Reunión II: EL AMOR - REPETICION
26 de Marzo de 2004

         En la anterior y primera reunión comenzamos a presentar la historia de amor narrada en La Repetición. Voy a resumir rápidamente lo que leímos de la historia hasta ahora: hay una personaje que llamaremos el Joven Enamorado, que se enamora de una muchacha y que, a su vez, comparte las pericpecias de su enamoramiento con el Confidente, un amigo ya maduro que lo aconseja. No sabemos la edad del Joven, sólo sabemos que se encuentra en «la edad en que el espíritu comienza a madurar». Podemos imaginar, sin riesgo de equivocarnos en demasía, que ronda los 18 o 20 años. Este Joven se anima a declarársele a la chica de la que estaba enamorado desde hace un año, la chica le corresponde sentimentalmente y, como todos podemos imaginar, las cosas no pueden andar mejor para él y para ella. Pero el Joven, quien comparte su alegría y plenitud con el Confidente, comienza a sentir que una extrema intranquilidad lo invade, porque comienza a darse cuenta de que ese no es el camino, o más bien, de que esa no es, en proyección, la vida que el quiere vivir. Estamos hablando, por supuesto, de casarse, tener hijos, etc., es decir, de tener una vida llamada normal. En realidad no está claro lo que el Joven quiere en la vida, nunca explicita lo que él quiere; pero, por otro lado, tampoco es algo tan raro no saber qué se quiere de la vida a los 18 o 20 años, más bien todo lo contrario. Lo único que nos dice el narrador al respecto es que es un joven melancólico.

         Una de las primeras cosas que hicimos en la reunión anterior fue detenernos y preguntarnos puntualmente sobre esta melancolía. En ese momento dije que hace algunos años yo he escrito un artículo referido a Kierkegaard que se titula «Elogio de la melancolía», el cual he enviado por e-mail, donde básicamente planteo que, contra todo sentido común y opinión médico pisquiátrica, la melancolía de la que habla Kierkegaard es una posición filosófica-existencial, o un tono o temple filosófico, que no tiene nada que ver con el bajón, ni con la depresión. A mi entender se trata de una posición vital que todos hemos transitado o estamos transitando, que consiste en que toda la oferta que nos hace el mundo llamado burgués, que todos los valores burgueses que se podrían resumir en amoldarse a este mundo, en trabajar, ser honesto, ser una persona criteriosa, tener familia, chicos, una casa, un auto (tener más o menos plata no es lo decisivo), es decir, que todo eso que se nos presenta nos sólo que no nos seduce, sino que nos repugna. Tranquilamente puede ocurrir que aceptemos plenamente esos valores o los rechacemos de plano siendo un obrero, un odontólogo, un estudiante, un villero, un comerciante, un filósofo, un psicoanalista, un político, etc. Posición desde la cual se reconoce que el mundo está mal, por supuesto, pero tampoco es para pegarse un tiro. Bah, la cosa va, y uno está allí. La melancolía, en cambio, no se banca este mundo, siente y dice más o menos así: «este mundo no me va ni me viene, no soy parte de esto, no me siento parte, no quiero ser parte, y me da bronca quien es parte». Esta posición siente un rechazo y repulsa, de bronca con el mundo. Esto que estoy diciendo a tan grandes rsgos casi es grosero y hasta grotesco, pues allí en realidad cualquiera puede ubicar muchísimos detalles y tantas posiciones intermedias que todo esto parace un mal chiste. Sin embargo, a pesar de que allí hay muchísima sofisticación, a grandes rasgos siempre se trata de esto: «yo no acepto el mundo tal como es».

         Hay que hacer notar que no se llega a ese punto después de grandes ni de largos devaneos pensantes; no: cuando el espíritu se despierta al mundo ya se encuentra en esa posición, ya se encuentra diciendo: «yo no soy de este mundo».

         Ante esta constatación, la primera explicación refleja que uno se da se ubica entre uno de dos grandes alternativas: la primera dice “este es un mambo mío, yo estoy medio pirado porque en realidad siempre fui medio raro, y por lo tanto tengo que ir al psicólogo, porque soy yo el que tiene problemas y está mal”; y la otra dice “no, acá lo que está mal es el sistema, yo estoy fenómeno, por lo tanto hay que luchar contra el sistema”. Dicho así es fácil darse cuenta de que las dos posiciones son unilaterales, o más bien, que son las dos caras de una misma moneda, porque a pesar de que es cierto que el sistema está mal, yo no estoy por fuera del mismo, sino que nací, crecí y sigo viviendo dentro de los valores del sistema, por lo cualsi trato de destruírlo de manera inmediata lo más seguro es que trate de destruírme a mi mismo porque soy parte del mismo. Debo terminar reconociendo que soy parte de este mundo en crisis y que mi propia vida también es campo de batalla de la fuerzas en pugna. Este dolor, este desgarro que siento dentro de mí en realidad no es un mero mambo psicológico sino que es parte del desgarro del mundo real del que participo y soy parte. Porque el mundo está desgarrado y en guerra consigo mismo es que yo chillo y siento ese desgarro en mí, desgarro que es espiritual, es decir, inseparablemente intelectual y carnal al mismo tiempo.    

 

         DOLORES GRADIN: De todos modos no logro etender la relación entre la melancolía y el rechazo a este mundo, es decir, de si no es posible expresar esa melancolía de forma que no sea un rechazo de este mundo de manera tan explícita; también puede ser una crisis… Pero planteado así parece que para la melancolía no hay salida.              

 

         Sin embargo hay salida a la melancolía. Lo que vengo diciendo son los trazos más gruesos, lo vengo aclarando. Pero antes de irnos a pensar la salida a la melancolía, detengámonos en lo que es la entrada a ella. Usualmente esta entrada se percibe como un tremendo malestar, y nada más, sobre todo en los más jóvenes, los que se sienten mal y a veces muy mal, pero que cuando comienza a hablar se da cuenta de que es necesario que madure lo que allí aun está verde, recién en sus comienzos, porque si eso no madura y se despliega el proceso se invierte y es como que eso se pudriera adentro de uno, entonces uno se enferma y se pone realmente muy mal. Esto es lo que le ocurre a muchísimos muchachos y chicas que se dan vuelta con drogas y puro bardo, y que son condenados por eso, cuando en realidad en lo que están es en una búsqueda desesperada de algo verdadero que les de sentido a su vida, o en una fuga también deseperada por huir o salir de un mundo falso. En otros todo eso puede que los impulse a la militancia política, pero si es así yo creo que la militancia, a mi entender, es transformada en otra forma de adicción. Hay muchas formas de aparición de la desesperación y muchas formas de su desarrollo, pero las mayoritarias en este mundo son hacia la enfermedad. Lo más común es que uno enferme, a tal punto es así que uno termina creyendo que eso es un destino inevitable, que la vida es así. Y a uno le gusta que sea así. Y no está mal.

         Creo que la actitud del rock, siguiendo esa definición de que el rock más que una posición ideológico, política o cultural es una actitud de vida, creo que la actitud del rock es de una pelea con el mundo. Lo que tiene de valor esa actitud es que es visceral, no es algo meramente intelectual sino que se lo vive todo el tiempo, de ahí que se manfieste en cómo uno se viste, como se comporta socialmente, en todo ámbito. Digo todo esto, además de porque es así, porque Kierkegaard de alguna manera vivió y sintió las réplicas de un movimiento sísmico cultural muy importante como fue el romanticismo alemán, uno de cuyos componentes era justamente esta actitud melancólica como la estamos entendiendo aquí. Este no fue un movimiento ideológico, político o intelectual, sino que además fue un movimiento de ruptura con los valores burgueses de vida. No fue el único, por supuesto, hubo unos cuantos de estos movimientos culturales en la historia moderna que encarnaron este espíritu, tal como, por ejemplo, lo fue el surrealismo. Aunque ha perdido fuerza, frescura e imaginación sigo pènsando que el movimiento del rock es así; como de alguna manera también lo fue el tango en su momento, con su identidad arrabalera y orillera.

 

         LAURA FONTANA: Se trata de lo que de manera genérica se viene llamando “movimientos contraculturales”.            

 

 

2

 

         Sigamos con el texto. El narrador presenta al Joven de esta manera, como melancólico, dice que se encuentra sumido en esta inquietud cuando observa que en el Joven se opera un repentino cambio, «una curiosa metamorfosis» según la expresión del narrador. Esta metamorfosis consistía en «un enorme afán de actividad poética», como que se despierta en él una búsqueda artística que se mantenía dormida. De todos modos nuestro joven segía enamorado de la muchacha y seguía con su noviazgo, pero con el despertar poético empieza a darse cuenta que con el noviazgo ha comenzado a transitar un camino errado, que si por él fuera no qusiera seguir con el noviazgo, que no lo puede sostener, que no quiere seguir comprometiéndose más y más sino que quisiera profundizar en el camino poético que acaba de abrírsele.

