Si tuviéramos que resumir lo que venimos hablando hasta ahora, podríamos pensarlo de la siguiente manera: parece ser que la clave para que exista el amor al prójimo tiene que ver con que se rompa con el amor de preferencia. El amor de preferencia es un vínculo entre el amante y el objeto amado. Parecería ser que en esa relación se produce como un circuito que lo único que hace es alimentar el egoísmo, o sea que es una especie de laberinto del cual no se puede salir porque todos los caminos conducen hacia el egoísmo y eso estaría dado por el hecho de que es una relación entre dos, entonces es una relación especular, de reflejo, en el cual uno busca anclar el amor en el otro y entonces depende del otro y como el otro está exactamente en la misma posición se arma como una especie de circuito.
En electrónica, cuando se producen esos circuitos donde un componente en conjunto con otro se quedan como cerrados sobre sí mismos, arman como un círculo que se recalienta y se dice que se embala y se quema. En el circuito ese, no puede circular la electricidad o no sé qué. Pero el embalarse en un componente significa eso, que se queda ahí dando vueltas sobre sí mismo, se recalienta y se quema.
Me parece que lo que dice Kierkegaard es que ese amor que ancla en el amado o que está regido por el amado, que está esperando que el amado dicte la ley del amor, es amor de finitud, y tiene todas las características que tiene la finitud, que es la impotencia.
La clave para salir de ese embale sería la presencia de un tercero que sea otro, que es el amor mismo.
O sea que me parece a mí que podríamos decir así: además del amante y del amado está el amor. Y además la relación del amante y el amado se ancla en el amor, y ese amor en “Las obras del amor” y en la fe cristiana se llama Dios. Entonces es esa estructura triangular. Lo que podríamos decir es que cuando uno dice Dios como estábamos hablando la clase pasada hay que ver qué es lo que uno se figura o se representa. Está muy dificultada la comprensión de lo que queremos decir cuando decimos Dios por todas las representaciones de la cristiandad y de todas las teologías y las religiones conocidas.
Yo al principio de la reunión pasada decía que muchas veces uno lo traduce, cuando escucha Dios, como el ser supremo, en el sentido de una potencia que nos supera, como el ser que puede más que nosotros, digamos un poder superior. Lo que pasa es que me parece que pensarlo como un poder superior es pensarlo todavía dentro de los límites de lo mismo, o sea que es pensarlo según la figura nuestra, que tiene una cierta relación con el poder. Hay cosas que podemos y cosas que no podemos; entonces, en relación a lo que no podemos, sabemos que hay alguien que puede más que nosotros, ahí se establece un vínculo entre el que puede menos y el que puede más, entonces se piensa a Dios como un poder superior.
Creo yo que relacionado con eso estaría la idea de que Dios es la causa del universo, de todo lo que es, dado que nosotros suponemos que todas las cosas tienen una causa, que todo lo que es, es por alguna razón, entonces debemos suponer que hay una razón que a su vez no necesite ser ella misma causada, entonces ahí se piensa a Dios. De esta manera se lo piensa metafísicamente y esto nos desvía de lo que Kierkegaard quiere significar con el tema del amor: Dios como esa presencia que es un tercero que es el amor y que es lo que le da fundamento a la relación entre el amante y el amado.
Hoy vamos a leer algunos fragmentos de “Las obras del amor” del primer tomo, referidas a esta cuestión, dice en la página 135:
"El amor al prójimo entraña realmente la perfección de la eternidad:
¿Acaso es una perfección del amor mismo el que su objeto sea lo excelente, lo estupendo, lo fuera de serie? Yo pensaba que eso era una perfección del objeto mismo, y que esa perfección del objeto más bien representaba como una sutil sospecha en contra de la perfección del amor”.
Es decir, acá lo que está en juego es si se ama al objeto por su perfección, por su excelencia o por alguna cualidad que tiene, o si se ama al objeto por amor. Si se lo ama por ser una perfección o algo excelente o fuera de serie, entonces es un amor de preferencia, y si se lo ama por amor, entonces sería amor al prójimo.
“¿Acaso es una peculiaridad excelente de tu amor el que sólo seas capaz de amar lo extraordinario y las cosas raras? Yo creía que era una ventaja de lo extraordinario y de lo raro el que fuesen una cosa y otra, pero no una ventaja del amor mismo. Y ¿no participas tú también de la misma opinión?. ¿No has meditado nunca en el amor de Dios? Si amar lo extraordinario representase una ventaja del amor mismo, entonces tendríamos que decir, recurriendo a una expresión atrevida, que Dios estaría en mucho aprieto, ya que para Él no existe lo extraordinario en absoluto. Por tanto esta excelencia, que consiste en que sólo se pueda amar lo extraordinario, representa más bien una acusación, no contra lo extraordinario, ni tampoco contra el amor, sino contra aquel amor que sólo es capaz de amar lo extraordinario. O ¿acaso es un indicio excelente de la buena salud de un hombre el que éste sólo se sienta a gusto en un único lugar de la tierra, rodeado de todas las comodidades? ¿Qué es lo que alabas cuando contemplas a un hombre que ha organizado así su vida? Desde luego que alabas las comodidades de semejante organización. Pero ¿no has caído en la cuenta que cada palabra tuya, en alabanza de una cosa tan estupenda, realmente suena a broma al referirse a ese pobre diablo, que sólo es capaz de vivir en un contorno tan espléndido?.
