JORGE FABIO BOSO: "Angustia y situación: condiciones para pensar la subjetividad"
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      A partir de lo que entendemos como vigente del pensamiento de Sören Kierkegaard, y en continuidad con indagaciones precedentes[1], planteamos aquí la necesidad de reflexionar acerca de la angustia como experiencia ontohistórica para pensar la subjetividad en la trama situacional en la que devenimos unos y otros, hombres y mujeres.
     
      En efecto, ¿A qué aparece anudada la experiencia de la angustia, hoy, cuando los dioses de la tradición han desaparecido del escenario del mundo? Kierkegaard sostiene que el sujeto es angustia. Aquí diremos, intentando establecer una línea de lectura que se agencia de aquel pensamiento, que la angustia es un subjetivante irreducible. O, dicho de otro modo, que el sujeto no es sin angustia. Desde nuestra perspectiva, podemos destacar el carácter ontohistórico de la angustia, para referirnos con ello a una experiencia subjetiva universal, pero anudada a determinadas condiciones epocales que la hacen posible.
 
      El acento colocado en esa trágica condición de ser, constituye un eje de análisis para pensar la subjetividad contemporánea, al trasluz de lo pensado por el filósofo danés. Se replantea así, desde el umbral de una apertura histórica diferente - la nuestra - la pregunta por aquello que está en la base de nuestra condición subjetiva actual, y que tiene que ver con el desafío de cómo podemos hacernos cargo de nuestro presente.
      El pensamiento filosófico de Kierkegaard puede caracterizarse como una “filosofía de la contestación”, en el sentido de que se trata de una respuesta al idealismo hegeliano, contra el cual ella previene. En efecto, puesto que en el momento en que el yo se capta en un discurso universal, se pierde a sí mismo, como acontece con el pasaje de la subjetividad a la filosofía. Precisamente, el peligro de cualquier intento totalizador es que los sujetos no sean la fuente de lo que dicen sino que se entiendan desde cualquier discurso universal.
Dicho de otro modo, para Kierkegaard es imposible traducir la vida interior en términos de vida exterior. Él afirma que es en la interioridad donde el individuo encuentra refugio, puesto que existe una disyunción entre el plano horizontal de lo histórico y el plano vertical de lo eterno. Cobra relevancia así una “filosofía de la posibilidad” respecto de la existencia singular, que “resiste” todo intento de asimilación universalizadora. El concepto fundamental de la angustia se articula de tal manera a esa cuestión, ya que la angustia es una experiencia singular, fundamento de la libertad. En palabras del mismo Kierkegaard:
La angustia es la realidad de la libertad en cuanto posibilidad frente a la posibilidad.
Las numerosas facetas a través de las cuales se presenta Kierkegaard en su producción escrita dan cuenta de la multiplicidad de posibilidades en juego; esto se comprende a la luz de los estadios de la existencia, en los cuales ésta tiene cabida. Así es como Kierkegaard puede referirse a los compromisos fundamentales y los ideales organizadores que están al alcance del existente, y que la experiencia de la angustia involucra. No se trata de una determinación racional sino de una elección; tampoco es una síntesis, sino una alternativa existencial - entre lo estético y lo ético; entre lo ético y lo religioso; o entre lo estético- ético y lo religioso- que exige un salto.
 
Puesto que los estadios de la existencia no mientan un esquema que se corresponda con un orden cronológico, no pueden vivirse todos ellos a un mismo tiempo. En cualquier caso, tienen que ver con la posición que asume el sujeto en tanto decide. De modo que propiciar la verdad subjetiva reclama una puesta en juego que tiene el valor de apuesta, de pasión electiva:
      Te exhorto a la desesperación, no como a un consuelo, como a un estado en el que debes permanecer, sino como a un acto que requiere toda la fuerza, toda la seriedad y todo el recogimiento del alma, pues mi convicción, mi victoria sobre el mundo es que todo hombre que no ha gustado la amargura de la desesperación se ha engañado siempre acerca del sentido de la vida, aun en el caso de que haya conocido en la suya la alegría y la belleza.
Desde esas bases, se puede considerar otra clave para pensar la alternativa: según ella, lo uno o lo otro no quiere decir entonces mantener en suspenso la síntesis dialéctica y optar por uno de los términos de la relación lógica previa a aquella pero incluida en la misma.
     
      La propuesta consistiría más bien en “ir más allá” de la dialéctica, pero no para, cosa paradójica, dialectizarla, sino más bien ir por afuera de ella. Dicho de otro modo, se trataría de poner en juego la alternativa a la dialéctica misma, es decir, la decisión por una opción que le sea totalmente heterogénea.
 
