Andrea UGALDE GUAJARDO: Escritura y Existencia: autor, lector y temporalidad en la escritura de Kierkegaard
***

“Dondequiera que lo subjetivo sea de importancia para el conocimiento
-y la apropiación, por ello mismo, es el punto clave-, la
comunicación será una obra de arte” K.
I
 El pensamiento de Kierkegaard sobre la subjetividad es un punto fundamental, pensamos, para la comprensión del carácter de su filosofía y el modo en que ésta es abordada desde la escritura. La crítica al proyecto moderno de la metafísica como pensamiento objetivo y abstracto y la consecuente marginación del individuo como existente es el núcleo que articula la noción de subjetividad como un deber infinito y una tarea que, asentada en la temporalidad propia de lo existente, se constituye desde el vamos como una relación paradójica con lo que significa la asunción de dicha tarea: el hecho de que en el cumplimiento del deber se juega el cada vez de la existencia comprometida con la incertidumbre de lo objetivo y la realización concreta, en la materialidad del ser, del ideal. Tras proponernos la comprensión más acabada de esta noción de subjetividad, buscaremos preguntarnos sobre las resonancias que dicha noción tiene en la particular escritura kierkegaardiana, que no es sino  la expresión de un proyecto coherente, en tanto que el despliegue del  “conocimiento de lo esencial” que intenta Kierkegaard, que es aquel que se relaciona con el sujeto existente, supone la inauguración de una forma de comunicación no directa, desde el lugar sin autoridad del autor que no es ya maestro sino aprendiz, además de la exhortación al lector a que actualice él mismo un movimiento existencial. Lo que se busca con el estilo particular de escritura que, como sostiene Laura Llevadot
[1], no es ni propiamente filosófico ni poético, sino es la puesta a prueba de los límites de ambos lenguajes para transmitir categorías existenciales no abstractas, sería un rechazo a la forma discursiva en que tradicionalmente la metafísica se ha desplegado, al menos declaradamente desde Aristóteles: un lenguaje argumentativo, lógico, discursivo que reproduce con su decir las determinaciones del ser. De esta forma, instalar una forma de escritura que signifique apostar por la existencia del sujeto y la tensión irreductible, instalada en su seno, entre lo finito y lo infinito, entre eternidad y tiempo, supone tanto la noción de subjetividad como una instancia no cerrada que se despliega en grados de intensificación existencial a lo largo de su devenir, como el desplazamiento de los roles implicados en el ejercicio de comprenderla y comunicarla. En el tránsito de nuestra exposición, veremos que los rasgos que conforman la subjetividad en Kierkegaard, la temporalidad que inaugura el existente en términos de tensión entre lo finito y lo infinito, así como también la noción y el rol del “otro” como prójimo en la consecución del devenir subjetivo del individuo, tomarán especial protagonismo en el quehacer escritural de Kierkegaard.
                                                                         II
Una de las primeras consideraciones acerca de la subjetividad que queremos remarcar es su carácter de tarea y deber infinitos. En el
Postcriptum[2], Kierkegaard señala que “el devenir subjetivo es el más alto deber asignado al ser humano” y que, como tal concierne a cada individuo en tanto existente. La primera dificultad que se encuentra en la comprensión de este deber es el doble aspecto que encarna. La tarea se extiende tanto como la vida misma,  comportando a su vez la extrema simplicidad de esta constatación, es decir, el hecho de que cada uno es un ser viviente y que este hecho puede ser acogido por cualquier individuo en tanto que vive, pero a su vez, no hay forma de que este deber se presente de una vez y para siempre en su totalidad, como un objeto que se pueda abordar. Este deber escapa de toda representación, pues justamente significa “el deber de vivir,” constatación que sólo se puede comprender desde la vivencia y nada más. De esta forma, Kierkegaard está recusando la tradicional  identidad entre pensar y ser que conforman la noción de verdad metafísica, pues en tanto que el “ser” es existiendo, no es posible acceder a él desde el lugar de la esquematización abstracta del concepto, sino sólo desde un pensamiento que es a su vez acción: reflexionar es actuar. La comprensión del deber entonces es simultáneamente lo más obvio y lo más complejo: “porque el desarrollo de la subjetividad consiste precisamente en esto, que él, en su actuar, obre en sí mismo al reflexionar sobre su propia existencia, de suerte que realmente piense lo pensado realizándolo, y, en consecuencia, que no piense ni por un solo segundo: “Ahora bien, tú debes estar alerta a cada instante” -sino que está alerta a cada instante.” (PS, p. 170)