 

         ANA FIORAVANTI: Pero esa es la interpretación del Confidente, de que ón del Confidente, de que al joven se le presentan estas dudas por la aparición de la poesía, porque más adelante, en la segunda parte del libro, es las cartas del joven no aparece para nada estas ideas. Al contrario, les hace una crítica feroz.

 

         Lo veremos cuando trabajemos esas cartas, pero por ahora nos restringimos a lo leído y, por ende, al punto de vista o a la interpretación del confidente. Si nos mantenemos por ahora dentro de lo expuesto por el narrador, lo que podemos analizar es que el joven transita desde la posición melancólica a la poética, y que la poética tampoco parece ser el destino definitivo sino que también se presenta como otro tránsito aunque no sepamos aun hacia dónde. A la posición poética la podemos identificar con una posición artística en relación al mundo, a la manera de cómo un artista se enfrenta al mundo.

         Ante esta situación, iniciada con la melancolía y la inquietud y que encalla en la actividad poética y la imposibilidad no sólo de llevar adelante el noviazgo sino incluso de poder seguir sosteniéndo el noviazgo tal como lo venía haciendo, ante esta situación de emergencia el confidente le propone al joven realizar una maniobra, un movimiento que a primera vista parece querer lograr que, en lugar de ser el joven quien deje a la muchacha sea la muchacha la que deje al joven. Hasta ahí llegamos en la reunión anterior, y dejamos planteadas dos preguntas, una es ¿qué le está pasando al joven?, y la otra es ¿qué maniobra le propone realizar el confidente?

         Ante esto Pedro Gorsd envió por escrito un comentario que fue respondido por Ana Fioravanti con otro comentario también por escrito. Paso a leerlos en orden de aparición:

 

        La Ocasión

        Por Pedro Gorsd

       

        El desesperado vive en la búsqueda de algo que lo sostenga. Pero nada puede darle lo que busca, nada puede dejarlo en paz consigo mismo. El melancólico sabe que nada lo sostiene, entonces vive para encontrar la forma de sostenerse en el mundo sin sostenerse de algo.

 

        Dice Kierkegaard, en su libro La repetición, bajo el seudónimo de Constantin Constantius: “En medio de esta chocante situación emotiva el muchacho experimentó una curiosa metamorfosis. De repente se despertó en él un enorme afán de actividad poética, y ésta se desarrollaba en tales proporciones que yo jamas lo habría podido imaginar. El conocimiento de esta transformación fue para mi como la clave para descifrar todo el enigma de su intrincada relación amorosa. La muchacha no era en relidad su amada, sino simplemente la ocasión que despertó en él la vena de la actividad creadora y lo convirtió en un poeta.” Kierkegaard nos presenta a un chico que cree que su amada es su único fín en la vida, lo que lo sostiene en el mundo. Su mirada está fija en su supuesto objeto de amor, el cual cree único e irremplazable. Pero, a pesar de que posee a la amada, sabe que aunque a ella le llegase la muerte mañana mismo, nada en su vida cambiaría. Pero, de repente, el chico experimenta una curiosa metamorfosis. Entonces descubre que detrás de su amada está su verdadero objeto de amor, el cual despierta en él un enorme afán de actividad poética. La chica ha sido sin saberlo, la ocasión para que su verdadero objeto de amor aparezca. Pero, como ella no ha buscado ubicarse en aquel lugar tampoco buscará correrse de allí, ya que nada la mueve a hacerlo. Es en este momento, donde el maestro, Constantius, hace su aparición para ayudar a nuestro amigo melancólico a salir de esa posición.

 

        En Migajas Filosóficas, Kierkegaard, bajo el seudónimo de Johannes Climacus, nos dice: “Nada es superior a lo que existe entre un hombre y otro. El discípulo es la ocasión para que el maestro se comprenda a sí mismo. El maestro es la ocasión para que el discípulo se comprenda a sí mismo. Despues de morir, el maestro nada tiene que reclamar del alma del discípulo, igual o menos que el discípulo no puede reclamar al maestro responsabilidad alguna.” Kierkegaard nos muestra la relación entre maestro y discípulo, Socrates y Alcibíades. El discípulo busca desesperadamente aquello de lo cual sostenerse. Su mirada esta perdida en diferentes objetos de amor posibles. Su busqueda no tiene norte. Entonces, llega el maestro y se ofrece para que el discípulo pueda fijar su mirada hacia un sólo lugar. El maestro, premeditadamente, se ubica entre el discípulo y su verdadero objeto de amor. Lo hace porque sabe que todavía no le ha llegado al discípulo el momento de verlo sin mediaciones. Pero, cuando el discípulo cree tener la certeza de que el maestro es su verdadero objeto de amor, el maestro se corre para que el discípulo pueda encontrarse cara a cara con lo que en verdad ama. Ahora, el discípulo debe dejar de lado al maestro para hacer lo que tiene que hacer, ser fiel a su verdadero objeto de amor. El maestro ha sido la ocasión para que el discípulo pase de la no-verdad a la verdad. Pero, ¿es posible que el maestro no sea la ocasión para realizar ese transito, sino la condición para ello? O sea, ¿puede un hombre ser verdadero objeto de amor para otro hombre? ¿puede un hombre ser la verdad?

         En Migajas Filosóficas, bajo el seudónimo de Johanes Climacus, Kierkegaard analiza y compara dos relaciones de maestro-discípulo. Una es la de Sócrates con Alcibíades o cualquier otro discípulo socrático, y la otra es la relación de los discípulos con Jesús, o qué es ser discípulo de Jesús y qué tipo de maestro es Jesús. La palabra «ocasión» que utiliza Pedro está extraída del libro Migajas Filosóficas, y allí está utilizada para definir el estatus del maestro socrático; el maestro socrático es la mera ocasión para que el discípulo se encuentre con la verdad que ya estaba en él, aunque olvidada y desconocida, pero el maestro no es la verdad. Tan es así que, una vez que se ha encontrado con la verdad, el discípulo no le debe nada al maestro, en el sentido de que ha sido sólo la ocasión para llegar a la verdad pero, por un lado, no es la verdad, y por otro, quien realmente ha llegado es le discípulo por su trabajo, trabajo que el maestro, por más que quiera, no puede hacerlo por él. Y en muchísimos otros lados y momentos Kierkegaard dice algo mucho más definitivo aún, dice que ningún hombre puede ponerse en el lugar de la verdad, lo que de intentarse sería la mayor blasfemia. Sin embargo todos sabemos que Jesús en el evangelio de Juan dice “yo soy la verdad, el camino y la vida”, lo absolutamente diferente de Jesús como maestro en relación con Sócrates es que él sí se presenta como la verdad y para sus discípulos, es decir, para los cristianos, él es la Verdad.

         Ana Fioravanti ha respondido a Pedro Gorsd lo siguiente:

         «Pedro: muy bueno tu escrito.

        Lo único que agregaría (cosa que dije en la primera reunión, pero no quedó grabado) es que en el fondo de toda esta cuestión está el tema de la eternidad. Creo que el melancólico es melancólico porque ha vislumbrado la eternidad y la desea más que a nada en el mundo. Cuando ama, cuando se enamora, ese deseo de eternidad se acrecienta en forma tan descomunal, porque la experiencia del amor-pasión excede todo límite, que resulta más bien la condición para conectarse del modo más intenso con lo eterno. Por eso mismo, ésa es la experiencia que mejor sirve de analogía  en gran parte de los escritos religiosos, desde el «Cantar de los Cantares», los «Profetas» (en especial Oseas), hasta los místicos, como pudimos ver con San Juan de la Cruz, por citar un ejemplo. Y cuando cae en la cuenta de que no es así, no por reflexión ni nada de eso, porque en rigor es algo que se sabe y se siente desde siempre, el que ama así se vuelve melancólico porque  también desde siempre ha presentido la finitud y la fragilidad del mundo y de los hombres. De modo que un hombre, a menos que sea más que hombre, no puede ser la  verdad. De hecho, es él, maestro o discípulo, lo mismo da, quien necesita conectarse con la verdad. Y en esa aventura, como Kierkegaard dice en “La pureza del corazón es querer una sola cosa”, no hay maestros: somos todos discípulos.

Te mando un beso. Ana.

 

         ANA FIORAVANTI: El melancólico desde un principio está en relación con la eternidad, y no es algo a lo que llega por reflexión o razonamiento; creo que desde que es niño tiene esa sensación de la fragilidad y finitud del ser humano, de una manera oscura cuando es niño y cuando va creciendo se le va haciendo más fuerte todavía, pues cada vez siente más que todo lo que es puede dejar de ser; y esa sensación de fragilidad y finitud de todo lo vuelve melancólico. Por eso es que cuando uno está en la extrema felicidad al mismo tiempo también está en el extremo dolor, porque si uno es capaz de estar en la extrema felicidad evidentemente puede sentir que esa extrema felicidad puede perderse, tiene esa certeza porque la vida y el mundo es así. Por eso que la melancolía está íntimamente relacionada con la eternidad. Cuando uno viene al mundo, lógicamente, no viene siendo espíritu; como bien lo dice Kierkegaard en el Concepto de la Angustia el espíritu está ahí acechando y uno siente eso como la angustia frente a la nada; recién después, cuando espiritualmente uno crece se puede dar cuenta de cómo salir de esto mundanal donde uno cae y donde todo está perdido.

