Víctor VERA OYARZÚN: Kierkegaard, La presunción filosófica y la dimensión de la fe
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El presente trabajo pretende esbozar una mirada a la relación entre: la presunción filosófica y la dimensión de la fe. A partir de la lectura de los textos del pensador danés Sören Kierkegaard (principalmente; La enfermedad Mortal, escrito bajo el seudónimo de Anti-Climacus) y conceptos primordiales en la predicación de Pablo en Asia Menor. Abordamos la concepción de: “atreverse a ser enteramente uno mismo”. Kierkegaard define como tal el heroísmo cristiano. Ese dialogo entre “Aislado y Dios”, que para él no puede acotarse a ningún sistema, sino más bien, es paradoja y escándalo que logra despertarnos a lo que llamaremos la dimensión de la fe.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Rom 8,28)
Introducción
La regla cristiana desea, como bien lo expresa Pablo en su epístola a los Romanos, que todo sea para edificación. Este propósito está claramente expresado por Kiekergaard (bajo el seudónimo de Anti-Climacus, en el subtítulo y prólogo de su libro Sygndommen til Döden (La Enfermedad Mortal, exposición de psicología cristiana con fines de educación y despertamiento)[1]. Es tomando esta consideración; ver, en el Kierkegaard de La enfermedad Mortal y Ejercitación en el cristianismo, un escritor eminentemente cristiano y para cristianos, así es como abordaremos: la universalidad de la desesperación, el escándalo y la revelación, el convertirse en contemporáneo de Cristo y la dimensión de la fe.
La universalidad de la desesperación
…el vértigo es al alma como la desesperación al espíritu. Esta es una primera analogía que nos presenta Sôren Kierkegaard, y continúa: en cada momento que se desespera se contrae la desesperación…la desesperación es una categoría del espíritu, y en el hombre se aplica a su eternidad. La verdadera desesperación, según Kierkegaard, no consiste en desesperar de algo, consiste en querer desasirse del yo, en desesperar de si mismo. Y querer ser verdaderamente el yo que se es, es justamente lo opuesto mismo de la desesperación. Pablo en la epístola a los romanos nos habla de esa desesperación: Por que no se lo que hago; pues no pongo por obra lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. (Rom 7,15) ¡Miserable de mí! ¿quién me librara de este cuerpo de muerte? (Rom 7,24)
Así como no hay —dicen los médicos— ser humano que se mantenga sano por siempre, podemos decir también del hombre, al que conocemos bien, que no existe uno que se encuentre exento de desesperación y en cuyo fondo no habite una inquietud, una perturbación o desarmonía, un temor a algo desconocido o que no se atreve a conocer, un temor a una eventualidad externa o un temor a sí mismo… el hombre incuba en el espíritu un mal…
Y esta universalidad es la que esta expresada en la epístola a los romanos: Así, pues, como por un hombre entro el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte paso a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado (Rom 5,12)*
Lo raro dice, Anti-Climacus, no es estar desesperado, sino, por el contrario, lo raro, lo rarísimo, es, verdaderamente, no estarlo.
En la segunda parte de La Enfermedad Mortal, Anti-Climacus hace una distinción fundamental, que considera su guía en todo el texto: que lo opuesto al pecado no es, de ningún modo, la virtud…No: lo contrario del pecado es la fe: como se dice en la epístola a los romanos, XIV, 23: todo lo que no proviene de la fe es pecado. Es una de las definiciones esenciales del Cristianismo que lo contrario del pecado no es la virtud, sino la fe. Esta definición es para Kierkegaard su vehículo seguro, para más creer, y sumergirse en Dios a través de la propia transparencia, siendo uno mismo y queriendo serlo.
La posibilidad del escándalo y la revelación
Cada vez que se quiere definir el Cristianismo, es de extrema importancia tener en cuenta el siguiente criterio: si está o no en presencia de Dios. Este a su vez implica otro, decisivo: la absurdidad, la paradoja, la posibilidad del escándalo, puesto que es el escándalo el que protege al Cristianismo contra toda especulación.