Como segundo aspecto de la subjetividad a remarcar es el hecho de que, en tanto ella misma se erige como tarea a realizar, inaugura en su propio seno una relación existencial con una idealidad que es ella misma. En este sentido, hay en todo individuo una deuda existencial en virtud de su propia existencia. Lo importante es que la relación que se da desde el individuo existente con lo ideal no se despliega desde un ámbito racional y asintótico, como sería el ideal ético kantiano que siempre emplaza al individuo a la realización racional de la ley autoimpuesta en un camino de “aproximación” infinita bajo la sombra del “como sí”, sino que para Kierkegaard la relación del existente con su propio ideal subjetivo se da desde el ámbito de la negatividad, el pathos y la comicidad, aspectos que nos llevan a comprender la necesidad en su escritura de una comunicación indirecta. Podríamos decir que, de alguna forma, hay una relación “afectiva” con el ideal, entendiendo por afectiva la vivencia inmanente del sujeto de la asunción del ideal en cuanto que existente. En efecto, la existencia está atravesada esencialmente por la negatividad, pues ésta se fundamenta en la síntesis del sujeto en tanto que “espíritu infinito existente”, es decir, que la existencia se encuentra  constantemente en proceso de devenir, por lo que la negatividad es la forma de la existencia:
 “El pensador subjetivo existente siempre posee lo infinito en su alma, y, por tanto, su forma es continuamente negativa.” (PS. P. 84)  Esto quiere decir que en el proceso en que el sujeto se piensa en cuanto existente, la forma prevaleciente de este pensamiento-acción es negativa: “su positividad consiste en la continua interiorización en la que se hace consciente de lo negativo”. Por eso Kierkegaard reprocha el gesto metafísico moderno en que, por buscar asegurar un suelo positivo y cerrar la siempre “herida abierta de la negatividad”, se accede a la negatividad que representa lo infinito en la existencia en términos de un “tomar conciencia”, acogiendo así la ilusión y el engaño.
[3] En la negatividad no hay resultados ni conclusiones.  Lo que se deja ver entonces es que la relación del pensamiento-acción con su forma de expresión es fundamental, si se quiere resguardar sin engaños la preeminencia de la negatividad, de manera que podemos sostener que la forma de la comunicación indirecta, en cuanto que es la principal expresión de la existencia, es la equivocidad. La comunicación directa exige la certeza, es decir, la omisión de la equivocidad, la que es imposible para el individuo en proceso de devenir. Ahora bien, a la forma equívoca de la comunicación indirecta podemos agregar el hecho de que la constatación del individuo de esta condición se da simultáneamente desde el suelo afectivo del pathos y la comicidad, que sería lo contrario de “tomar conciencia” positivamente del ideal. El pensador subjetivo desgarra la temporalidad metafísica[4] desplegada en un continuum, pues es capaz de mirar hacia adelante y hacia atrás del ideal, y en tal gesto vivir patéticamente o cómicamente sus efectos: “Cuando el pensador subjetivo existente se enfrenta a la idea, su interpretación de la desproporción es patética; cuando contempla a la idea en retrospectiva, permitiéndole que ilumine desde atrás la misma desproporción, su interpretación es cómica” (PS, p. 92). De esta forma, la tarea o deber que es la subjetividad para sí misma en cuanto devenir existencial demanda simultáneamente un pensamiento-acción que piense lo que realiza en cuanto lo realiza y una forma de expresión acorde con la sutura existencial que supone la negatividad y la tensión entre lo finito y lo infinito, que permita a su vez el encaramiento existencial a la modalidad en que se da la temporalidad. Una perspectiva patética pone el ideal adelante, y nos habla de la constatación de la lucha del existir como una tarea infinita, en la que “un segundo se reviste de un valor infinito” y en la que lo eterno se vislumbra como la más alta intensificación existencial; la perspectiva cómica expresa la contradicción de la lucha, en tanto que la eternidad, condición posible y abierta de la existencia, se habita desde lo temporal y finito del sujeto, haciendo posible que  “diez mil años pueden parecer una bagatela” (PS, p. 94).
 