 

3

         PEDRO GORSD: Lo eterno es una palabra muy compleja, no es fácil de apropiársela. La manera en que yo mejor entiendo la palabra “eterno” es en relación con “absoluto”, esta es la palabra que medianamente puedo agarrar. El desesperado vive en lo que aquí se ha llamado el mundo “burgués”, vive en lo relativo porque se trata de sostener de algo, ya sea de la esposa, el hijo, el trabajo o de una ilusión, de lo que sea, pero de algo se tiene que sostener. Pero lo decisivo es que vive en la relativo, para él no hay nada absoluto sino que todo es relativo. El melancólico, en cambio, está a un paso de poder sostenerse de él mismo, sin sostenerse de algo externo. El sostenerse desde sí mismo creo que es lo que Kierkegaard llama “lo absoluto”, donde no se sostiene de otro, donde no depende de una relación externa, donde no se compara con nada, donde no es relativa la cosa. Por eso dije que entiendo lo eterno como lo absoluto, y que si no es lo mismo están en estrecha relación. Lo seguro es que “eternidad” no quiere decir “al final de la línea recta”, o lo que dura mucho tiempo, más bien está relacionado con lo que Kierkegaard denomina el instante, que si las cosas no son ahora entonces no son, y si la fe no es actual no es.

 

         ANA FIORAVANTI: Yo también pienso lo mismo. Pero también es un poder vencer la muerte, o que la muerte no te mate.

 

         PEDRO GORSD: Sí, que la muerte no sea lo decisivo, porque para el mundo relativo la muerte es terminal, no hay otra cosa más decisiva que la muerte, por eso es menester tirar la pelota para adelante.

 

         Yo comparto lo que están diciendo; la posición melancólica existencial está en relación directa con lo absoluto, tal como aparece lo absoluto en la Resignación Infinita. Lo infinito está ligado estrechamente con lo absoluto en el sentido de que no es que rechaza una u otra cosa sino que rechaza el mundo burgués en su totalidad y en su integridad. Dicho así pareciera que estamos hablando de un marciano, que no le gusta nada de nada, ni un buen vino, ni el asado; no, estamos hablando de que hay un rechazo íntegral y en su totalidad de cómo es el mundo actual. Esta posición, yendo a lo que hemos vivido en el último siglo, puede identificarse con lo que se ha llamado posición revolucionaria, y lo que se ha entendido por revolución; entendiendo por revolución no un cambio parcial para que mejore un poco o mucho la salud, o la educación o el salario, o la vivienda, sino que apunta a un cambio del estatuto mismo de la realidad y el mundo, es hacer la sociedad y la vida de otra forma, bajo otros principios y otro ser. Por eso hablamos de una oposición y de un rechazo absoluto e infinito, no un rechazo de este parte o de esta otra, sino de todo como un todo. Esto se sale de toda comparación y de lo relativo, porque cuando uno dice que esté mejor la salud legítimamente se puede preguntar ¿cuánto mejor?, ¿cuántas más camas en los hospitales?, ¿qué porcentaje de mortalidad infantil?, todo esto entra en una comparación que no va a delimitar un concepto, una cualidad, sino que apunta a la cantidad, se mueve entre un menos y un más pero siempre dentro de lo mismo. En cambio, cuando alguien dice “no, vamos a plantear la salud de una manera totalmente distinta, no apuntando a alargar los años de vida, hasta alcanzar digamos un promedio de 85 años de vida, sino a que la vida sea más intensa, más feliz y más plena. Que la gente se va a morir, por supuesto, que se va a enfermar, también, pero lo decisivo de la salud pública no va a pasar por allí sino por que cada persona logre desplegar su tarea en la vida. Como ven, cambia el sentido, no se trata ya de resolver más y mejor pero dentro de los mismos parámetros y criterios sino que lo que cambia son los parámetros y criterios y el sentido mismo desde donde se piensa la vida.

 

         PEDRO GORSD: Creo que dijiste la palabra clave: “lo decisivo”. De lo que se trata es de una subversión o una inversión de qué es lo decisivo. Esto no quiere decir que se tenga que dejar de lado los quehaceres del mundo de todos los días, como comer, dormir, vestirse, etc., sino que allí no está lo decisivo. Si uno se puede dar cuenta de eso en sentido existencial, creo que logró relacionarse con lo absoluto.      

 

         Es cierto. De todos modos hay que aclarar que lo infinito, lo absoluto y lo eterno no son todos lo mismo; es cierto que están conectados en una estrecha relación, pero no son lo mismo. En todo caso este seminario está para aclarar por qué no son lo mismo, a partir de lo que veamos y trabajemos sobre la repetición. Dando un paso en este sentido hay que decir que tanto la repetición como el instante se relacionan con la cuestión de la temporalidad; la repetición, la misma palabra lo indica, remite a la esencia y a la sustancia del tiempo, no remite a la esencia del espacio; con el instante también pasa lo mismo, pero antes de meternos de llene y de frente en este hay que abrirlo como de costado, porque nosotros tenemos los oídos y la cabeza muy encuadrada con lo que el tiempo es para la modernidad, que comenzó a explicitarse con Descartes y terminó de desplegarse con Kant, donde el tiempo es una constante pre-existencial, una intuición a-priori condición de toda experiencia. Pero una vez establecida de esa manera no puede pensarse más, no se lo puede pensar al tiempo, se lo puede medir, poner en relación al espacio, a la velocidad, y hasta a la masa, pero no se lo puede pensar por la simple razón de que supuestamente ya está pensado hasta el final. Pero a mi entender lo que Kierkegaard plantea con el instante y la repetición es que mientras no pensemos el tiempo no podemos pensar lo que es ser humano, y tampoco lo que es o lo que es ser. Para mí quien extrae y decanta de Kierkegaard el asunto de la relación del ser con el tiempo es Heidegger, pues es Kierkegaard quien plantea el tema del ser y del tiempo en la repetición y el instante. Y planteó esto en comparación opositiva con cómo los griegos entendían esta relación. Como ya adelanté lo que Kierkegaard compara opositivamente a la repetición es la reminiscencia, asunto al que nos vamos a comenzar a asomar hoy como adelanto de las próximas reuniones. Pero la relación, comparación y diferenciación de lo eterno, lo infinito y lo absoluto es uno de los temas de este seminario. Si no hay preguntas continúo presentando el texto.

 

 

4

         TERESITA MONKMAN: ¿Cuál es la diferencia entre la melancolía de la que estamos hablando aquí, con la angustia de los existencialistas del siglo XX?

 

         Son muy parecidas. Yo creo que la ventaja de analizar estos textos y estas palabras usadas de un modo un poco desconcertante, es que ponemos de vuelta agua en la maceta en la que creíamos que ya habían muerto todas las planteas y, ¡sorpresa!, las plantas vuelven a crecer. La melancolía es una palabra que hoy por hoy ha quedado un poco en desuso, no se sabe muy bien en qué circunstancia utilizarla, suena a cosa romanticona pasada de moda, pero puesta en conexión con la angustia existencialista, que por sí misma también ha quedada media gastada, nos entrega nuevamente un sentido vigoroso, de que el mundo tal cual es para el melancólico no tiene ningún sentido, ha perdido todo sentido, y que ninguna lucidez puede sostener ni sostenerse de este mundo, todo esto tiene estrecha comunidad con el existencialismo de mitad del siglo XX y con lo que a partir de allí y  posteriormente se referenció en el absurdo. El absurdo de la existencia aparece como uno de los nervios de la melancolía. ¿Son lo mismo? No, pero tampoco podemos dejar de puntualizar su parentezco.