(…) el helenismo carece de valentía para afirmar que alguien, sabiéndolo, hace lo injusto, y adorna este hecho diciendo de él que, cuando hace lo injusto no ha comprendido lo justo… Por eso el Cristianismo comienza de otra manera, planteando la necesidad de una revelación de Dios, que instruya al hombre acerca del pecado…Encontramos aquí, por lo tanto, el signo del escándalo. Lo posible del escándalo es que hace falta una revelación de Dios para instruir al hombre sobre la naturaleza del pecado, sobre la profundidad de sus raíces.
“La mayor provocación al escándalo consiste en exigir de un hombre que admita como algo posible para Dios aquello que para la humana razón se halla fuera de todos los límites de lo posible.” (VIII, 115) Citado por L. Chestov[2].
Como exhorta Pablo a la naciente Iglesia de Corinto: Porque los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles.
Sôren Kierkegaard es tan categórico como Pablo en este punto citando al Maestro, escribe: “Asumiendo la responsabilidad ante Dios, me atrevo a decir que las palabras: «Dichoso el que no se escandalice de mi» forman parte de las más esenciales verdades que Jesús ha anunciado…” (VIII, 121) Citado por L. Chestov.
Pero esto, se dirá, es ininteligible para los hombres. ¡Se trata de comprender! Con el Cristianismo y por lo tanto para escándalo del espíritu, hay que creer. Comprender es el alcance humano, la relación del hombre con el hombre; pero creer es la relación del hombre con lo divino.
¿Creer?
Pero si el Cristianismo no tiene vida más cuando se lo cree y no cuando se lo comprende…
Es Aquí donde da comienzo el atrevimiento.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna. (Jn 3,16)*
Porque en él (en el Evangelio) se revela la justicia de Dios, pasando de una fe a otra fe… (Rom 1,17)*, Porque con el corazón se cree para la justicia, y con la boca se confiesa para la salud. (Rom 10,10)*
El Cristianismo, dice Anti-Climacus, parte de ese pasaje, pasar de la comprensión a la acción, a lo largo de esa vía tropieza con el pecado. El secreto de la especulación en cuanto a comprensión consiste precisamente es no tocar el fondo. En la filosofía de las ideas puras, donde no se considera al individuo real, el paso es de toda necesidad, con lo cual el pasaje del comprender al obrar, no se enreda en ningún obstáculo. En el mundo real, donde se trata del individuo existente, por el contrario, no se evita ese minúsculo pasaje del comprender al obrar (…). Por el contrario, aquí comienza una aventura bastante larga.
La fe viene como un don de Dios mismo; Él es quien da la condición especial captar Su presencia encarnada. Kierkegaard llama Instante (Augenblick) a la situación en la que un individuo recibe la fe para confesar la Encarnación, La presencia de Dios eterno como un hombre individual en la historia. (Collins, 1953)
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habito entre nosotros… (Juan 1,14)
Sí, dichoso aquel que no se escandaliza de Él, dichoso aquel que cree que Jesucristo ha vivido aquí en la tierra y que era lo que dijo ser: el hombre insignificante y, no obstante, Dios, el Unigénito del Padre. (Ejercitación del cristianismo, p.95)
El convertirse en contemporáneo de Cristo
Señor Jesucristo, concédenos que nosotros también seamos contemporáneos tuyos, que te veamos en tu autentica figura y en tu contorno real, como cuando cruzaste por el mundo; que te veamos no en la figura en que te tiene deformado una representación vacua y que no dice nada, o irreflexivo-fantástica, o histórico-garrula, que no es la figura de la humillación en la que te contempla el creyente, ni puede ser la de la majestad en la que nadie te ha visto todavía. (Ejercitación… p.31)
Pablo invita a esta contemporaneidad a los creyentes en la localidad de Éfeso: Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo (Ef 2,13)
Ya que hacerse cristiano viene a significar hacerse contemporáneo de Cristo… Porque en relación con lo Absoluto solamente se da un tiempo: el presente. Quien no es contemporáneo de lo Absoluto, para él no existe absolutamente. Y ya que Cristo es lo Absoluto, se ve con facilidad que en relación con Él no cabe más que una situación: la contemporaneidad. (Ejercitación… p.85)
