LEONARDO LAGORIO DORREGO: "Instante, tiempo y sentido en Søren Kierkegaard y Byung-Chul Han. Apuntes para una resistencia de (en) la demora"
Universidad de Lanús - I.S.F.D Nº41
Introducción
Las siguientes líneas tienen por objetivo realizar una pequeña revisión de la relación entre instante, tiempo y sentido en las filosofías de Søren Kierkegaard y Byung-Chul Han. A partir del diagnóstico realizado por el pensador del psicopoder a la subjetividad contemporánea, intentaremos re-pensar las tonalidades originarias de una subjetividad resistente al tiempo del rendimiento contemporáneo.
Según el autor sur coreano, el siglo XXI podría ser pensado y caracterizado como un tiempo sin densidad, sin aroma. El mundo contemporáneo pareciera haber devenido un tiempo de instantes atomizados y dispersos. Un tiempo en donde los hechos se suceden sin hacer espacios a intervalos dadores de sentido.
Con la afirmación de lo mismo, de lo presente mortuorio, las cosas del mundo son igualadas y cubiertas por un velo capaz de alejar la caricia fugaz de todo sentido. Así, nada inicia, nada concluye. Sin una teleología y una trascendencia, la subjetividad contemporánea es aplanada bajo el instante de(l) rendimiento permanente.
Como vemos, la subjetividad contemporánea que Han ha descrito en diversos textos, se encuentra muy próxima a lo impersonal, a esos últimos hombres que Nietzsche imaginaba tan cercanos a las moscas del mercado en su Zarathustra. Las moscas se posan y pasan de fruta en fruta sin degustar (de) alguna en particular. Así mismo ocurre con las subjetividades aburguesadas y ávidas de presentes evanescentes.
Tanto los últimos hombres como los individuos contemporáneos, manifiestan un temor y repulsión por aquellos acontecimientos capaces de dislocar la fría y segura repetición de lo mismo en-sí. Quizás sea por ello, que las subjetividades del siglo XXI, con su exceso de positividad, patologizan la angustia y huyen permanentemente hacia un hedonismo fatuo.
En este punto es interesante recordar como en la primera mitad del siglo XIX, Søren Kierkegaard (acompañado por sus pseudónimos) reflexionaba sobre la punción de la angustia en el corazón de la existencia. Desde el lento rodeo sobre angustia -desde el vértigo de la elección - el filósofo danés pensará una subjetividad que tiembla y que oscila en la diferencia entre lo sido y lo por-venir. Lejos de una identidad cerrada y ávida de novedades, el llamado padre del existencialismo hace señas hacia una singularidad frágil y provisoria, capaz de afirmarse frente al imperio de lo mismo.
De la sociedad de la transparencia a un tiempo con aroma
I
Para Byung-Chul Han el capitalismo contemporáneo ha logrado prescindir tanto de los espacios de encierro como de la explotación y el disciplinamiento tradicional. Es decir, hemos pasado de las típicas fábricas y las cárceles a “[…] una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento.”[1]
Como vemos, lejos de un poder concentrado en la administración y explotación de los cuerpos, el poder neo-liberal se dirige de pleno a la psique. Los sujetos de rendimiento reemplazan el lugar y el tiempo de los explotados. Ahora, los trabajadores dejan de pensarse como alienados para interpretarse como emprendedores.
