CARLOS CASTRILLO: "S. Kierkegaard: Existir entre lo real y lo virtual"
Universidad de Buenos Aires (UBA)

Introducción
¿Se puede racionalizar el pensamiento de Kierkegaard?
¿Se puede alegar y demostrar, contra todo lo dicho, que su filosofía no se contradice con la de Hegel?
¿Se puede enmarcar al estadio religioso como un existir superador entre lo real y lo virtual?
Respondemos afirmativamente a todas estas preguntas y en las próximas líneas intentaremos demostrarlo.

 
  1. La realidad como lenguaje

Para poder racionalizar a Kierkegaard y relacionarlo con Hegel tenemos que postular una hipótesis conceptual que unifica sus perspectivas filosóficas así como la de muchos otros filósofos, pero que por cuestiones de espacio, respecto de estos otros, remitimos al lector a nuestro trabajo de investigación, aún inédito[1]. Esta hipótesis conceptual unificadora es que todo lo que llamamos realidad y en la cual existimos, es el habla, o lenguaje de Dios, y la historia, su huella.

Es un lenguaje, que a diferencia del humano, es inmutable y que podemos reconocer siguiendo los postulados lingüísticos de Saussure[2], Jakobson[3] y Martinet[4]. Lo mutable será nuestra progresiva comprensión del mismo.

Como lenguaje tiene las siguientes características:
  1. Al igual que el humano el hablar de Dios se manifiesta en el espacio y en el tiempo.
  2. A diferencia del humano el hablar de Dios tiene solo dos fonemas básicos, el electrón y el protón.
  3. El hablar de Dios agrega un nivel más de articulación a los dos de las lenguas humanas. El primer nivel se observa en el átomo, el segundo nivel en la molécula y el tercer nivel en las estructuras.
  4. Ese lenguaje se le manifiesta al hombre sensiblemente a través de sus cinco sentidos y no solo por el oído (voz), vista (escritura), o eventualmente tacto (braille).
  5. Está estructurado desde lo racional alrededor del PNC (principio de no contradicción) y jamás lo vulnera en sus leyes naturales que son su sintaxis.
  6. El entendimiento (semántica) puede ser emocional o racional.
  7. El mensaje, siguiendo a Jakobson, puede ser fatico, referencial, emocional, conativo, poético o metalingüístico.
  8. Como señala Kant, se percibe sensiblemente y se entiende luego con la razón lógica -o emocional, agregamos nosotros-.
  9. El hombre, como receptor, forma parte del lenguaje y actúa en él en libertad, pudiendo modificarlo, divulgarlo o bien tergiversarlo, dentro de las leyes que lo rigen y que no puede vulnerar. En definitiva, nada sucede sin que Dios lo permita.

¿Cómo asociamos esta definición con Kierkegaard de forma tal de demostrar primero la racionalidad de su pensamiento para luego unirlo al de Hegel?

En este hablar de Dios, tergiversable por el hombre en el estricto marco de su sintaxis (leyes naturales), cada uno de nosotros lo vive subjetivamente en su existencia.

No importa cuán objetivo sea el hablar de Dios (realidad), todo finalmente termina siendo una subjetividad entre Dios y cada uno de nosotros. A veces el hablar tiene un carácter común (realidad exterior) otras veces es particular (realidad interior) pero siempre la interpretación o conceptualización del mensaje es subjetiva. En efecto, Dios nos habla a cada uno en forma personal.

Kierkegaard descubrió, con una mirada más que nada espiritual -intuición diríamos nosotros- la perspectiva subjetiva del diálogo en ese lenguaje que no deja de ser objetivo desde una mirada distante, y lo describió mediante la pasión, sin pretender racionalizarlo. Su entendimiento fue claramente emocional aunque descripto de forma tal de hacerlo comprensible.

Todo hablar dentro de un lenguaje puede dividirse según Saussure[5] en tres partes relacionadas. El emisor A, el mensaje B, y el receptor C. Desde nuestra perspectiva Dios es A, el mensaje B -o toda la realidad que nos circunda, incluyéndonos corporalmente-, y cada uno de nosotros somos el grupo C, que a su vez formamos parte de B, en tanto somos además parte del lenguaje, no pudiendo trascenderlo como sí lo hace Dios.

El problema surge cuando no alcanzamos a descubrir, ya sea racional o emocionalmente, que la realidad sea el hablar de Dios en su lenguaje, porque entonces no podemos intuir a Dios como existente. Al dejar a Dios de lado, todo pierde sentido, en tanto en el habla falta el emisor.

En efecto, si la realidad es el hablar de Dios, solo Él que  es quien trasciende el espacio y tiempo en que se da el habla, es quien nos puede estar hablando, más allá de toda interferencia, distorsión o ruido, que nosotros con nuestro accionar, podemos provocar con nuestras acciones.