 

         ANA FIORAVANTI: A mi me parece que la angustia en Kierkegaard es algo más amplio, más universal, porque como él en El concepto de la angustia la pone como la angustia ante la nada…(se corta por cambio de lado)            

 

         Teresita preguntó si melancolía de la que estamos hablando aquí tiene algún parentezco con la angustia de los existencialistas del siglo XX, no con lo que Kierkegaard entiende por angustia; por eso es que yo la emparenté también con el movimiento del absurdo que se desarrolla tanto en paralelo como en relación con el existencialismo, tanto antes como después, ligado también al surrealismo. El absurdo en Kierkegaard también tiene otro sentido que el absurdo al que nos estamos refiriendo, aunque sea la misma palabra el sentido es diferente, por más que compartan ciertos caracteres, por supuesto. Si recuerdan el trabajo del seminario sobre Temor y Temblor, el absurdo que para el existencialismo está muy ligado con lo que Kierkegaard llama la resignación infinita, pero que no va más allá de ella, posición que podemos resumir con la caída del mundo y que todo está perdido, el absurdo para Kierkegaard en ese libro se relaciona justamente con el ir más allá de la resignación infinita, se identifica con la posibilidad de la recuperación plena y total en la finitud después de haber transitado la pérdida absoluta e infinita de la finitud. En Temor y Temblor denomina absurda la actitud de Abraham de apostar a la recuperación de Isaac a pesar y después de haber acepado plenamente el pedido de su sacrificio por cuenta de su propia mano. Esto es absurdo, pero cuando Abraham recupera todo, no cuando pierde todo; lo absurdo en absoluto refiere allí a ese sentimiento de extrema extrañeza y ajenidad y de intruso en el mundo, como que yo no tengo nada que ver con este mundo, tal como aparece el absurdo en Camus, por ejemplo. El absurdo de Kierkegaard en Temor y Temblor dice que a pesar de haber perdido todo, sin embargo recuperaré todo. No quiero adelantarme, pero en este seminario también iremos al centro de este absurdo kierkegaardiano, analizando la siguiente expresión: a pesar de perderlo todo, voy a recuperarlo todo, y doblemente: esta es la fe en la repetición que Kierkegaard le atribuye a Job. De igual manera, la angustia en Kierkegaard es otra cosa que la angustia en el existencialismo francés del siglo XX.

 

 

5

         Voy a continuar ahora con la historia de amor narrada en La Repetición, hasta terminar de presentarla hasta el punto en que está desarrollada en la primera parte del libro. Voy a comenzar con la lectura de la última parte leída en la reunión anterior referida a la maniobra que el confidente le propone al joven realizar:           

         «Para poner fin a los tormentos de mi joven amigo le propuse con el mayor encarecimiento que se arriesgara a tomar una decisión extrema. Se trataba sencillamente de encontrar un punto de equilibrio y paridad entre los dos jóvenes. Con este fin le dije, empleando toda la autoridad que creía tener sobre él: “¡Eh, muchacho, rompe este intrincado nudo y aniquila todo lo que sea necesario! ¡Conviértete a ti mismo en un ser despreciable, que sólo encuentra alegría engañando y mistificando! Si lo logras, entonces los dos estarán en iguales condiciones y en este caso ya no se podrá hablar más de diferencias de orden estético que te confieran ninguna superioridad sobre ella, superioridad que los hombres suelen conceder con harta frecuencia a las que ellos llaman personalidades poco comunes. Entonces será ella la que vence, la que tiene toda la razón, y tu quedarás desprovisto de todos los derechos. Pero no emplees esta táctica con demasiada rapidez, pues esto sólo serviría para encender todavía más el amor que ella siente por ti. Lo primero que tienes que hacer, en cuanto te sea posible, es mostrarte a sus ojos como un ser más bien desagradable y un poco repelente. No la contraríes abiertamente, pues con ella la excitarías, cosa que debes evitar a todo trance. Muéstrate inconstante y gruñón. Haz un día una cosa y al siguiente otra muy distinta. Pero todo esto sin el menor apasionamiento y como una pura rutina. Lo que no quiere decir que te has de mostrar desatento con ella, como si no te importara nada, al revés, ahora más que nunca has de prestarle una atención exquisita, si bien meramente, como algo que se hace sólo por oficio, sin poner ninguna interioridad ni espontaneidad en ello. Sustituye el placentero goce del amor con la aparente pasión de un semiamor empalagoso e insípido, que no sea indiferencia ni deseo ardiente. Que toda tu conducta provoque un desagrado parecido al que causa el espectáculo de un hombre goloso ante una bandeja de pasteles. Sin embargo, querido amigo, no inicies este plan si no estás completamente convencido de que tendrás fuerzas suficientes para desarrollarlo hasta el fin, pues de lo contrario pierdes inútilmente el tiempo y no sacarás ningún provecho. Porque has de saber que nadie hay tan prudente como una muchacha cuando se trata de dilucidar la cuestión, tan importante para ella, de si es o no es realmente amada. En una operación de éstas no es nada fácil emplear el bisturí, un instrumento que por cierto les exige muchas horas de práctica a los médicos para poder llegar a ser buenos cirujanos. Así que cuando inicies el plan, no tienes más que ponerte otra vez en contacto conmigo y yo me encargaré del resto. Entonces dejas correr el rumor de que tienes una aventura amorosa con otra joven, precisamente de las del montón, vulgar y prosaica hasta más no poder, pues de lo contrario no harías más que estimular y enardecer a la amada. Yo sé muy bien que semejante idea te repugna y que jamás la habrías concebido por ti mismo. Pero no te apures, los dos seguiremos firmemente convencidos de que ella es la única mujer qye tú amas, aunque sea imposible hacer realidad este amor puramente poético. El rumor, por su parte, no ha de carecer de fundamento. Yo mismo, como te he dicho, me encargaré de este asunto. Elegiré una muchacha en la ciudad y concretaré con ella, en una conversación previa, lo que más convenga”.». 

         Dicho esto, continúa el narrador:   

         «El muchacho, por lo pronto, aprobó sin la menor reserva mi primitivo plan. En una tienda de modas de la ciudad encontré a la joven que iba buscando, verdaderamente hermosa y que, después de prometerle yo que le suministraría todo lo que necesitase en el futuro, se avino sin otras dificultades a sencundar nuestro plan. Mi amigo debería mostrarse con ella en público, en los lugares más concurridos, y de vez en cuando irla a visitar en su propio domicilio, a unas horas muy concretas, de suerte que no hubiese duda de que estaban liados. Con ese fin le logré a la modistilla un piso en un edificio que tenía entrada, mediante pasadizo, por las dos calles paralelas. De esta suerte el muchacho no necesitaba más que cruzar el pasadizo un poco entrada la noche, para que todas las criadas y comadres de la vecindad se enteraran de la nueva aventura y la propalasen por toda la ciudad. Como si esto fuera poco, procuré por otros medios que la muchacha amada tuviera un conocimiento más exacto de las nuevas relaciones del joven. La modistilla no estaba nada mal, pero con todos los reumores que corrían no le edjaban en muy buen lugar, por lo cual la muchacha amada, sin necesidad de sentirse celosa, no podía por menos de sorprenderse de que el mozo prfiriese a la otra. Si mi propósito hubiera sido espiar precisamente a la muchacha, no cabe duda de que tendría que haber elegido otra modistilla un poco diferente. Pero como yo, al fin de cuentas, no sabía nada concreto de las correrías de la modistilla y, por otra parte, no tenía la menor intención de crearle más líos al pobre muchacho, por eso mismo elegí a la que primero encontré, interesado solamente en que el joven alcanzase por este método el fin del plan propuesto.

         «La modistilla fue contratada por un año. Todo este tiempo debía durar la relación con ella para despistar completamente a la otra. El joven, por su parte, debía tratar a lo largo de este año de terminar para siempre con su existencia-de-poeta. Si lo lograba, entonces no solamente se podía hablar, sino incluso intentar de hecho una redeintegratio in statum pristinum.» Aquí hay una nota del traductor que vale la pena leer, dice así: “Esta «reintegración en el estado anterior» insinúa más que la simple reanudación de la relación amorosa, una normalización de la misma, incorporándose, sin alteraciones equivocadas y trágicas, a la espontaneidad propia del enamoramiento, hasta culminarla en el matrimonio como cifra de la existencia humana en el estadio ético, que asume lo estético y supone la religión. Pero ni en la vida historiada del joven amante ni en la real del propio Kierkegaard llegó a verificarse de hecho tal repetición. ¿Puede verificarse en absoluto una repetición en ese plano ético? Este libro escamotea esta posibilidad concreta, tan espléndidamente supuesta en los Dos diálogos sobre el primer amor y el matrimonio, Ed. Guadarrama.”.

         Continúa Kierkegaard: «La joven, además, había tenido durante todo el año anterior, cosa que merece señalarse como muy importante, la oportunidad de libersrse y dejar las relaciones con el muchacho. Éste, por su parte, le había indicado con una claridad que no dejaba lugar a dudas, cuál sería el resultado de tal decisión. Si ahora resultaba, en el caso de que llegara el instante de la repetición, que ella se sentía cansada y no deseaba hablar más del asunto, el joven no tendría nada que echarse en cara, pues había obrado honrada y generosamente.