Es menester recordar que el disciplinamiento propio del capitalismo moderno portaba un caudal negativo y coactivo que imprimía en el sujeto un deber hacer. Muy lejos de esa propuesta, el psicopoder graba en la subjetividad contemporánea el “yes, we can”[2] que lo empuja a un fuerte torrente de emociones en donde su poder-hacer pareciera no encontrar límites. De esta forma para Han, se plasma la violencia neuronal por la que el sistema sojuzga a los individuos. Nuestro autor señala que:
“La Violencia neuronal, por el contrario, se sustrae de toda óptica inmunológica, porque carece de negatividad. La violencia de la positividad no es privativa, sino saturativa; no es exclusiva, sino exhaustiva. Por ello, es inaccesible a una percepción inmediata.”[3]
Así, podemos observar de que forma el sujeto contemporáneo se ha vuelto mucho más óptimo y productivo que el sujeto del deber-hacer. Es importante señalar en este punto, que el costo de la violencia neuronal es muy alto. Tan así, que el fracaso individual es dimensionado por el singular como un problema que atañe exclusivamente a lo personal y no a la gramática neo-liberal. Esta forma de violencia se patentiza solo cuando el sujeto, abrumado por la idea del fracaso, se convierte en un depresivo que solo es capaz de dirigir su fuerza contra sí-mismo y no contra un sistema que lo somete.
II
Entonces, para el pensador sur-coreano, la vieja biopolítica ha dado paso a un psicopoder que se corona desde un panóptico digital. Este particular panóptico tiene por característica la ausencia de perspectiva, esto quiere decir que el control y la vigilancia no emanan desde un ángulo determinado, sino que se vuelve un poder omnipresente. Han afirma que:
“El panóptico digital funciona sin ninguna óptica perspectivista. Esto constituye su eficiencia. La iluminación no perspectivista es más eficaz que la vigilancia perspectivista, porque puede producirse desde todos lados, desde todas partes; es más, desde cada una de ellas.”[4]
Es menester considerar que esta sociedad de la transparencia, del psicopoder y de la hipercomunicación produce, paradójicamente, un individuo aislado. La hipercomunicación y control se afirman a partir de que cada uno de los singulares reproduce la conservación y vigencia del panóptico digital.
En nuestra cultura contemporánea, cultura del “like”, los individuos exponen sus datos y características físicas en las redes sociales, claro que sin ningún tipo de coacción. Las redes sociales, triunfan como panóptico digital cuando “[…] allí donde el miedo de tener que renunciar a su esfera privada e interna cede a la necesidad de exhibirse sin vergüenza.”[5] La fuerza de las redes sociales incentiva a los singulares a volverse cada vez más transparentes, sin intimidad y sin mascara alguna.
Desde esta perspectiva, una persona bajo el imperativo de la transparencia termina por desaparecer en la urdimbre de lo mismo.
“Google y las redes sociales, que se presentan como espacios de la libertad, adoptan formas panópticas. Hoy, contra lo que se supone normalmente, la vigilancia no se realiza como ataque a la libertad. Más bien, cada uno se entrega voluntariamente a la mirada del panóptico.”[6]
III
Disueltos vivimos, según Han en un tiempo sin aroma. Sin ningún tipo de narrativa que logre hilvanar los hechos en una trama con sentido. El imperio de lo presente lo ha tornado todo igual. Para Han, el tiempo sin aroma es un tiempo sin densidad. Un tiempo que arroja a la subjetividad al goce inmediato, y que hasta la aleja irremediablemente de la contemplación de lo bello. El estallido y la atomización del tiempo, priva al individuo del intervalo de vacío propio para la producción de un sentido denso. En su lugar, la meditación es reemplazada por “shocks”, por novedades permanentes.
“Para evitar que se demoren demasiado, -dice Han- se intenta que las sensaciones se sucedan cada vez más rápido. Se produce una aceleración cada vez más histérica de la sucesión de acontecimientos o fragmentos, que se extiende a todos los ámbitos de la vida […] Eso hace que la percepción se abastezca constantemente de novedades y radicalismos. El tiempo de puntos no permite ninguna demora contemplativa.”[7]
Ahora bien, tanto en “Loa a la tierra”, como en “Filosofía del budismo zen” y “El aroma del tiempo…”, Nuestro pensador realiza algunos trazos que pueden, de algún modo, echar luz sobre algunas modalidades de resistencia frente al imperio de la positividad. Podríamos decir que los diversos gestos tienen que ver con una suerte de arte del demorarse. En particular, en “El aroma del tiempo…”, Han intenta meditar en torno a la experiencia de la vida contemplativa descripta por Aristóteles. Si recordamos bien, el ocio, para el estagirita, era un tiempo libre, un tiempo propio para el pensamiento. Para las subjetividades contemporáneas, el ocio no solo es mal visto, sino que el mundo que abre es definitivamente incomprensible. “El ocio –afirma Han- No tiene que ver con no hacer nada, sino que es más bien lo contrario. No está al servicio de la dispersión sino de la reunión. El demorarse requiere una recolección de sentido.”[8]
Para el autor de “Shanzhai”, la permanencia en la demora, en el tiempo contemplativo, es apertura a un tiempo colmado, capaz de poblar el espacio. Pero, sobre todo permite un tiempo con un aroma capaz de paralizar la dispersión del tiempo y del sentido.