Y si la realidad es el hablar en un lenguaje, Dios, desde la racionalidad no puede ser negado, en tanto su existencia es un juicio analítico dentro de ese fenómeno, o sea es necesario más allá de toda experiencia para que tal habla (la realidad) pueda ser explicable racionalmente desde un emisor. En ese lenguaje, nosotros no somos más que fieles repetidores o cuando menos distorsionadores o ruido,  que solo pueden expresarse como tales si siguen el estricto marco de la sintaxis (leyes naturales), más allá de que seamos absolutamente libres para expresarnos…[6]

 
  1. El estadio estético.

En este hablar de Dios -que para comprenderlo, siguiendo a Kant, requiere de sensibilidad primero, y del entendimiento después- si uno prescinde de Dios desconoce -siguiendo a Jakobson[7]- no solo la función emocional del lenguaje sino al propio Emisor, impidiendo toda comunicación.

El hablar -que existe como realidad- quedaría limitado desde nuestras perspectiva negadora a las funciones fática, representativa, poética, conativa y metalingüística pero como no hay diálogo -por haber negado a su Emisor- sino mero autismo, el lenguaje no cumple con su fin, esto es comunicarnos con su Emisor.

Nos limitamos a la propia satisfacción (función conativa) del mensaje poético (arte) o metalingüístico (técnico) en lo que Kierkegaard llama el estadio estético.

“La abstracción de lo eterno, convirtiéndolo (el instante) en una parodia de la eternidad, en cuanto se pretende hacerlo presente. El presente es lo eterno o, mejor dicho, lo eterno es el presente y éste es la plenitud. Éste es el sentido en que los latinos afirmaban la presencia de la divinidad- presentes dii-, y con esa misma palabra, aplicada a la divinidad, designaban también su poderosa asistencia.”[8]

El problema es que el lenguaje en sí, sin considerar a su Emisor, no nos puede generar plenitud desde que nada comunica y no cumple con su fin.

Es entonces cuando se puede intentar refinar el estadio estético, supliendo al Emisor en uno mismo (idealismo) e intentando generar desde la propia reflexión (emisión y escucha) todas las funciones del lenguaje. Sin embargo faltará uno de los elementos estructurales del mismo, a saber, que emisor y receptor sean dos personas distintas y no la misma persona, y ello para que exista comunicación posible, que es finalmente el único fin del habla.

 

  1. El estadio ético.

En el afán de seguir negando o desconociendo a Dios uno puede acceder a otro estadio, y experimentar la función referencial del lenguaje o realidad, o sea, lo relacionado con el “ello”, la tercera persona, el deber, en la medida en que el ello consiga una función conativa en uno y se logre así satisfacción.

Sin embargo, tarde o temprano volverá el aburrimiento y tras sí la desesperación, desde que seguimos ignorando a Dios, persona fundamental para que el diálogo o habla exista.

Quien experimente este estadio verifica que la  mera función referencial del mensaje (deber) nos enfrenta a dilemas sin respuestas y hasta contradictorias (obviamente, no existe comunicación con Dios y el mensaje descubierto y disfrutado conativamente no cumple su fin de comunicar).

Existe finalmente el recurso a transformarse uno en un emisor y prescindir de la función referente (prescindir de la realidad), lo que me transforma en un fantasma. Nuevamente, no existe diálogo, comunicación…

Sin embargo notamos que todos estos estadios, más allá del aburrimiento y la desesperación, comparten otro sentimiento: la angustia.

en la angustia se anuncia aquel estado del cual el individuo desea salir y precisamente se anuncia porque el solo deseo no basta para salvarlo[9].

Es que queremos salir de la ignorancia, percibir lo comunicado por Dios y el mero deseo no basta, para lo que se torna necesario dejar de ignorar a Dios y comunicarse con El.

 

  1. El estadio religioso

 

En este tercer estadio el hombre no solo incorpora todas las funciones del lenguaje sino, lo más importante: al Emisor del habla, Dios. El quiere enseñarnos a ser perfectos como Él. Es cierto que somos libres de no escucharlo y obedecerlo y ello pues El también es libre, además de perfecto.

que al auto-relacionarse y querer ser sí mismo, el yo se apoye de manera lúcida en el Poder que lo ha creado[10]

En este estadio la escucha atenta del hablar de Dios produce angustia, solo que el aburrimiento y la desesperación ya no se sienten. Es que el hombre desea salir de su estado de imperfección y el mero deseo no alcanza. Es la angustia la que nos empuja hacia El y cada instante se vive con la plenitud de saberse un paso más cercano a El.