         «Todas las cosas, pues, estaban preparadas y perfectamente en orden para iniciar la operación. Yo tenía, según suele decirse, los hilos en las manos y esperaba con una impaciencia insólita el desenlace de los acontecimientos previstos. Pero hete aquí que en este preciso momento, como si se lo hubiera tragado la tierra, el muchacho despareció y no volví a verlo nunca más. Evidentemente le habían faltado ánimos para poner el plan en práctica. Su alma carecía de la elasticidad de la ironía. No tenía fuerzas suficientes para pronunciar el voto secreto de la ironía, ni tampoco las tenía para mantenerlo. Ahora bien, sólo el que guarda silencio podrá llegar a ser algo en la vida. Solamente es un hombre el que es capaz de amar la verdad y realmente. Y solamente es artista quien puede expresar su amor de una manera arbitraria y caprichosa. Hasta cierto punto casi se puede afirmar que lo mejor que pudo hacer nuestro joven fue no comenzar la operación planeada, pues a duras penas había soprtado los horrores de la aventura. Ya desde un principio me había yo sentido un poco escéptico en este aspecto, en cuanto verifiqué la necesidad que tenía de un confidente. El que sabe callar, descubre un alfabeto no menos rico que el de las lenguas al uso. En su misteriosa jerga es capaz de expresarlo todo. Porque con ella siempre dispone del recurso de una cierta sonrisa que corresponde de maravilla al suspiro más hondo de un corazón, o de una argucia humorística que excite todavía más las encendidas y reiteradas sóplicas, compensándolas con creces. Un tal sujewto vivirá seguramente algunos momentos en los que se sentirá como loco… Quien sea capaz de aguantar los ramalazos de esta típica locura, ése está a punto de lograr la victoria.

         «Si me he demorado tanto en la descripción meticulosa de lo que precede, lo he hecho con el único fin de mostrar que es cabalmente el amor-recuerdo el que hace al hombre desgraciado. Mi joven amigo no comprendía la repetición, no creía en ella ni la quería con verdadero coraje. Lo más triste de su historia consistíaen que en realidad amaba a la muchacha, pero para realizar de veras este amor tenía que salir primeramente de aquel laberinto poético en el que se había metido. Podía haberle confesado que estaba irremediablemente dominado por el entusiasmo de la poesía, pues una confesión de este tipo suele ser un medio generalmente admitido como bueno y digno para desentenderse de una joven. Pero el muchacho no quería por nada del mundo recurrir a ral medio, pues lo juzgaba, cosa en que yo le daba toda la razón, injusto e indigno de un hombre. De esta manera, en efecto, le habría cortado a ella la posibilidad de seguir creyendo que vivía bajo sus propios auspicios. Además, al liberarse de ella de ese modo, podría suceder que la desdichada joven le hiciese objeto de un desprecio absoluto y él, personalmente, se sintiera presa de un miedo y una angustia invencibles por no poder ya nunca jamás recuperar lo perdido.

         «¡Ay, de cuántas cosas habría sido capaz nuestro muchacho si hubiera creído en la repetición! ¡Qué interioridad tan grande no podría haber alcanzado en la vida!»

 

6

PLANTEO FILOSOFICO: pag 37-38-39

         «Es necesario que repita sin cesar que todas las cosas que estoy diciendo, las digo cabalmente a propósito de la repetición, no como puras disgresiones. La repetición es la nueva categoría que es preciso descubrir. Cuando se tiene conocimiento de la moderna filosofía y no se desconoce totalmente la griega, se comprende con facilidad cómo esta categoría viene a aclarar exactamente la relación entre los Eleatas y Heráclito, y cómo la repetición es propiamente lo que por error ha dado en llamarse mediación [NOTA 1 del traductor]. Es increíble que en el sistema hegeliano se haya hecho tanto ruido en torno a la mediación y que, bajo esa misma enseña, gocen de honor y gloria las chácharas descabelladas del inmenso coro de sus prosélitos. Mucho mejor hubiera sido repensar a fondo lo que significa esa palabra y de este modo hacerles un poco de justicia a los griegos. Porque el desarrollo que hicieron los griegos de la doctrina del ser y de la nada, de la doctrina del instante y del no ser, etc., pone fuera de juego a Hegel, dándole, si se me permite la expresión, jaque mate [NOTA 2 del traductor: ver nota al inicio del cap.II de El concepto de la angustia]. La palabra mediación es un término extranjero, repetición es una buena palabra danesa y no puedo por menos que felicitar al idioma danés porque posee tal término filosófico [NOTA 3 del Traductor: “Gjentagelse: El sentido habitual y obvio de esta palabra danesa, a la que se confiere tan eminente rango filosófico, es sencillamente el de repetición. En su pura literalidad significa retoma, recuperación; más en la línea de la redintegratio latina y del sentido que Kierkegaard le ha impreso como clave de su existencialismo cristiano”. En una nota posterior, el traductor vuelve sobre esta palñabra y dice: NOTA pag.75: “En una nota anterior dijimos que en pura literalidad la palabra danesa Gjentagelse —repetición— significa retoma, recuperación. Es el significado directo cuando se separa el verbo y el adverbio que la forma, como aquí en el primer caso subrayado: tage igjen o tomar de nuevo, recuperar. En cambio, si el verbo y el adverbio —anteponiendo éste— no se separan: gjentage, significa repetir]. En nuestra época no acaba de explicarse cómo se verifica la mediación, si resulta del movimiento de ambos momentos anteriores o si hay que presuponerla, y en este caso cómo está ya contenida en ellos o es algo absolutamente nuevo que viene a incorporárseles, y en este segundo caso cómo se les incorpora de hecho. En este sentido podemos afirmar que la noción griega de la kinesis [NOTA 4 del traductor], que corresponde a la categoría moderna de la transición, merece la máxima atención. La dialéctica de la repetición es fácil y sensilla. Porque lo que se repite, anteriormente ha sido, pues de lo contrario no podría repetirse. Ahora bien, cabalmente el hecho de que lo que se repita sea algo que fue, es lo que confiere a la repetición su carácter de novedad. Cuando los griegos afirmaban que todo conocimiento era una reminiscencia, querían decir con ello que toda la existencia, esto es, lo que ahora existe, había ya sido antes. En cambio, cuando se afirma que la vida es una repetición, se quiere significar con ello que la existencia, esto es, lo que ya ha existido, empieza a existir ahora de nuevo. Si no se posee la categoría del recuerdo o la de la repetición, entonces toda la vida se disuelve en un estrépito vano y vacío. El recuerdo representa la concepción pagana de la vida y la repetición es la concepción cristiana. La repetición es el interesse de la metafísica, pero al mismo tiempo es el interés en el que la metafísica naufraga. La repetición es la solución de toda concepción ética; la repetición es la condición sine qua non de todo problema dogmático».      

 

 

7

         Hasta aquí la lectura de Kierkegaard. Y bien, ¿qué piensan?

 

         ANA FIORAVANTI: Yo pienso que el confidente es alguien totalmente sádico, y de hecho el joven, más adelante, en sus cartas, se lo reprocha al confidente como algo que el joven jamás sería capaz de hacer.

 

         No quiero meterme ahora en si es algo sádico o no, puesto que antes debemos sabér qué le propone hacer el confidente al joven. ¿Qué le propone?

 

         ANA FIORAVANTI: Esto que le diga a la muchacha un día una cosa, otro día otra, es algo enloquecedor; porque leído así en un libro parece una cosa de nada, pero llevado a la práctica en la vida real, ¿vos sabés lo que es estar de novia con una persona así, que un día te dice una cosa y al instante siguiente te dice otra, y otra y otra…? Es enloquecedor, eso es una actitud sádica para con la mujer; yo no sé qué qué le puede pasar a esa muchacha, después de eso está al borde del Borda. Primero el joven tiene que asumir una actitud de frío seductor, haciendo un papel completamente frío en relación a la novia; no se muestra el hecho de que el joven realmente la ama, el confidente le puede aconsejar eso porque él está afuera de la situación y le dice al joven que tiene que hacer todo eso, como si realmente pudiera, amándola, es casi imposible.    

 

         Lo primero que podemos asegurar, entonces, es que el confidente le propone al joven que aparezca como si tuviera una amante. Esto es seguro. Después que muestre una displicente indiferencia para con la novia, desapasionado…

 

         ANA FIORAVANTI: Lo que es la peor cosa, porque si vos tenés algo contra lo que luchar…, pero así, encima se muestra cortés pero desapasionado y distante, es lo peor que te pueden hacer.

 

         PABLO RODRIGUEZ: Para mí la maniobra está pensada para que, en definitiva, la decisión la termine tomando la joven; es la más fácil, en vez de ir, afrontar la situación y cortarla él mismo, de asumir que ha hecho las cosas mal, de hacerse cargo de iniciar una relación estando confundido, en vez de todo esto trata de sacársela de encima sin lastimarla. Sin lastimarla [en respuesta a Ana] o de dejarla tranquila, pues la chica tampoco tiene porqué enterarse de toda la maniobra. La chica también en esta situación va a sufrir, por supuesto, pero al ver y sentir “listo, lo dejé yo”, por lo menos le deja el orgullo tranquilo.

