PABLO M. GRILLO: "Entre Freud y Kierkegaard: ¿qué angustia?"
Universidad Federal de Río de Janeiro / UFRJ
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Introducción
El texto aquí presentado es un resumen de un trabajo de conclusión de curso titulado “Entre Freud y Kierkegaard: el afecto de angustia”. En él fue buscado algún entendimiento do que los dos autores referidos en el titulo entienden por angustia y, a partir de eso, levantar la posibilidad de de entre ellos existir alguna aproximación, o entonces, apostar en una negación de ella. En el camino de la investigación se ha preguntado se, por la via de una lectura kierkegaardiana de la cuestión, no se podría hablar de un gaño de la angustia en los moldes do que llama Freud de ganancia de la enfermedad.
Angustia, en Freud
Sigmund Freud ensaya una primera definición de la angustia ya en los textos llamados pre psicoanalíticos, aún en 1894, en su artículo titulado “Manuscrito E. ¿Cómo se genera la angustia?”. En él introduce la idea de que la angustia se originaría del mal empleo de una elevada excitación sexual. Las medidas alternativas para la obtención de una descarga, como la masturbación, o interrumpiéndola, como en el coito interrumpido, el importe energético que sobró no encontraría una representación psíquica, se pondría en un estado flotante, retomaría un intento de descarga por la vía somática en episodios de ataques de angustia donde el individuo es como que tomado de asalto por tal afecto. Pasados poco más de veinte años, establecidas las bases del método psicoanalítico, tenemos la 25ª conferencia que compone las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis, de 1917, donde encontramos una primera sistematización sobre el afecto de angustia. El propósito de Freud era “abordar con particular dedicación el problema de la angustia en los neuróticos”[1] dada la intensidad y los resultados catastróficos presentados por estos. Reconoce que “existen hombres angustiados que por lo demás nada tienen de neuróticos, y hay neuróticos que padecen de muchos síntomas sin que entre estos se encuentre la inclinación a la angustia”[2]. Manteniendo la hipótesis energético-representacional de 1894, agrega a ella otra, la de que la angustia tendría en su génesis un acontecimiento muy antiguo y común a todos en todo tiempo y lugar. Este sería el nacimiento. La prueba de eso sería la alteración somática de los ataques de angustia, similares a los del nacimiento, como las alteraciones cardio-respiratorias.No teniendo condiciones mínimas de elaboración psíquica, el recién nacido es tomado por excitaciones contra las cuales no puede defenderse, ni asimilar. De este modo, escribe Freud, “la primera angustia habría sido una angustia tóxica”[3]. Freud aplica también una importante división en el entendimiento de la manifestación de la angustia cuya diferencia se daría a partir de su finalidad. Llama de angustia realista, aquella que sería una manifestación adecuada de la angustia, restringida a señalar un peligro real y externo, y así preparar el individuo. Aún, llama angustia neurótica, la manifestación que extrapolaría su límite como señal, no siendo adecuada al respectivo peligro, paralizando al individuo. Ya disponiendo en ese momento de cierta claridad sobre el recalque, Freud hace recaer sobre éste la responsabilidad por la aparición de la angustia en las psiconeurosis. La represión, desligando afecto y representante, llevaría el primero a una fluctuación cuyo resultado inmediato sería su transformación en angustia. En todo esto, una pregunta cae a Freud: “¿De qué se tiene miedo en la angustia neurótica?”[4] La respuesta pronto viene: “es, evidentemente, la propia libido”[5]. Este temor será mejor explicado posteriormente, en 1926, en el ensayo “Inibición, Sintoma y Angustia”, bajo la revisión impuesta por la vuelta tópica dada a partir de 1920. Esto lleva a alteraciones en cuanto a la tópica - ahora el Yo es señalado como sed genuina de la angustia -, en cuanto a la dinámica - ya no es posible hablar de la represión que pone la angustia, pero sí de la angustia que hace la represión - y en cuanto a la economía - donde la angustia señal sería un gasto energético menor que otras acciones defensivas. Sobre el contenido de lo que es temido por el individuo en la angustia, Freud va entrelazando la angustia neurótica a la realista, propone que la amenaza se sitúa internamente, es pulsional, pero se refiere a algo exterior configurando entonces una amenaza externa, un peligro real. ¿Y cuál es? La castración. “No interesa que la castración se ejecute de hecho”[6], escribe, pero sí que el niño cree en ella, la teme, se angustia ante su posibilidad. Más que eso, es antes el temor de perder por completo la posibilidad de unión y de recobrar el amor de la madre el contenido del temor que angustia. En parte fundamental de la vida, la infancia, el individuo pasaría por alteraciones en los determinantes de la angustia, en lo que le traerá a la luz su condición de absoluto desamparo y del cual buscará defenderse. Estos determinantes serán abandonados de manera bastante incompleta, permaneciendo algunos de sus rasgos, y en algunos casos uno u otro en ninguna medida será superado, como sería de desearse y esperar dado el creciente fortalecimiento del Yo, como en una sifilofobia en un hombre adulto donde la amenaza se encuentra en la fase fálica, la castración. Por eso, observa Freud, “las personas que llamamos neuróticas permanecen infantiles en su conducta hacia el peligro”[7]. Tenemos por fin que para Freud la angustia tendría en su origen una duplicidad. En parte, ella se daría como resultado de un momento traumático. En otra, como una señal para que tal momento pueda ser evitado. Las dos caras de la angustia se mantendrían en todo momento, en todos, ya que "ningún individuo logra escapar al afecto de angustia", y por qué habría una amenaza permanente, cuya posibilidad es ineludible, y ante la cual nos encontramos desamparados.