Sobre el demorarse en el vértigo del instante
I
Frente al individuo constituido y tramado por la sociedad del rendimiento, podemos pensar junto a Kierkegaard una subjetividad alternativa y resistente a las inscripciones del psicopoder diagnosticado por Han.
Antes de comenzar y tomando en cuenta lo dicho, deberíamos mencionar que intentaremos abordar la subjetividad pensada por filósofo danés, desde dos dimensiones del término paradigma.
En primer lugar, recuperando el sentido clásico del término, encontramos a Giorgio Agamben afirmando que por paradigma entiende a “[…] un objeto singular que valiendo para todos los otros de la misma clase, define la inteligibilidad de un conjunto del que forma parte y que al mismo tiempo, constituye.”[9]
Desde esa perspectiva, podríamos decir que para Kierkegaard el individuo es un paradigma de lo humano. Lo humano, en tanto que universal, se encuentra concretizado en el individuo. Pero nuestro autor señala que lo universal no termina por disolverlo, sino que, lo singular se tensiona con lo universal. Como vemos, en la primera mitad del siglo XIX, Kierkegaard se animaba a pensar una subjetividad distinta a la propuesta por Hegel.
El autor danés presenta a la subjetividad de un modo muy paradójico para la razón tradicional. Es importante destacar que esta primer característica del individuo mentado por Kierkegaard, nos señala algo muy propio de su gesto filosófico, eso es: el rodeo o la paciencia sobre ese inquietante entre que brindan las paradojas. A diferencia de los pensadores tradicionales de occidente, Kierkegaard no pareciera interesarse en la disolución de las aporías, sino más bien, parece afirmarse en ellas.
Entonces, para Kierkegaard el sujeto no cobra sentido a partir de un Universal. Pero, nuestro autor, tampoco intenta presentar una mera inversión de lo singular y lo Universal. Más bien, diremos que el individuo para el pensador danés, es un umbral, un entre lo Universal y lo particular. De este modo, bien podríamos pensar a un sujeto que oscila y que desde una suerte de dialéctica frágil y tenue parece desafiar a la encumbrada propuesta del filósofo de Jena. Así pues, diremos que en una dialéctica sin síntesis, tal como propone Kierkeggard, el sujeto no se despliega teleológicamente, sino que tiembla en medio de las posibilidades que se le brindan en la existencia.
En “El concepto de la angustia” Vigilius Haufniensis propone un ejemplo de lo dicho al sugerir que:
“Adán es el primer hombre, él es a la vez sí mismo y especie […] Adán no es esencialmente distinto de la especie, pues en este caso no existiría la especie; ni tampoco es la especie ya que también en este caso dejaría de existir la especie y viceversa.”[10]
II
La imagen de Adan nos hace patente la oscilación entre lo singular y lo universal al tiempo que señala hacia el alcance de la decisión del singular. El individuo, es aquella singularidad capaz de encontrarse como libre de elegir-se y representar a la especie. Ahora, bien puede ocurrir que este singular se perciba de modo impropio, de modo aburguesado. Victor Eremita describe y se dirige hacia esa subjetividad diciendo que: “Eres enemigo de la actividad y eso es muy justo, pues para que la actividad tenga sentido, es necesario que la vida tenga continuidad y continuidad es lo que le falta a tu vida.”[11]
Frente a lo impropio de la inmediatez, diremos que, cuando el singular se re-encuentra y se asume como posibilidad, se da un extraño, denso e inquietante tiempo por el cual ocurre la decisión capaz de conjurar una síntesis de las posibilidades de la humanidad.