 

         GABRIEL: Le da un motivo para que la chica lo deje, porque ella hasta ahí no tiene ningún motivo ni quiere dejarlo. La maniobra apunta a proveerle ese sentimiento de odio para decir “te dejo”.

 

         PABLO RODRIGUEZ: No es que lo esté justificando, pero al joven tampoco le va a resultar difícil llevar adelante el plan, mostrarse frío y desapasionado; pero el objetivo es que la chica tome la decisión de cortar la relación.

 

         Creo que tal como están presentando las cosas, éstas no concuerdan ni con el espíritu ni con la letra del relato. Debo recordarles que, según el relato mismo, antes de que el confidente le proponga la maniobra al joven, ya se barajó la posibilidad de que el joven asumiera de manera abierta y franca la situación, enfrentara a su amada y directamente le planteara tal cual estaban las cosas, es decir, le planteara el corte de la relación invocando que ahora, lamentablemente, había aparecido en su vida otro amor, que no era otra mujer, o al menos no otra mujer de carne y hueso, ¡por Dios!, sino que había aparecido su amor por la poesía y esto había cambiado los planes rotunda y definitivamente. Pero el joven había desechado esta posibilidad y junto con él también el confidente la había desechado. Y esto no fue en una sino en dos ocasiones. La primera dice así: «Confesarle a ella lisa y llanamente todo lo sucedido, los motivos y la manera adecuada de entenderlo, le parecía a él que sólo serviría para mortificarla todavía más e incluso destrozarla por completo. Porque equivaldría a decirle que ella era de naturaleza inferior, que no se acomodaba en nada a la suya, y que, en consecuencia, ya no la necesitaba para nada, pues solamente había sido para él un motivo de inspiración que le había lanzado por unos derroteros muy distintos. ¿Cuál sería, en definitiva, el resultado de una tal confesión? Que la pobre muchacha, una vez que estaba convencida de que el joven no amaría jamás a otra mujer, no tenía más remedio que considerarse ya como su desconsolada viuda, sin má ideal en su vida que el de recordarle a cada instante, siempre pensando en aquella extraña relación que existió entre ambos. No, el muchacho no le podía confesar ni explicar nada a la joven. Se lo impedía un cierto orgullo, algo así como una mezcla de amor propio y temor a la misma joven, a sus posibles reacciones aniquiladoras. Esto le hacía empecinarse todavía más en su melancolía, hasta que al fin se decidió a continuar con el engaño y empleaba todas las dotes de su genio poético en alegrar y divertir a la muchacha.»

         La segunda vez dice así: «Por otra parte, explicarle a la joven en qué consistía el equívoco, diciéndole sencillamente que ella no era para él más que la figura o forma sensible de otra cosa que él mismo andaba buscando con todas las fuerzas de su alma y de su pensamiento, otra cosa que al principio había creído encontrar encarnada en ella, esto, pensaba el joven, sería injurirla aún más, hasta las raíces de su alma de mujer, al mismo tiempo que era como renunciar cobardemente a su dignidad de hombre. Por eso este segundo procedimiento le inspiraba el mayor desprecio, pues lo creía el más indigno y demoledor de todos. Es despreciable, desde luego, engañar y seducir a una joven, pero mucho más despreciable es abandonarla de tal manera que uno no tenga que ser considerado como un pícaro de siete suelas, porque ha buscado una retirada estupenda, explicándole con mucha suavidad y comedimiento a la interesada, como para consolarla, que ella no fue otra cosa que el ideal y la musa inolvidable de la propia inspiración poética. Semejante conducta es fácil cuando se tiene alguna práctica en el arte de encantar a las muchachas con una conversación florida e interesante. Así, en caso de necesidad, cuando uno de estos engatusadores desea desentenderse de una joven, la convence en seguida y ella misma se siente un poco orgullosa dejándole marchar tan bonitamente, como si fuera todo un caballero y, por añadidura, una persona encantadora y amable. Claro que la muchacha en cuestión no tarda tampoco apenas nada en sentirse realmente más ofendida que la que se sabe engañada desde el principio. De ahí que en toda relación amorosa que llega a un punto muerto, la peor ofensa sea la delicadeza. El que tiene idea de lo erótico y, por otra parte, no es un cobarde, sabe muy bien que ser indelicado es el único medio que le queda de respetar a la muchacha de la que se separa.»

         Como vemos, el joven sopesó explícitamente esta situación, la evaluó con el confidente, y terminó por desecharla. No se trata, entonces, de que el joven fuera un pusilánime, un cobarde o alguien al que le tiembla la pera al momento de hablar claro. Menos que menos un mentiroso. Después de sopesar detenidamente el asunto, por diversos motivos consideró que abrirle todo lo que le pasaba a su novia no era la forma correcta de cortar con ella; podemos estar de acuerdo o no con sus motivos y su conclusión, pero lo que no podemos decir es que no lo pensó o que no se animó.

 

 

8

         PABLO RODRIGUEZ: Por otra parte, el confidente dice que el joven debe agotar su existencia como poeta. La idea, entonces, también era mantener la relación para que no pierda toda esa inflamación erótica cortando la relación, que escriba todo lo que tenga que escribir en ese año, y despues…

 

         Aquí nos acercamos un poco más al meollo del asunto, pues ahora aparece un detalle clave: ¿el joven quiere cortar la relación? No hay duda de que él ama a la muchacha. Recuerden, además, lo que dice el confidente en ese pasaje tan importante que leímos hoy, donde enigmáticamente pone a la repetición como el objetivo de la maniobra. Dice así: «La modistilla fue contratada por un año. Todo este tiempo debía durar la relación con ella para despistar completamente a la otra. —Aquí es claro que lo que se busca, según parece, es de despistar a la muchacha—. El joven, por su parte, debía tratar a lo largo de este año de terminar para siempre con su existencia-de-poeta. Si lo lograba, entonces no solamente se podía hablar, sino incluso intentar de hecho una redeintegratio in statum pristinum». Aclaro que no conozco latín, pero no me parece muy correcta la traducción hecha en la nota del traductor donde la traduce por «reintegración en el estado anterior». A mi la palabra  pristinum me resuena a nuestra palabra “prístino” que remite no a lo anterior sino a quedar limpio, volver a fojas cero, y cero aquí no significa solamente volver al estado anterior sino más bien significa borrón y cuenta nueva, comenzemos otra vez desde el principio. Y como ven, en estas expresiones y sentidos ya aparece una cercanía notable con lo que usualmente también entendemos por repetición. Si lo único que el confidente le propone al joven es simplemente una manera rebuscadísima de cortar la relación, no se entiende para nada porqué al mismo tiempo dice: «El joven, por su parte, debía tratar a lo largo de este año de terminar para siempre con su existencia-de-poeta. Si lo lograba, entonces no solamente se podía hablar, sino incluso intentar de hecho una redeintegratio in statum pristinum». Si sólo se trata de cortar ¿para qué debía el joven terminar con la poesía?; peor aún ¿acaso no buscaba, supuestamente, cortar la relación para entregarse de lleno a la poesía? Pero por si todo esto resultara poco, el párrafo termina así: «Si ahora resultaba, en el caso de que llegara el instante de la repetición, que ella se sentía cansada y no deseaba hablar más del asunto, el joven no yendría nada que echarse en cara, pues había obrado honrada y generosamente». Es decir, si después de limpiar todo el terreno se presenta la oportunidad de re-comenzar, de volver a empezar, desde cero, como la primera vez, y ella dijera que no, entonces el joven ya no tiene nada que hacer, y no es un asunto de él.

         Planteémos la cosas de la siguiente manera: el joven inicia la relación con todo amor y decisión, está comprometido, pero aparece la poesía y su imposibilidad de sostener la relación, y menos aún de proyectarla hacia el futuro. Haga lo que haga ya la cosa está estropeada; se puede ir de la relación, por supuesto, pero en primer lugar no es eso exactamente lo que busca o lo que lo dejaría pleno y limpio, por eso no es un acto limpio.

 

         ANA FIORAVANTI: Hay otro pasaje que me parece que es muy importante, y donde apenas aparece esbozada una idea, es cuando el confidente dice que pareciera que la joven tratara de “engancharlo”, de atraparlo, donde más que de casarse con él trata de cazarlo.

