo en la contemplación de las aves y de los lirios el hombre afligido puede aprender a contentarse con ser hombre.
Se trata, pues, de apreciar la importancia de lo barato, de lo insignificante, de lo que no cuesta ni un centavo ni requiere de trámites burocráticos ni de leyes ni de acuerdos internacionales. Se trata, pues, de atender al malestar que siente el afligido frente al fuerte, frente al alegre, frente a aquel que se le acerca para consolarlo. Ante esta confrontación, ante esta incomprensión, reitero, el afligido sólo encuentra consuelo y ayuda en quienes lo pueden entender: el pájaro o el lirio callados.
Sólo hemos referido sucintamente algunas páginas de esta obra de Kierkegaard y estas solas ya pueden bastar para mostrar ciertas disparidades entre el imaginario de género y los empeños de Kierkegaard. Pero sigamos un poco más adelante y detengámonos, por ejemplo, en los discursos de la serie titulada: “Las preocupaciones de los paganos”. Allí reitera estas palabras: “ ‘No os preocupéis, pues, preguntando: ¿Qué comeremos?, o ¿qué beberemos? Los paganos se afanan por todo eso.’ (y agrega) Ya que el pagano rico tiene esta preocupación (sic)”[43]. Y más adelante subraya: “Según la doctrina del cristianismo, solamente hay un rico: el cristiano”[44].
Podríamos continuar deteniéndonos en cada palabra y párrafo de estos trece discursos pero conviene que esta tarea la realice cada uno, es decir, optar por continuar o no cada uno su lectura y la apropiación significante de ésta y de toda la obra kierkegaardiana.
Como puedo anticipar, desde una perspectiva feminista secular, este escrito puede ser considerado el planteo típico de una mujer domesticada que presenta elementos regresivos los cuales consecuentemente avalan una política conservadora y por tanto adversa a la lucha feminista. No me cabe duda que desde el imaginario feminista pueda ser así. Acepto que puedo estar equivocada pero así como puedo equivocarme ¿acaso no existe igual posibilidad[45] de error con respecto a la retórica y a la práctica del feminismo? Quizás no se trate de excluir o sumar o acoplar o inventar. Quizás haya que rever y evaluar las posibilidades y dificultades del supuesto: el relacionismo.
Por ahora, me basta señalar que podremos coincidir o no con el todo o con algunas partes del pensamiento de este escritor religioso cristiano, pero aquel que recurra a sus obras no podrá evitar, reitero, la opción que él mismo como autor le propone a su lector: la apropiación significativa o no de su obra, la cual él mismo considera algo insignificante.
El afligido encuentra alivio, alegría, en lo insignificante. Ésta es una enseñanza, una enseñanza del maestro Kierkegaard. 

[1] Principalmente, Las obras del amor. Meditaciones cristianas en forma de discursos, Ed. Guadarrama, Madrid, 1965, 2 tomos; y Los lirios del campo y las aves del cielo. Trece discursos religiosos, Ed. Guadarrama, Madrid, 1963. Además, El Instante, Ed. Trotta, Madrid, 2006; Escritos de Søren Kierkegaard. Volumen 1. De los papeles de alguien que todavía vive. Sobre el concepto de la ironía, Ed. Trotta, Madrid, 2006, 1ra. reimpresión; La repetición. Un ensayo de Psicología experimental. Constantin Constantius, JVE Psiqué, Bs. As., 1997; Mi punto de vista, Aguilar, Madrid, 1988; Cartas del noviazgo, Ed. Siglo Veinte, Bs. As., 1979; Diario de un seductor, Ediciones 29, Barcelona, 1971; La enfermedad mortal (o de la desesperación y el pecado), Ed. Guadarrama, Madrid, 1969; Estudios estéticos II. De la tragedia y otros ensayos, Ed. Guadarrama, Madrid, 1969; Dos diálogos sobre el primer amor y el matrimonio, Ed. Guadarrama, Madrid, 1961; Ejercitación del Cristianismo, Ed. Guadarrama, Madrid, 1961; Tratado de la desesperación, Santiago Rueda Editor, Bs. As., 1941.
[2] Entre ellos: FAZIO FERNÁNDEZ, M.R., Un sendero en el bosque, Educa, Bs. As., 2007; AA.VV., Kierkegaard vivo. Una reconsideración, Ediciones Encuentro, Madrid, 2005; VARDY, Peter, Kierkegaard, Herder, Barcelona, 1997; VIALLANEIX, Nelly, Kierkegaard. El único ante Dios. Herder, Barcelona, 1977.