Ganancia de la enfermedad, en Freud
Importante también a este trabajo es la noción de “ganancia de la enfermedad”, establecida por Freud en 1917, en la conferencia inmediatamente anterior a aquella dedicada a la angustia, y que también será revisitada con ocasión de la ya referida vuelta tópica, siendo mejor desarrollada en una nota a pie de página añadida en 1923 a la discusión de un caso de 1905, el caso Dora . Al enfermar no raramente el individuo obtendría un aumento de tamaño que la propia fuga para la enfermedad se revelaría como una opción mejor a su anterior condición de vida, sana, pero insuficiente y sufriente en mucho, revelando que, a veces, “la necesidad objetiva puede demandarle a un hombre sacrificar su salud”[8].Freud postula que “el motivo para enfermar es en todos los casos el propósito de obtener una ganancia”[9].
Angustia, en Kierkegaard
En posesión de tales nociones, podemos seguir al El Concepto de Angustia, obra de Søren Kierkegaard publicada en 1844. En ella, el autor hizo una apreciación de la angustia “de uno punto de vista psicológico, teniendo in mente y adelante de los ojos el dogma del pecado hereditario”[10]. En el libro del Génesis acerca de Adán, Kierkegaard propone que en su figura obtengamos aclaraciones fundamentales acerca de nuestra condición. Para él, somos una dialéctica entre cuerpo y alma cuya síntesis es el espíritu. En Adán, antes de la caída, este tercer término estaría como en un estado de sueño, sin ciencia de sí. Lo que retira a Adán de ese estado, lo que pone el espíritu, es la experiencia de la angustia. ¿Y qué es la angustia? Nada, escribe Kierkegaard. Y es justamente eso lo que angustia. Ese nada nos da la noción de estar lanzados ante toda posibilidad, y en ella poder, incluso, pecar, desobedecer, faltar. Adán, ante una prohibición divina y la promesa de castigo por la desobediencia se angustia. No sabía todavía que era libre para tomar del fruto prohibido, ni conocía la muerte. Tales posibilidades lo perturban, y allí, para Kierkegaard, cae Adán. Álvaro Valls escribe que “Adán es livre y siente, antes mismo de pecar, como se ya hubiera pecado, hace la experiencia de la angustia”[11]. Este modo de existir no sería exclusividad de Adán, él no es el número cero, no está apartado de la humanidad, porque para Kierkegaard, “el hombre es individuum y, como tal, ao mismo tiempo él mismo y todo el genero humano, de manera que la humanidad participa toda entera en él individuo, y el individuo participa de todo genero humano”[12]. De ese modo, todo individuo se ve en apuros, ante la misma libertad y su consecuente infinidad en posibilidad. La angustia para Kierkegaard jamás encuentra determinación, a diferencia de otros afectos como el miedo, el pavor, el temor, bajo los cuales se puede apuntar algo. La nada que es la angustia nos pone ante la “realidad de la libertad como posibilidad de la libertad”[13]. No por eso ella nos sería un estorbo, teniendo en sí una calificación ambigua, pudiendo presentarse como para el niño, para quien la angustia “no eres una carga pesada, un sufrimiento que no se puede armonizar con la felicidad de la inocencia”, ella es para él “esencial” y por eso “no quiere verse privado de ella”[14]. La privación o negación de la angustia no sería algo que se enorgullecer, sino que lamentarse, pues habla de un individuo privado de su propio espíritu, de su yo y de la conquista de una existencia, auténtica, donde se gana, en el infinito, más de lo que se puede obtener en lo finito. En ese punto, el autor diferencia a los angustiados. Aquel que se angustia ante el mal, ante la posibilidad de faltar, del terrible engaño, y busca el arrepentimiento y la salvación de su estado. Y aquel que se angustia ante el bien, llamado "el demoníaco", cuya actitud es encerrarse herméticamente en su estado, de negar el abandono de sus faltas.
¿Angustia, por fin, una ganancia?