 

         El párrafo al que hacés referencia no lo hemos leído, pero dice así: «No fue solamente la consideración y el interés por mi joven amigo lo que me movió a elegir este plan y, en cuanto estuviera de mi parte, ponerlo en práctica. He de confesar también que desde un cierto tiempo atrás había empezado a mirar con malos ojos a su amada. ¿Cómo explicar, me preguntaba a mí mismo, que la joven no se diera cuenta de lo que en realidad estaba pasando? ¿Cómo era posible que no sospechara nada de los enormes sufrimientos del muchacho y desconociera los motivos de los mismos? Y si de hecho conocía estos sufrimientos y lo que los motivaba, ¿por qué no intentaba ni hacía nada para salvarlo? Lo único que el joven necesitana era la libertad y ésta se la podía conceder muy bien la muchacha, dejándole que siguiera solo su camino y sin preocuparse del pasado. La libertad era cabalmente lo único que podía salvarlo, con la condición de que fuera ella la que se la diese. Porque de esta manera se volvía a mostrar superior a él, gracias a su prueba de magnanimidad, y no tenía por qué considerarse ofendida. A una joven puedo perdonárselo todo, todo menos una cosa, absolutamente imperdonable. A saber, que precisamente en su amor se equivoque y no realice la tarea y el deber supremo del amor. Cuando una joven no se sacrifica en el amor es porque no es mujer, sino más bien un hombre». Este final es muy bello, y recuerda aquel bolero que dice «La mujer que al amor no se asoma, no merece llamarse mujer».

 

         ANA FIORAVANTI: En ese momento y por esas razones el joven debe haberse sentido atrapado, ahogado, con ganas de abandonar la relación, y casi ofendido, porque a mi entender ella directamente le propone la cuestión de casarse, lo cual a él le parece una cosa indebida, en todo caso debería ser algo a decidir entre los dos.

 

         No olvidemos que a toda esta historia debemos leerla con el trasfondo de la historia real entre Kierkegaard y Regina Olsen. Por lo que tengo entendido, cuando en esa época y lugar alguien comenzaba a salir con una chica, no se trataba como ahora que la conocés en una fiesta, la llamabas por teléfono a los pocos días, y salías al cine. No era así, el inicio mismo de una relación era algo extremadamente importante y formal, es decir, era un acto en el pleno sentido de la palabra, es decir, implicaba lo que después se llamó el compromiso, el compromiso familiar y social de que la pedías en matrimonio. Muy distinto de lo que hoy se entiende por amigovio, novio o cualquier otro estatus, desde ese momento estaba planteado el matrimonio.

 

         ANA FIORAVANTI: Un pasaje donde habla el confidente me hizo recordar el texto que nos enviaste por correo sobre la melancolía donde hablás de Roberto Arlt, en la que se manifiesta una cierta misoginia similar a la desplegada por Arlt en tu artículo y en muchos otros lados, como en una de sus Aguafuertes en la que dice que el Registro Civil donde se casan los novios en realidad debería llamarse «Registro de la Propiedad de la Mujer», como que siempre en la mujer existe esta cosa de atrapar al hombre, de cazarlo. Y en esta historia del joven y la chica aparece lo mismo…

 

         Sin embargo no aparece por ningún lado que la chica lo quiere cazar, de lo que se trata es que desde el momento que el joven se presenta ante su familia para comenzar a salir, allí ya se establece un compromiso matrimonial. La ruptura del compromiso prácticamente era de la misma gravedad que la ruptura matrimonial, algo impensable.

 

         ANA FIORAVANTI: Sin embargo lo que dice el confidente es que todo lo que necesitaba el joven era la libertad, y que de nada sirve que una persona esté a tu lado si no es libre.

 

 

9

         Insisto que nada en el desarrollo de esta historia se despliega de manera lineal y directamente clara, más bien todo lo contrario, a medida que se despliega se vuelve más oscura y enigmática. Si nos detenemos en el punto en el que hasta ahora hemos llegado en la historia, una de las cosas que más claras quedan es que la maniobra propuesta por el confidente al joven no tiene por objetivo la ruptura de la relación del joven con la muchacha. La maniobra está propuesta para que el joven pueda liberarse de una situación de la que no puede salir y que no va ni para atrás, es decir: ruptura, ni para adelante, es decir: casamiento. Es pertinente la observación de la nota del traductor donde dice que «Esta “reintegración en el estado anterior” insinúa más que la simple reaunudación de la relación amorosa, una normalización de la misma, incorporándose, sin alteraciones equivocadas y trágicas, a la espontaneidad propia del enamoramiento, hasta culminarla en el matrimonio como cifra de la existencia humana en el estadio ético, que asume lo estético y supone la religión». La maniobra, entonces, busca algo más que todo eso. Si todo sale bien, la cosa volvería al minuto inicial, donde están empatados, y arranca todo de nuevo. Pero ¿qué quiere decir que arranca todo de nuevo?, ¿arranca todo en el mismo punto, exactamente en el mismo punto de la vez anterior? La vez anterior, la única por ahora, arranca con el joven siendo ya melancólico, donde él ha roto con el mundo pero ella ¿también ha roto con el mundo o no?; todo indica que no. Este es el mismo interrogante que afrontó Kierkegaard en su relación con Regina, donde su pregunta era ¿Regina puede sostener un matrimonio con un melancólico, es decir, con alguien que ha roto con el mundo? La imagen con que Kierkegaard ilustra esta situación la presenta en su Diario y también en Culpable-No Culpable, que dice: ¿Tiene derecho el gendarme que cuida la frontera más lejana, inhóspita y fría, casarse y llevar a su esposa allí? ¿Tiene derecho quien ha roto con el mundo y vive en combate perpetuo contra él comprometer a semejente destino a una inocente muchacha que de esto no sólo nada sospecha sino que ni siquiera puede imaginárselo? Un matrimonio no necesariamente es una unión entre dos almas melancólicas, la chica no está en esa posición. No queda claro, entonces, qué espera el confidente con la maniobra, habla de la repetición, dice para que “llegara el caso del instante de la repetición”, para que se de la repetición propone todo esta maraña de distanciamiento, simulaciones, terminar con la existencia de poeta, etc., etc., pero ¿en qué consiste la repetición?, ¿volver exactamente al punto del que partieron? Por más que le demos vuelta, aún no queda claro qué significa y es la repetición en esta historia. En la nota donde el traductor comenta este asunto, dice «reanudación de la relación amorosa…sin alteraciones equivocadas y trágicas», es decir, sin el tremendo lío en que se metió después, porque evidentemente tal cual comenzó la relación el joven no está para casarse. Y en el punto al que llegó, tampoco puede casarse, pareciera que quiere desligarse de la muchacha y dirigirse hacia una vida de poeta, de artista…

 

         ANA FIORAVANTI: No, no es eso lo que el joven quiere, eso es lo que el confidente cree, porque después, por las cartas que el joven envía en la segunda parte, no es así.

 

         No quiero adelantarme, y pido que pensemos la situación hasta aquí, hasta el momento en que hemos avanzado en la historia. Cuando leamos más adelante, recordaremos nuestro actual estado de duda y desconcierto, y podremos ver por qué se daba de esta manera. Pero hoy, hasta donde hemos llegado, ¿qué entendemos de la historia?, y ¿qué podemos entender por repetición?                              

                       

         ANA FIORAVANTI: Al inicio del libro, Kierkegaard hace unas comparaciones entre el recuerdo, la repetición y la esperanza, y a cada una las compara con mujeres. ¿Podemos leerlo?

 

         Por supuesto, dice así:

         «Un autor ha dicho que el amor-recuerdo es el único feliz. Esta afirmación, desde luego, es muy acertada, con la condición de que no se olvide que es precisamente ese amor el que empieza haciendo la desgracia del hombre. El amor-repetición es en verdad el único dichoso. Porque no entraña, como el del recuerdo, la inquietud de la esperanza, ni la angustiosa fascinación del descubrimiento, ni tampoco la melancolía propia del recuerdo. Lo peculiar del amor-repetición es la deliciosa seguridad del instante. La esperanza es un vestido nuevo, flamante, sin ningún pliegue ni arruga, pero del que no puedes saber, ya que no les has puesto nunca, si ye cae o sienta bien. El recuerdo es un vestido desechado que, por muy bello que sea o te parezca, no te puede caer bien, pues ya no corresponde a tu talle. La repetición es un vestido indestructible que se acomoda perfecta y delicadamente a tu talle, sin presionarte lo más mínimo y sin que, por otra parte, parezca que llevas encima como un saco. La esperanza es una encantadora muchacha que, irremisiblemente, se le escurre a uno entre las manos. El recuerdo es una vieja mujer todavía hermosa, pero con la que ya no puedes intentar nada en el instante. La repetición es una esposa amada, de la que nunca jamás llegas a sentir hastío, porque solamente se cansa uno de lo nuevo, pero no de las cosas antiguas, cuya presencia constituye una fuente inagotable de placer y felicidad. Claro que para ser verdaderamente feliz en este último caso, es necesario no dejarse engañar con la idea fantástica de que la repetición tiene que ofrecerle a uno algo nuevo, pues entonces le causará hastío».