                                                                       III
Hemos dicho más arriba que la noción de subjetividad que plantea Kierkegaard supone una tarea infinita y una relación existencial –no especulativa- con el ideal de este deber. En este sentido, uno de los quiebres que se producen respecto de la tradición es la recusación de la idea de verdad como la identidad del ser respecto de sí mismo, y del pensar en identidad con el ser en cuanto capacidad para determinarlo. Decíamos así que la forma argumentativa y discursiva de la metafísica tradicional es rechazaba por Kierkegaard, inaugurando una forma de escritura completamente distinta. En este sentido, un tercer rasgo de la subjetividad que podemos identificar en la propuesta kierkagaardiana es la doble reflexión que caracteriza al pensador subjetivo y determina el carácter del conocimiento esencial en cuanto que piensa lo existente desde la reflexión de la interioridad. Por ‘doble reflexión’ Kierkegaard va a entender la reflexión de la interioridad del pensador subjetivo, que es capaz de ser consciente de la existencia en su condición de infinitud a la vez que existe temporalmente en este pensamiento y se lo apropia en su interioridad. Además, en el proceso de doble reflexión se ejecuta la realización de la verdad en su sentido existencial: “una incertidumbre objetiva, apropiada firmemente en virtud de la más apasionada interioridad, es la verdad, la más alta verdad que hay para un sujeto existente” (PS, p. 206)
[5] Como bien reconoce Binetti (2008), antes que Kierkegaard es Hegel quien introduce más radicalmente este quiebre con la noción de identidad, que da el pie para que se plantee en Kierkegaard la doble reflexión como una condición a actualizar en el sujeto. Con Hegel, nos dice Binetti, “la identidad abandona su pureza aséptica, los opuestos pierden el derecho a la exclusión y la inmediatez del entendimiento representativo se ve obligada a reflexionar sobre sí misma. Lo que Hegel reclama propiamente es “la identidad en la diferencia y la diferencia en la identidad” y, a partir de aquí, comienza para la filosofía una nueva época”[6]. A pesar de las disputas entre los dos pensadores, pensamos que ambos tienen la necesidad de buscar una forma de plantear esta “identidad en la diferencia”. En Kierkegaard, este gesto debe repercutir en la subjetividad como el lugar donde se genere un conocimiento en términos de una reflexión de la “interioridad de la existencia”, al margen de la identidad abstracta entre ser y pensar, es decir, al margen del conocimiento que hace referencia a algo existente considerándolo como su objeto. Pensamos que una de las instancias para propiciar este tipo de conocimiento esencial-existencial de la interioridad es la  forma en que el pensamiento-acción, que se despliega en este proceso de conocimiento, se comunica y se abre a otro en la resonancia del secreto. En la escritura de Kierkegaard y la diversificación de pseudónimos desde la cual nos habla, vemos que el rol del autor se encuentra fragmentado y diseminado, no sólo abriendo la posibilidad de encarnar las distintas perspectivas relativas a la existencia del individuo –así como veíamos, se puede tener una perspectiva patética o cómica, aplicable también a los distintos estadios de existencia que atraviesan la obra de Kierkegaard- sino propiciando además la disolución de la autoridad y soberanía del autor para transmitir el conocimiento existencial. El problema que se plantea Kierkegaard de “cómo el sujeto existente plantea su pensamiento existencial” (PS, p. 83) se manifiesta en la ausencia de una certeza comunicable por parte del autor quien, situado en el fragor de la lucha infinita que es la existencia misma, deja su lugar de maestro para ocupar el de aprendiz. De esta forma, la escritura supone la apertura de la distancia en la interioridad para volver a ésta misma desde la diferencia que el otro supone. Hablamos de una “comunicación que se corresponde con esto –con esta lucha-, impidiendo así que, al ser excesivamente comunicativo, transforme absurdamente la existencia del aprendiz en otra cosa que no sea la propia existencia humana en general” (PS, p. 86). La reflexión de la interioridad en términos existenciales, que repone la identidad como identidad en la diferencia, requiere un lugar para un otro y la apertura en ese otro de un lugar en que se actualice la tensión irreductible de la subjetividad en tanto vivencia del infinito en lo finito, de lo patético y lo cómico, y que tienda a actualizar la relación del pensamiento con el ser existente en términos de acción. etc. La mediación que Kierkegaard rechaza, por especulativa, en la reflexión de sí, es traducida en términos de la inclusión de otro en la interioridad de sí, instancia que se ve favorecida por la  comunicación indirecta del pensador subjetivo y la forma escritural que cobra la obra de nuestro autor. Este lugar del otro es el lector, cuya presencia dinamiza y fragmenta de antemano el rol del autor, además de que comporta la instancia para la asunción de la reflexión de la interioridad en los términos de la diferencia. Es esto lo que queda de manifiesto cuando Kierkegaard habla del otro en los términos de un prójimo, y que puede ser entendido aquí como el lector. Teniendo en cuenta que “el amor es una cualidad de lo subjetivo” (PS, p. 132), podemos comprender mejor el lugar del lector en el proceso de reflexión de la interioridad que configura a la subjetividad si acudimos brevemente a las Obras del amor. Aquí, Kierkegaard aclara  cómo debemos considerar el amor hacia los otros en consonancia con el mandamiento “ama a tu prójimo como a ti mismo”, señalando que el verdadero significado del mandamiento es la exhortación que nos hace: quebrar el amor egoísta de sí, y desde ese quiebre abrir el espacio para amar al prójimo, quien enseña realmente cómo es que uno se debe amar a sí mismo. “El mandamiento obliga de algún modo a forzar el acceso al amor de sí, para liberarnos de él”[7]. Ese quiebre y esa liberación de sí no es sino el espaciamiento que permite el reconocimiento del prójimo como tal. ¿Quién es el prójimo? El prójimo es cualquier y todos los seres humanos, es a su vez el más cercano en el sentido de la proximidad, y el infinito, pues nunca puede sustraerse ni desaparecer, ya que siempre vendrá otro inmediatamente a ocupar su lugar. De esta forma, lo que está en juego en el amor como cualidad de la subjetividad es el hecho de que el otro es ocasión para que la existencia se anteponga ante sí misma en virtud de su diferencia[8]. Así mismo, pensamos que la figura del lector puede ser pensada en los términos de un prójimo, que es cualquiera a la vez que alguien que permanece en su existencial determinación. “El secreto de la comunicación depende específicamente en que el otro sea liberado” (PS, p. 74). Como nos dice Óscar Cuervo, “en la comunicación existencial el autor deja un espacio de indeterminación a ser ocupado por el lector y éste, completando el circuito, no puede leer sino decidiendo, incluso cuando decide dejar en suspenso la decisión. Por ello, la comunicación indirecta no es un estilo literario entre otros posibles, sino el único modo posible para que se patentice la libertad del hombre singular”[9]. La comunicación existencial de la subjetividad provoca la actualización de la libertad humana, en la infinita tarea que significa para el sujeto asumir como tarea el devenir de su subjetividad. 
 