…y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amo y se entrego por mí. (Gal 2,20)
La dimensión de la fe
En el transcurso de este breve estudio hemos visto como Anti-Climacus se ha esforzado en mostrar; que la posibilidad del escándalo está presente en cada momento, fijando en cada instante la abismal profundidad que hay entre el individuo y el Dios-hombre, abismo que solamente la fe puede cubrir. La posibilidad del escándalo es pavorosa, y, no obstante, ella es lo que la ley respecto del Evangelio, la severidad que pertenece a la seriedad. Estamos de este modo en una dimensión completamente diferente, la de la fe. Lo exigido ahora, nos dirá Anti-Climacus, es un modo de recepción completamente definido: el de la fe. Y la fe es por su parte también una determinación dialéctica. Fe es una elección, de ningún modo una recepción inmediata y el que la recibe es aquel que patentiza si desea creer o escandalizarse. (Ejercitación… p.150)
Cristo ha dicho del todo directamente que Él es el Unigénito del Padre, es decir, ha dicho del todo directamente el signo de contradicción. Este Cristo, Dios y hombre es el Jesús del Evangelio (Hch 2,36)*, quien llamo a Saulo y lo llevo a ser su testigo en Asía menor (Hch 22,21)*. Él es el signo de contradicción, y con esta expresión directa nos atrae hacia sí, para que se produzca el choque con la contradicción y se revele el pensamiento de nuestro corazón, mientras elegimos entre la posibilidad del querer creer o no.
Tan inseparable de la fe es la posibilidad del escándalo, que si Jesucristo no fuese posibilidad de escándalo tampoco podría ser objeto de la fe. He aquí el movimiento de la fe.
La filosofía no puede conceder la fe al hombre. Tampoco está obligada a hacerlo. Pero debe conocer sus propios límites. No debe arrebatar al hombre y, sobre todo, no tiene derecho a privarle con sus habladurías de lo que ya posee haciéndole creer que no existe. Citado por L. Chestov (III, 28 y 29)
Anti-Climacus concluye que: Quien elimina la fe, elimina la posibilidad de escándalo, como cuando la especulación se empeña en aprehender en conceptos en lugar de creer; y quien elimina la posibilidad del escándalo elimina la fe… Mas ya se elimine la fe, ya se elimine la posibilidad del escándalo, lo que por añadidura se elimina es otra cosa: el Dios-hombre. Y si se elimina el Dios-hombre, se elimina el Cristianismo. (Ejercitación… p.153)
Kierkegaard finaliza su libro Ejercitación del cristianismo con un sermón pronunciado en la Frue Kirke, el viernes 01 de septiembre de 1948, este cierre lo entendemos como el abandono del seudónimo y la presentación del Predicador Magister Kierkegaard, que tomando el último discurso que dio Cristo a la gente anunciando su glorificación: “Y YO, SI FUERE LEVANTADO DE LA TIERRA, ATRAERÉ A TODOS A MÍ” (Jn 12,32), cerrando también esta ejercitación, que comenzó con la invitación del Maestro, “Venid a mí todos los que estéis atribulados y cargados, que yo os aliviaré”.
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Referencias
Sören Kierkegaard. (2007). Tratado de la Desesperación. Buenos Aires: Gradifco.
Sören Kierkegaard. (2009). Ejercitación del cristianismo. Madrid: Trotta.
Léon Chestov. (1952). Kierkegaard y la filosofía existencial. Buenos Aires: Sudamericana.
James Collins. (1958). El pensamiento de Kierkegaard. México D.F: Fondo de Cultura Económica.
E. Nacar & A. Colunga. (1971). Sagrada Biblia. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. (Citadas con asterisco)
C. de Reina y C. de Valera. (2005). La Santa Biblia. Brasil: Sociedades Bíblicas Unidas.
[1] Todas las citas están referidas a la traducción al español de Juan Facundo Cardoso, Sören Kierkegaard, Tratado de la desesperación, Ed. Gradifco, Buenos Aires, 2007.
[2] Las citas de Léon Chestov proceden de la edición alemana de las obras de Kierkegaard: Gesammelte Werke, trad. H. C. Ketels, H. Gottshed y Chr. Schrempf, 12 vols., 3ra. Edición, Eugen Diederichs, Jena, 1923, trad. José Ferrater Mora.
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