El hombre está llamado a ser y es Dios quien lo llama, y cuando logre escucharlo y lo obedezca finalmente consigue ponerse en camino. Es el camino de la santidad, que no es ni simple ni breve y en el que el hombre sintetiza así su deseo infinito de Dios con su realidad finita, su temporalidad frente a lo eterno de Dios, su necesidad frente a la libertad que Dios representa.

Kierkegaard lo afirma al decir “El hombre es una síntesis de lo infinito y lo finito, de lo temporal y lo eterno, de libertad y necesidad; en resumen: es una síntesis. Una síntesis es una relación entre dos factores. Considerado desde este ángulo el hombre todavía no es un yo.”[11]

La falta de escucha, por negar a Dios, o sea el pecado, nos conduce por el camino del aburrimiento primero y por la desesperación después, sea en un estadio estético o ético.

La desesperación es la enfermedad, no el remedio; el remedio es, naturalmente, el Cristianismo, no la Cristiandad[12].

 
  1. Hegel

 

Sostuvimos que Hegel y Kierkegaard observaban una misma verdad desde distintas perspectivas. Nos explicamos.

Hegel, desde su perspectiva llegó a descubrir el camino que nos enseña Dios a través de Su hablar (a Quien llamó Ser Absoluto). Hegel lo descubrió a lo largo del espacio y del tiempo. Lo que no pudo comprender, por no captar el hablar de Dios conceptualmente como lenguaje, fue a Dios mismo como trascendente y ajeno a nosotros.

Hegel describió el camino para conocer a Dios, o sea para ser uno en Él. Equivocadamente ubicó a Dios como una autoconsciencia, sin darse cuenta que al descubrir a Dios, lo que significa pensar como El,  nos vamos pareciendo cada vez más a El hasta finalmente identificarnos con El: uno en El. No es Dios quien toma consciencia de sí en nosotros, sino nosotros los que tomamos consciencia de El cuando finalmente llegamos a ser uno en El. Ese día trascendemos el espacio y tiempo, desde que Dios está más allá de ellos. Hegel, al hacer a Dios inmanente no pudo trascender al estadio religioso y se quedó como Moisés a medio camino.

Hegel mostró el rumbo o camino racional, Kierkegaard, en cambio describió la experiencia de caminarlo emocionalmente. Los dos mostraron perspectivas parciales como seguramente lo sea esta nueva perspectiva que intenta unir todas las descripciones en el mismo concepto: la realidad como el hablar de Dios y la huella que ésta nos deja como historia.

El camino en Hegel nos muestra a la dialéctica como medio para avanzar en ese camino y los distintos hitos por los que deberíamos pasar si avanzamos hacia Dios. No estamos determinados a ello, no podríamos desde que Dios es libre y quiere que nos identifiquemos con El. Tampoco es que nos descubriremos a nosotros en una autoconsciencia, sino que descubrimos a Dios uniéndonos a El y de ello nos hacemos conscientes.

Kierkegaard por su parte nos habla de la experiencia de caminar ese camino y lo que significa perder el rumbo por no dialogar con Dios y tenerle Fe, lo que pasa cuando reemplazamos esa Fe por una actitud estética o ética.

Hegel, con sus errores, nos muestra la ruta y los hitos a alcanzar. Kierkegaard en cambio nos permite experimentar la vivencia y los errores que podremos cometer en el trayecto.

 
  1. Lo religioso como existir entre lo real y lo virtual

Toda la realidad es el hablar de Dios y la historia, que también es real, su huella. Como todo lenguaje tiene un componente real (lo material) y otro virtual o formal (las reglas). 

Claramente el camino que Kierkegaard señala como virtuoso es el del religioso, aquél en que el diálogo con Dios toma su mayor expresión en tanto considera al contenido (realidad) en el contexto de las reglas divinas (virtualidad) para descubrir el verdadero sentido: la comunicación con Dios. No es la materia, no son las leyes… Es Dios, es existir entre lo real y lo virtual buscando angustiosamente unirnos a El, unirnos al sentido, a la verdad, para llegar a ser: el único que es, infinito, eterno, libre.

Lo que antes pasaba por delante de la inocencia como la nada de la angustia se le ha metido ahora dentro de él mismo y ahí, en su interior, vuelve a ser una nada, esto es, la angustiosa posibilidad de poder[13]

Kierkegaard no duda. ¿Porqué habría de hacerlo?. Está escuchando a Dios con toda su inteligencia emocional, y se afirma en la pasión que le comunica ese hablar sin intentar racionalizarlo. No es que la razón no exista, sino que Kierkegaard, con su Fe, no la precisa, cree lo que siente y lo describe, al igual que Abraham cuando caminaba rumbo al holocausto de su hijo, en que no ponía en duda que Dios era el que hablaba y que lo que le pedía, no era para dudar, ni siquiera para pensar, aunque si angustiarse, pero no por desesperación, sino por temor de perder a Dios.