Es menester recordar aquí, que el instante mentado por Kierkregaard nos remite hacia dos paradojas. Por un lado la reunión de cuerpo y alma y por el otro, la relación entre tiempo y eternidad. Es importante señalar que por esta capacidad de reunión, puede pensarse a la libertad análogamente al movimiento del espíritu en tanto que síntesis de cuerpo y alma. Sobre esta posible lectura, Maceiras Fafián asegura que: “Si el espíritu como libertad se compromete en cada acto, siendo síntesis de alma y cuerpo, una segunda síntesis va aneja a esta primera. Es la síntesis de lo temporal y lo eterno que se produce en el instante.”[12]
Las palabras de Fafián nos conducen a demorarnos algo más sobre las categorías del instante y decisión. Por tanto, es oportuno señalar que para Kierkegaard, el instante parece ser aquella hendija por la cual libertad y eternidad se tensionan. Oficiando de textura, el entre de esta tensión da tiempo y espacio a ese golpe de dados que parece ser la elección que grabara la inscripción de sentido en la eternidad. Mejor dicho, en la reiteración, en la repetición de lo mismo en lo otro, se da la huella de lo finito. Sobre la profundidad del instante Victor Eremita afirma que:
“[…] nada es en comparación con el instante de la elección. Cuando todo se ha vuelto sereno, solemne como una noche estrellada, cuando el alma está sola en el mundo entero, entonces aparece ante ella, no un ser superior, sino la pertenencia eterna misma, el cielo se entreabre, por así decir, y el yo se elige a sí mismo o, más bien, se recibe a sí mismo.”[13]
Ahora bien, desde una perspectiva vulgar, el devenir tendría por dirección la perdida irremediable de las experiencias y las relaciones[14]. La toma de conciencia sobre el devenir, amenaza con arrastrar al individuo a la desesperanza. Pero, Constantin Constantius señala una paradoja en torno a la repetición del instante. “La repetición y el recuerdo son el mismo movimiento, solo que en dirección opuesta, pues lo que se recuerda, ha sido y se repite hacia atrás; la verdadera repetición, en cambio, se recuerda hacia adelante.”[15] En nuestro texto, la categoría de la repetición es resaltada en su relación con el instante. Querer la repetición del instante es afirmarse en una posición ineludible –acaso angustiante- de decisión y en un tiempo grave y colmado. La asunción de la repetición es la expresión de la paciencia, el coraje y la trascendencia del sí-mismo al asumirse como tarea y paradigma de la humanidad. La decisión de aceptar la repetición del instante, aleja de modo irreversible al singular de lo impersonal y la masificación. Por ello mismo, es que entendemos a esta modalidad de la subjetividad como un paradigma (en una segunda dimensión del término) como ejemplo de la resistencia a la gramática del psicopoder del siglo XXI.
III
Como hemos visto, la asunción de la repetición condena al singular al instante de elección, condición y tiempo existencial que dispone al individuo al acaecer de la angustia. Para nuestro autor, la angustia es un fenómeno que no puede ser reducido o abordado conceptualmente. Bien vale aclarar qué a diferencia del sentido común contemporáneo, la angustia no es dimensionada patológicamente.
La angustia para el autor danés es del orden existencial. Mejor aún, se encuentra en el corazón mismo de la existencia…por eso diremos que su tiempo y lugar corresponden al misterio del acontecimiento.
Es oportuno señalar que este temple tan particular, no tiene una motivación exterior al singular, aun mas, diremos que la angustia no se da por un objeto determinado. Finalmente, la angustia, como supo recuperar Heidegger, es angustia por lo indeterminado por (la) nada.