De esa manera Kierkegaard hace de la existencia la fuente de angustia y de riesgo, y de la experiencia personal el origen de la actitud filosófica. La existencia implica un hacerse, aun como cuerpo, en cuyo territorio se inscribe la pregunta por lo que se es. El riesgo de elegir sólo tiene consistencia en el acto personal, donde es la misma libertad el fundamento de la elección.
 
      Tal subjetividad es temor y temblor, porque el sujeto se enfrenta como individuo singular ante lo infinito. Se trata de un pathos existencial en cuyo horizonte aquél aparece atravesado por dos vectores: el tiempo (por el cual rehace momento a momento su vida) y la eternidad (todo su esfuerzo existencial no tiene sentido cabal y definitivo), singularizados en la existencia concreta.
      Así, la constitución de la subjetividad en Kierkegaard supone una posición de sujeto que se sostiene de aquella experiencia fundamental y fundante que es la angustia, a partir de cuya relación con la verdad que singulariza, el sujeto se va configurando propiamente en su libertad.
      Dicho de otro modo: la subjetividad no es sin angustia. Aquí en particular, nos preguntamos por las condiciones que hacen posible aquella experiencia, aunque en un contexto diferente al del filósofo danés. En efecto, según Kierkegaard la paradoja de la fe consiste en que el individuo es superior a lo general, de modo que es él quien determina su relación con lo general por su re­ferencia a lo absoluto, y no su referencia a lo absoluto por su relación con lo general.
      La paradoja no se presta a mediación alguna porque repo­sa en el hecho de que “el individuo es exclusivamente el individuo”. Él, en tanto “caballero de la fe”, va solo con su terrible responsabilidad, no tiene otro apoyo que él mismo; y en eso consiste su habilidad adquirida en un instante. Ahora bien, desde la perspectiva de la subjetividad actual, ¿cómo ligar lo más propio y singular de la angustia con el horizonte de la época?
      Una respuesta puede pesquisarse en el pensamiento filosófico de Badiou, recurriendo a la noción de situación. En el emplazamiento de ésta, hay un suplemento inscripto por una nominación singular, un acontecimiento que rompe con todo lo anterior e inaugura una nueva temporalidad, múltiple e irreducible. Así, una ruptura por el acontecimiento siempre constituye su sujeto en la forma dividida del “no… sino”, y es precisamente esta forma la que porta lo universal. Ya que el “no” es disolución potencial de las particularidades cerradas… mientras que el “sino” indica la tarea, la labor fiel, de la cual los sujetos del proceso abierto por el acontecimiento son los cooperarios.
      Desde esa clave, subsiste una disyunción sin síntesis dialéctica, en cuyo marco, la proposición kierkegaardiana acerca de “lo uno o lo otro” puede leerse en términos del Dos, en tanto es el que permite tensar la urgente decisión de la subjetividad. Por lo mismo, la angustia se inscribe como la precondición que impulsa a crear, en el instante de un acto de coraje responsable del colectivo de su época, las condiciones en que puede advenir lo que nunca ha sido, lo que aún se ignora. De lo que se trata, en suma, es de sostener un pensar en el punto donde una subjetividad procede.
      Subjetividad en tanto hombres/ en tanto mujeres que se determinan como tales en la situación, ya que no pueden pensarse ni vivir con independencia de ella. Pensar, pero también vivir desde la diferencia misma, en tanto ausencia de lo que hay en el otro, en lo otro, en lo otro del otro, a lo cual no se asimila pero con lo que tampoco se complementa como si fueran partes distintas que componen un Uno por agregación de sus elementos.
 
      En ese sentido, pensar las diferencias es no sólo comprenderlas en su ser múltiple, sino poner en acción un pensamiento de la diferencia que implique la suplementación en el compromiso con lo pensable vía un acontecimiento de verdad que nos coacciona a decidir una nueva manera de ser, nos encamina en dirección de otra posición de sujeto. De ahí el necesario reclamo de la angustia en tanto precondición, experiencia ontohistórica que posibilita ese acontecimiento singularizante por el cual llegamos a constituirnos mujeres y hombres.-
 


[1] Boso, Jorge Fabio. “La angustia como condición de subjetividad. Una lectura de Kierkegaard”. II Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía, 9 al 12 de julio de 2007, San Juan, República Argentina.

JORGE FABIO BOSO es Licenciado en Psicología y Profesor en Filosofía. Docente en los cursos de Filosofía y Epistemología de la Facultad de Ciencias Humanas. Integrante del PROICO 4-1-930, Código 22 H/2116: "Tendencias epistemológicas y teorías de la subjetividad: su impacto en las ciencias humanas". Ciencia y técnica. Universidad Nacional de San Luis. E-mail: fboso@unsl.edu.ar 
     

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