[3] Kierkegaard se considera autor religioso. Ver Diario, IX A 155.171.212.218 citado por FAZIO FERNÁNDEZ, M.R., Un sendero..., op.cit., p. 53 s..
[4] Ver por ejemplo, PRINI, Pietro, Historia del existencialismo. De Kierkegaard a hoy, Herder, Barcelona, 1992.
[5] Por ejemplo de mucha utilidad me resultó la lectura deKIERKEGAARD, S.A., La repetición..., op.cit..
[6] Ver CORTI, Myriam y PÉREZ, J.R., El corazón racional. (Heidegger – San Anselmo). Amor y Verdad III, Ed. Alfa-beta, Córdoba, 1995. Ver “Martin Heidegger: corazón racional del siglo XX”, p.15.
[7] Así lo llama R. RORTY, cfr. ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo, F.C.E., Bs. As., 1997, pp. 43 ss..
[8] “Quizás uno de los filósofos de toda la historia de la filosofía sobre el que se han hecho interpretaciones de lo más diversas y contrapuestas sea Sören Kierkegaard. Padre del existencialismo moderno –incluso del que niega la trascendencia– para algunos (E. Paci), del personalismo cristianos para otros ( L. Polo), sustentador del realismo ontológico (C. Fabro), o carente de una profunda metafísica del ser para otros intérpretes ( F. Capucci, R. Jolivet), su pensamiento es signo de contradicción” (FAZIO FERNÁNDEZ, M., Un sendero..., op.cit., p. 51).
[9] RICOEUR, P., Kierkegaard: La filosofía e l’ eccezione, Brescia, Morcelliana, 1995, pp. 44-45. Citado por FAZIO FERNÁNDEZ, M.R., Un sendero..., op.cit., p. 239 s..
[10] KIERKEGAARD, S.A., Los lirios del campo..., op.cit., Prólogo, p. 33.
[11] Tenemos en cuenta el método indirecto de Kierkegaard. Cfr. KIERKEGAARD, S.A., Mi punto de vista, Aguilar, Madrid, 1988.
[12] FRASER, N, “Cartografía de la imaginación feminista. De la redistribución al reconocimiento, a la representación”. Ensayo preparado para la disertación inaugural de la Conferencia sobre “Igualdad de género y cambio social”, en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, 2004. Versión enviada a la conferencia sobre “Género en movimiento”, Universidad de Basel, marzo 2005. Ponencia plenaria de las VIII Jornadas de Historia de las mujeres y III Congreso Iberoamericano de Estudios de Género, UNC, 25 al 28 de octubre de 2006, mimeo, 12 pp..
[13] Ibid., p. 2.
[14] Ibid., p. 3.
[15] Ibid., p. 6.
[16] Ibid., p. 7.
[17] Ibid., p. 8.
[18] Ibid., p. 9.
[19] Ibidem. Cfr. FOUCAULT; M., Las tecnologías del yo, Paidós, Barcelona, 1989.
[20] FRASER, N., “Cartografía...”, op. cit., p. 1.
[21] Ibid., p. 11.
[22]Para ahondar aún más en la propuesta feminista se puede recurrir, por ejemplo, a María Luisa FEMENÍAS. Ver. FEMENÍAS, M.L., El género del multiculturalismo, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2007.
[23] Ver AA.VV., De mujeres, hombres y otras ficciones. Género y sexualidad en América Latina, coedición de Tercer Mundo Editores del Grupo TM, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2006. 
[24] Cfr. KIERKEGAARD, S.A., Los lirios..., op.cit., pp. 115-127.
[25] Cfr. Ibid., pp. 128-145.
[26] Cfr. Ibid., pp. 146-160.
[27] Cfr. Ibid., pp. 161-176.
[28] Cfr. Ibid., pp. 177-189.
[29] Cfr. Ibid., pp. 190-204.
[30] Cfr. Ibid., pp. 205-219.
[31] Cfr. Ibid., pp. 229-243.
[32] Cfr. Ibid., pp. 248-263.
[33] Cfr. Ibid., pp. 264-276.
[34] Ibid., Prólogo, p. 33.
[35] Ibidem.
[36] Ver además KIERKEGAARD, S.A., Las obras del amor..., op.cit..
[37]Ibid., p. 230. Ver además pp. 230-243.
[38] Ibid., p. 35.
[39] Ibid., p. 37.
[40] Ibid., p. 38.
[41] Ibidem.
[42] Ibidem.
[43] Ibid., p. 141.
[44] Ibid., p. 144 s..
[45] La posibilidad siempre tiene dos alternativas. Ver KIERKEGAARD, S.A., Las obras del amor..., op.cit..

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