Aquello indeterminado, que se manifiesta por el acaecer de la angustia, es el movimiento mismo del singular comprendido como pura posibilidad, como libertad. El individuo, a partir de la angustia, se distancia de lo ente, de lo impersonal, para bien asumirse como un existente abierto a las diversas posibilidades.
Así pues, la angustia descripta por nuestro pensador comporta la paradoja de la desesperación y al mismo tiempo la esperanza…paradoja que se trasluce en el instante de la decisión. “La angustia – afirma Vigilius Haufniensis- es la posibilidad de la libertad. Solo esta angustia, junto con la fe, resulta absolutamente educadora.”[16] Esa angustia que parece someter al individuo, es la que paradójicamente lo libera del imperio de lo mismo y le permite un tiempo capaz de dar sentido a sus actos.
Como vemos, con Kierkegaard no asistimos a una dialéctica hermética que se despliega en sucesivas configuraciones de la verdad. Sino que, se atestigua una peculiar oscilación que se re-inicia en el temblor del instante. En esta clase de dialéctica negativa, pareciera haber intersticios, hendijas en donde se da el instante portador de un tiempo que logra colmar el espacio.
Algunas conclusiones tentativas
El análisis de Kierkegaard parece mostrarse solidario y de interés para pensar aquellas resistencias necesarias a la sociedad del rendimiento planteada por Han. La aceptación de la repetición, del instante de libertad, angustia al existente al punto de abismarlo en un tiempo que resiste al cálculo.
Aun más, podríamos sugerir que el autor danés nos señala en dirección a un modo de ser en donde la demora en el instante, en la libertad, se torna inyunción y (e) (im)posibilidad sentido. La repetición del instante, la re-iteración de lo mismo en lo otro, conduce a la subjetividad al tiempo de su recuperación. En un tiempo dislocado, en el umbral de la paradoja, el individuo se recupera y se sabe cómo aquel singular que, en cada elección, no solo pone en juego su ser, sino al ser (de lo) humano.
Bibliografía
Agamben, G. Signatura rerum. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2009.
Beuchot, M. La hermenéutica analógica en la historia. San Miguel de Tucumán: UNSTA, 2010.
Han, B.C. La sociedad del cansancio. Buenos Aires: Herder, 2012.
Han, B.C. La sociedad de la transparencia. Buenos Aires: Herder, 2013.
Han, B.C. El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Buenos Aires: Herder, 2015.
Kierkegaard, S. El concepto de la angustia. Madrid: Orbis, 1984.
Kierkegaard, S. Estética y ética en la formación de la personalidad. Buenos Aires: Nova, 1959.
Kierkegaard, S. La repetición. Madrid: Trotta, 2019.
[1]Han, B.C. La sociedad del cansancio. Buenos Aires: Herder, 2012. p25.
[2]Fórmula central de la campaña presidencial de Barack Obama en 2008.
[3]Han, B.C. La sociedad del cansancio. Buenos Aires: Herder, 2012. p23.
[4]Han, B.C. La sociedad de la transparencia. Buenos Aires: Herder, 2013. p88.
[7]Han, B.C. El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Buenos Aires: Herder, 2015. p37.
[9]Agamben, G. Signatura rerum. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2009. p24.
[10]Kierkegaard, S. El concepto de la angustia. Madrid: Orbis, 1984. pp53-54.
[11]Kierkegaard, S. Estética y ética en la formación de la personalidad. Buenos Aires: Nova, 1959. p57.
[12]Maceiras Fafián, M. en Beuchot, M. La hermenéutica analógica en la historia. San Miguel de Tucumán: UNSTA, 2010. p80.
[13]Kierkegaard, S. Estética y ética en la formación de la personalidad. Buenos Aires: Nova, 1959.p33
[14]Prueba de esta desesperación la encontramos en el joven y melancólico protagonista las líneas de Constantin Constantius. Si recordamos, el joven de la historia vive el amor que entiende como ya sido.
[15] Kierkegaard, S. La repetición. Madrid: Trotta, 2019. p21.
[16]Kierkegaard, S. El concepto de la angustia. Madrid: Orbis, 1984. p191.
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