Álvaro Valls subraya que Freud y Kierkegaard no pueden ser trabajados juntos sin que se tengan en cuenta diferencias caras entre ellos, no sólo en cuanto a los hechos, sino sobre todo en cuanto a las intenciones de los hechos. “ La preocupación de Freud”, escribe, “era como libertar el paciente de su angustia […]. El enfoque de Kierkegaard era otro”[15]. Es ahí donde nos encontramos con la apuesta de decir de la angustia una ganancia, porque para el danés, “la angustia […] es una experiencia que hasta necesita ser realizada”[16] . Afecto a las narrativas, Kierkegaard otra vez toma una historia, ahora de los Hermanos Grimm, que habla de un muchacho “que sale a una aventura por el mundo para aprender a sentir angustia”[17]. Por tal aventura, él establece, “todos tienen que pasar”. ¿Y porque? “Para que no se pierdan, ni por haber estado angustiados ni por hundirse en la angustia”[18]. La angustia es para él “absolutamente formadora” y “ al individuo, ya que entrega a el su libertad. ¿Y como? Deponiendo la finitud, deshaciendo de ella sus ilusiones y enfrentando al individuo con su infinidad. Pasará a percibir que nada puede exigir de la vida, “y que el horrible, perdición, aniquilamiento viven en la puerta al lado de cualquier hombre”, al mismo tiempo que se volverá agradecido y paciente al, ante su realidad, recordarse “de que está es mucho, mucho más ligero de lo que era la posibilidad”[19]. El individuo puede intentar engañar la posibilidad, buscar subterfugios de los más diversos, pero, como está en las garras de la “angustia de la posibilidad”, no encontrará reposo mientras no se vea “salvo, en los brazos de la fe”[20]. Kierkegaard reconoce que “el que penó en la infelicidad al frecuentar el curso de la posibilidad, perdió todo, todo, como nadie en realidad lo perdió”, pero también, en compensación, si “no engañó la posibilidad, que quería enseñarle, no pasó la conversación en la angustia, que quería salvarlo - entonces también ganó todo de vuelta como en realidad nadie jamás recobró”[21]. Con todo el finito destituido, “el discípulo de la posibilidad ganó la infinidad”[22]. Reconoce aún algo más grave. Una salida única y equivocada. “Aquel que está formado por la posibilidad [...] está sí expuesto a una caída, o sea, a la del suicidio”[23].
Consideraciones finales
Por último, ante la opinión de Freud, una angustia que ya ejerce un papel benéfico -aunque penoso-, como dicho, de señalar algo al individuo, obtenemos ahora la aportación de Kierkegaard que nos lleva a la claridad de que, alineada a la idea de “ganancia de la enfermedad" en Freud, el afecto de la angustia tal vez pueda mostrarse como un ineludible cuya imposibilidad de escape trae en sí una posibilidad, una libertad, la ganancia de sí. Existir, nos parece, es posible a causa de la angustia.
Orientador: CABRAL, Ricardo de B.
Bibliografia
FREUD, S. (1905) Obras Completas - Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora). Buenos Aires: AMORRORTU Editores, 1991.
________. (1917) Obras Completas - Conferencias de introducción al psicoanálisis. Buenos Aires: AMORRORTU Editores, 1991.
________. (1926) Obras Completas - Inibición, sintoma y angustia. Buenos Aires: AMORRORTU Editores, 1991.
________. (1933) Obras Completas - Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Buenos Aires: AMORRORTU Editores, 1991.
KIERKEGAARD, S. O conceito de angústia. Rio de Janeiro: Vozes. 2013.
VALLS, A. A dimensão transcendental das análises de O Conceito de Angústia. (Kierkegaard e Freud), In Kierkegaard, cá entre nós. São Paulo: LiberArs, 2012.
[1] Cf. FREUD, 1917/1991, p. 357.
[2] ____________________, p. 358.
[3] Cf. FREUD, 1933/1991, p. 75.
[4] __________________, p. 76.
[5] __________________, p. 78.
[6] __________________, p. 80.
[7] Cf. FREUD, 1933/1991, p. 82.
[8] Cf. FREUD, 1917/1991, p. 348.
[9] Cf. FREUD, 1905/1991, p. 39.
[10] Cf. KIERKEGAARD, 1844/2013, p. 16. (traducción libre)
[11] Cf. VALLS, 2012, p. 53. (traducción libre)
[12] Cf. KIERKEGARD, 1844/2013, p. 30. (traducción libre)
[13] __________________________, p. 45. (traducción libre)
[14] __________________________, p. 46. (traducción libre)
[15] Cf. VALLS, 2012, p. 53. (traducicón libre)
[16] Cf. KIERKEGAARD, 1844/2013, p. 52. (traducción libre)
[17] ___________________________, p. 161. (traducción libre)
[19] ___________________________, p. 163. (traducción libre)
[20] ___________________________, p. 164. (traducción libre)
[21] ___________________________, p. 165. (traducción libre)
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