 

         TERESITA MONKMAN: No sé por qué relaciono la situación del muchacho, qué camino debe tomar, con la diferencia entre la resignación trágica y la resignación infinita. En la desgrabación de la primera reunión vos decías que «Mientras que la resignación “trágica” no consiste más que en acatar la realidad de un hecho irremediable o la imposibilidad de que ocurra aquello tan anhelado, la resignación infinita, por el contrario, es una disposición activa a perderlo todo como condición ineludible para dejar atrás las ilusiones y falsas esperanzas, y poder así acceder a la afirmación ¡Sólo quien empuña el cuchillo salva a Isaac!»; lo digo en el sentido de despojarse de las ilusiones que no conducen a nada salvo a la falsedad. 

 

         Cuando el joven se inicia en este amor, ya está en la melancolía, él ya había perdido las ilusiones con el mundo, su vida ya expresaba la fórmula “¡Todo está perdido!”. Lo que es cierto que en ese momento aparece una mujer de la que se enamora y eso, quieras o no, te mete en el mundo. Ahora bien , a poco de andar vuelve a registrar que el mundo no lo alcanza a amarra ni a sostener, pero tampoco quiere perderla a ella, y allí queda establecido el conflicto. Podemos, de todos modos, hacernos la pregunta que Pedro Gorsd se hacía en su escrito ¿El joven accedió por cuenta propia a la posición de perderlo todo, o cuando abrió los ojos, en sentido espiritual, ya se vio ante la situación de que todo está perdido y, por ende, no se encuentra firme en esa posición, y la chica lo hace tambalear, en tanto se le ofrece como objeto de sostén? La verdad es que no sabemos mucho al respecto, pero sea de una forma o de la otra, da la impresión de que el enamoramiento y la chica le mueven el piso y él se agarra de eso. Pero después no lo puede sostener, se le cae y en ese lugar aparece el hacer poético. Por lo que dice con eso de reintegrarse al estado prístinum, de lo que se trata es de volver a ese enamoramiento, volver a engancharse como estaba y rehacer el camino, estado que él ha perdido, pues en el momento en que se encuentra lo que él quiere es huir, salir corriendo, que es lo que en definitiva termina haciendo. Como el joven por ahora no habla, pues conocemos todo esto por intermedio del narrador que es Constantin, no tenemos por tanto de primera mano lo que piensa el joven, recién lo tendremos en la segunda parte cuando leamos las cartas que el joven le envía desde su destierro. Pero eso tampoco garantiza nada, y debemos tener

cuidado, pues lo que diga el joven lo dice él, pero eso no quiere decir que todo lo que diga coincida con lo que le pasaba, bien puede haberle pasado otra cosa.

         Hasta ahora todo lo que podemos decir con absoluta seguridad es que la maniobra está destinada a que se produzca una repetición, de no ser así la historia misma pierde todo sentido; no hay nada que indique que se trate de una manera maquiavélica para abandonar la chica sin culpa, esa idea no se sostiene de ninguna manera. Sin embargo apareció la idea de que la maniobra, ya apunte hacia una cosa o hacia otra, tiene un carácter sádico para con la chica. ¿Es así? Partamos del hecho de que nadie piensa de manera tranquila, sin sobresaltos, quiero decir que no tomamos decisiones en un momento de calma, cuando las tomamos es cuando se nos abre las tierra bajo los pies, porque si no es así nada nos urge a tomarlas ya, entonces las posponemos, y esperamos a que aclare. Con esto quiero decir que hace falta que estemos ante situaciones decisivas, muchas veces ante alternativas definitivas, o una o la otra y basta, para que uno realmente se arme de ánimos, lo piense y diga ¿qué hago?, cuando la vida no te deja más alternativas, o esto o aquello, y te tenés que jugar, y tenés que jugar en serio.

 

         ANA FIORAVANTI: Justamente el joven se va, no acepta torturarla durante un año, sino que se va.

 

         Está bien. La posición de la chica, ¿es una posición íntegra o no? Sabemos casi nada de la chica, sobre ella lo que sabemos son las dudas del confidente: ¿está al tanto del sufrimiento de su amado?; se va a casar con él, lo bve taciturno e inquieto y no se le pasa nada por la cabeza ¿en qué piensa, dónde está esta mujer?, ¿por qué no hace nada? Pareciera que ella vive en la luna de Valencia, no sabemos qué quiere ella de la vida. La maniobra implica la existencia de una amante, ¿qué le ocurre a la muchacha ante esto? ¿Es capaz de perdonar? Se trató de no provocarle celos, pues eso tal vez hubiera excitado su amor hacia el joven, por eso se buscó una joven de un nivel social bajo, alguien que ni excite ni la destroce, con la que a pesar de todo pueda mantener el honor y su orgullo. La maniobra la humilla, en realidad parece como si la estuviera sacudiendo; da toda la impresión que toda esta situación la enfrenta con la necesidad de pensar qué hacer, no la deja en la comodidad, la zamarrea de un lado a otro, a ver qué le pasa y qué es lo que quiere hacer, insisto, da esa impresión, porque no se trata sólo de que él pueda repetir sino que también ella pueda volver a enamorarse pero de una manera diferente o desde otro lugar desde el el cual está enamorada ahora, con el mismo fuego pero con otra olla, con el mismo fuego pero ambos desde otra posición existencial, porque si vuelven a iniciar desde el mismo lugar en que ambos estaban van a llegar al mismo punto en que ahora se encuentran. Él llega a un punto en el que no puede sostener la relación, pero ella también tiene que hacerse cargo de que tuvo arte y parte en este asunto. Un un pasaje el narrador dice: «Ella lo había sido todo para él, porque lo había transformado en poeta. Pero con esto la joven había firmado también la sentencia de la pena de muerte para el pobre muchacho»; esto quiere decir que tal como se había planteado la relación tampoco para ella las cosas tenían buen futuro, porque desde ese devenir aparecía la poesía y la relación encallaba.

         Si llegaron a este punto muerto inevitablemente había que hacer algo, porque así tal como estaban todo iba para peor. Si el confidente le propone la maniobra no es para arruinarle la vida, o es sádico, sino porque en primer lugar es como si le dijera al joven “¡haz algo, y rápido!”, porque de seguir así o el joven terminaría confesando todo a la joven y la relación se iría al demonio y ella sufriría más aún o terminaría matándose, o el joven terminaría yéndose y desentendiéndose de todo lo que le pasara a la joven. Y en segundo lugar el confidente le propone hacer la maniobra con el fin de recomponer la relación, eso significa en este caso la repetición, se lo propone con la intención de salvar ese amor, de hacer borrón y cuenta nueva a ver si es posible arranar otra vez pero esta vez bien. En esto considero que el confidente tiene las mejores intenciones, de ahí a que realmente salga algo bueno hay un abismo, porque como todos sabemos, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Toda la relación se estaba yendo al demonio, de esto no hay duda. 

 

         ANA FIORAVANTI: Yo no lo veo así; me sigue pareciendo lo mismo que ya dije.

 

         Está bien, pero no podés dejar pasar, ni desconocer, que toda la maniobra apunta a la repetición, y esto no se trata de una interpretación de mi parte que habría que discutir si es acertada o no; no es así, aquí se trata de las palabras manifestadas por el mismo personaje quien dice que lo que busca es la repetición. No hay nada, pero absolutamente nada que apoye la interpretación, y en este caso sí se trata de una interpretación, de que la maniobra apunta única y exclusivamente a que sea la chica la que tome la decisión de romper la relación y el joven se vea libre de toda responsabilidad. Con esto no digo que la maniobra propuesta por el confidente es lo que debería haberse hecho, la verdad es que ni lo pensé, lo que digo es que a lo que apunta la maniobra es a la repetición, y que eso es algo manifiesto en el texto. Esto por un lado. Por el otro, esto se intenta como último recurso, porque la relación tal como venía  ya estaba condenada al fracaso.

         A la historia de amor por ahora la vamos a dejar acá, con todas las udas, interrogantes, conflictos y desacuerdos que nos plantea. Por supuesto que la seguimos pensando. Pero además nos falta la segunda parte de la histoia, la que consiste en las cartas que el joven le envía al confidente desde un ignoto lugar.

 

         PEDRO GORSD: Creo que Constantius quiere ayudar al joven a llevar  al extremo la posición en la que está, que si está todo mal vamos hasta el final, que se pudra todo, porque por ahí si se pudre todo se puede anudar todo ese proceso de agonía con el punto inicial y hacer la repetición ahí. Porque parece que la repetición implica dos momentos, el primero consiste en un proceso para que pase otra cosa, porque la repetición no es volver al momento inicial y anular el proceso de agonía, sino anudar todo junto, y a mí me suena bastante a ese término de Hegel que vos menionabas en la reunión anterior, Aufheben, que implica negación, superación y conservación de lo anterior.

 

         Lo discutiremos. Lo único que se hace necesario agregar es que Kierkegaard introduce la repetición en oposición a dos grandes planteos; uno es el planteo griego con la reminiscencia, el otro es el planteo hegeliano con la mediación, donde el aufheben es determinante. Vamos a cortar aquí.

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