Y no podemos dejar de señalar, en este pasaje tan comentado, la extrañeza que se ha generado con su interpretación y que no compartimos. Abraham no es un asesino que por Fe se transforma en patriarca. En esa época, muchos paganismos exigían el sacrificio de sus hijos. Dios no quiere un Abraham que se refugia cobardemente en El, sino un Abraham que lo descubra como verdadero Dios, por encima de todo otro dios. Al aceptar Abraham el sacrificio, que Dios interrumpe, afirma que Dios no ha sido un refugio para huir del mal, sino para hacerle frente. Dios no quiere cobardes, sino valientes, y por ello, como a Abraham, nos pone a prueba.

El camino religioso que parece un intermedio,  en realidad nos eleva. No es una tercera postura, entre lo real y lo virtual, como a medio camino entra ambas, sino una síntesis que como tal es superadora.

 
  1. Conclusiones
Podemos racionalizar el pensamiento de Kierkegaard. Es la descripción de la vivencia en plenitud del hablar de Dios mientras existimos.

Su filosofía, lejos de contradecir la de Hegel, que describe un iter objetivo, es una nueva perspectiva: la realidad como el hablar de Dios en Su lenguaje desde una experiencia subjetiva y con quien estamos llamados a dialogar.

Podemos enmarcar el tercer estadio, el religioso, como un existir entre lo real y lo virtual, como la síntesis del contenido de un hablar y las reglas que le dan sentido. No como un término medio entre ambos sino, como una síntesis, que como superación los contiene en plenitud en una nueva postura superadora: Un diálogo.
 

[1] Para una mayor profundidad y desarrollo del tema, ver nuestro borrador inédito en https://www.academia.edu/43265218/LA_CUARTA_POSTURA, visto por última vez el 20/10/2020.
[2] Saussure, Ferdinand, Curso de Lingüística General, vigésimo cuarta edición, Editorial Losada, en http://fba.unlp.edu.ar/lenguajemm/?wpfb_dl=59, visto por última vez el 20/10/2020.
[3] Vargas Castro, Erika, LAS FUNCIONES DEL LENGUAJE DE JAKOBSON EN LA TITULACIÓN DEPORTIVA: ESTUDIO ESTILÍSTICO DE LA NACIÓN Y LA EXTRA, en file:///Users/carloscastrillo/Downloads/21194-Texto%20del%20art%C3%ADculo-48530-1-10-20150911%20(1).pdf, visto por última vez el 20/10/20
[4] FEUILLARD, Colette, El funcionalismo de André Martinet, en https://minerva.usc.es/xmlui/bitstream/handle/10347/5651/2%20Feuillard.pdf?sequence=1&isAllowed=y, visto por última vez el 20/10/2020.
[5] Saussure, obra citada, pág. 39 y ss.
[6] Rivera, Amada Guillermina, La enseñanza del idioma, un enfoque comunicativo integral en la formación docente. Colección Pedagógica Formación Inicial de docentes centroamericanos de Educación Primaria o Básica. Volúmen 26.  En file:///Users/carloscastrillo/Downloads/La%20Ense%C3%B1anza%20del%20Idioma%20%20Un%20Enfoque%20Comunicativo%20Integral%20en%20la%20Formacion%20Docente.pdf visto por última vez el 10/10/20.
[7] [7] Vargas Castro, Erika, obra citada, pág. 146
[8] Kierkegaard, Sören (2012) El concepto de la angustia, Madrid, Alianza Editorial, pág. 159.
[9] Kierkegaard, Sören (2012) El concepto de la angustia…, pág. 114.
[10] Kierkegaard, Sören (2008) La enfermedad mortal, Madrid, Trotta, pág. 48
[11]Kierkegaard, Soren, Tratado de la desesperación, Librodot.com, en https://static1.squarespace.com/static/58d6b5ff86e6c087a92f8f89/t/590d2c45d482e9ff42ad1ef3/1494035526766/Kierkegaard%2C+Soren+-+Tratado+de+la+desesperacion.pdf
Visto por última vez el 20/10/20, pág. 4.
[12] Kierkegaard, Soren, Temor y templor, Ediciones Luarna, en http://www.ataun.eus/BIBLIOTECAGRATUITA/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Soren%20Kierkegaard/Temor%20y%20Temblor.pdf
visto por última vez el 22/10/20, pág. 2.
[13] Kierkegaard, S. (1844) El concepto de la angustia, Buenos Aires: Libertador, 2006, pág. 50.
 

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