 
[1] Llevador, Laura. Kierkegaard y Platón: la cuestión de la escritura., en “Convivium”,  20: 173-196 (2007). Barcelona.
[2] Kierkegaard, S. Postcriptum no científico y definitivo para Migajas filosóficas. Universidad Iberoamericana. México, 2009. P. 160
[3] “El resultado especulativo es una ilusión siempre que el existente, al pensar, pretende abstraerse de su propia existencia y concebirse sub specie aeterni [bajo la forma de lo eterno]” PS. P. 82
[4] Lo que nos puede remitir perfectamente al Angel de la historia de Benjamin, cuando mirando hacia atrás no ve más que escombros del pasado…
[5] Otra definición de verdad puede ser encontrada en PS, p. 77: “La verdad no es la verdad, sino que la verdad es el camino, esto es, que la verdad radica únicamente en el devenir, en el proceso de apropiación y que, en consecuencia, no hay resultados”.
[6] María José Binetti , “Mediación o repetición: de Hegel a Kierkegaard y Deleuze”, en Daimon, núm. 45, 2008, pp. 125-139
 
[7] Soren Kierkegaard,  Las obras del amor, Buenos Aires, Leviatán, 2011, p. 69
[8]  “En cambio, el amor según el espíritu arroja de mi Mí Mismo toda determinación natural y todo amor de sí, por lo cual el amor al prójimo no es capaz de convertirme en uno con el prójimo, en un Sí Mismo reunido. El amor al prójimo es amor entre dos seres eternamente determinados, cada uno por su lado, como espíritu; el amor al prójimo es el amor según el espíritu, y dos espíritus jamás podrían convertirse en un solo Sí Mismo en sentido egoísta” (OA, p. 111)
[9] Cuervo, Oscar. Kierkegaard y la comunicación indirecta. En http://www.sorenkierkegaard.com.ar/index2.php?clave=colaboracion&idcolaboracion=9

Volver

Usted es bienvenido a contactarse mediante el siguiente formulario:

(*) Campos requeridos

Para quienes estén interesados en enviarnos alguna nota, artículo o comentario pueden hacerlo en este espacio:

(*) Campos requeridos

 
Carlos Calvo 257 - C1102AAE Buenos Aires - Argentina -
Ir arriba