Por tanto, la perfección del objeto no es la perfección del amor mismo. Y precisamente porque el prójimo no encierra ninguna de esas perfecciones que tiene el ser querido, el amigo, el admirado, la persona culta, el fuera de serie y el extraordinario, y las tienen en un tan alto grado, precisamente por eso mismo el amor al prójimo tiene todas las perfecciones que no se encierran en el amor al ser querido, al amigo, a la persona culta, al admirado, al fuera de serie y al extraordinario. Que el mundo discuta hasta que se canse sobre cuál es el objeto más perfecto del amor; sin embargo hay una cosa indiscutible por siempre, a saber, que el amor al prójimo es el amor más perfecto. Todo otro amor encierra, en consecuencia, la siguiente imperfección: que establece una doble cuestión y con ello una cierta ambigüedad. Primeramente la cuestión acerca del objeto y a continuación acerca del amor, es decir, que se cuestiona tanto sobre el objeto como sobre el amor. En cambio, con respecto al amor del prójimo solamente se pregunta una cosa, por el amor mismo, y aquí la eternidad no tiene más que una respuesta: que es la del amor, ya que este amor al prójimo no se relaciona como una simple especie a las demás especies de amor. El simple amor se determina por su objeto, la amistad se determina por su objeto, sólo el amor al prójimo se determina por el amor mismo. La razón de esto radica en el hecho de que el prójimo es cada hombre, absolutamente cada hombre, de suerte que todas las diferencias quedan eliminadas del objeto y por eso cabalmente es reconocido este amor en cuanto su objeto no admite ninguna determinación aproximativa por parte de las diferencias, o dicho con otras palabras: que este amor solamente se reconoce por el amor. ¿No es esta la más alta perfección?. Pues cuando el amor puede y tiene que reconocerse por alguna otra cosa distinta, entonces esta otra cosa representa en la misma relación como una sospecha contra el amor, como si este no fuese lo suficientemente abarcador, y en consecuencia, no hubiese infinito en el sentido de la eternidad; esa otra cosa representa para el amor mismo una cierta predisposición enfermiza. Y, consiguientemente, en esa sospecha habita escondida la angustia que hace que el amor y la amistad dependan de su objeto, la angustia capaz de encender los celos, la angustia capaz de llevarnos hasta la desesperación.
Pero en la relación del amor al prójimo no se esconde ninguna sospecha, y por eso el que ama así jamás puede ser presa de los titubeos. Esto no significa que este amor se enorgullezca de la independencia que goza respecto de su objeto; su justa indiferencia no consiste precisamente en que el amor se vuelva engreídamente hacia sí mismo en vista de la indiferencia del objeto, de ninguna manera, sino que la justa indiferencia de este amor está cabalmente en el hecho de que se torne humildemente hacia afuera, abrazando a todos los hombres y, no obstante, amando a cada uno en particular, pero a ninguno de ellos con un amor particularizado”.
Me parece que acá dice con claridad que este amor se reconoce por el amor, y que el otro amor se reconoce por la sospecha o por una cierta predisposición enfermiza, que es como una condicionalidad que consiste en decir: te quiero en la medida en que tenés esta excelencia, o esta cualidad; entonces ahí se ama esa condición.
Ana: cuando esa condición cae, se entra en la desesperación; no sé si se deja de amar, pero se entra en la desesperación.
Oscar: y, según vimos en “La repetición”, se entra en la desesperación aun cuando todavía no cayó pensando que va a caer.
Rodrigo: inaudible.
Oscar: lo que dice acá el precepto es “ama al prójimo como a ti mismo”. Dice que no se contrapone el amor a sí mismo cuando uno se ama a sí mismo como se ama al prójimo, sino cuando uno ama a otro por alguna razón que satisface mi interés: esa es la contraposición. Te amo en la medida en que sos mi amigo o en que me viene bien, pero eso entonces no es amor al prójimo.
Lori: y si el otro no te corresponde?
Oscar: ese es el tema de Cristo, de la no correspondencia.
Lori: inaudible.
Ana: justamente en el Evangelio ése aparece como el amor de los paganos; así aman los gentiles, amo al que me ama.
Lori: pero es una cosa de espejo, narcisista.
Ana: de reciprocidad. Pero acá es como dar vuelta completamente, porque no sólo es amar al que se ama con amor de preferencia, o incluso al prójimo, sino algo todavía más tremendo, que es amar al enemigo; considerar que el enemigo también es mi prójimo. Que era la conversación que teníamos con Erica sobre la película “El hijo”, sobre cómo te golpea una cosa así.
Lori: eso tiene que ver con que no hay resentimiento y no hay rencor, hay justicia.
Oscar: eso del resentimiento y el rencor tiene que ver con cuestiones del egoísmo; como que el egoísmo nunca cierra, siempre hay un resto que vos tenés que sospechar.
Lori: lo que pasa es que hay un victimario. El tema es ¿cómo te vas a identificar con el agresor?
Oscar: el amor no es identificación. La identificación es el amor propio, es el amor de preferencia y ese mecanismo está analizado en “La fenomenología del espíritu” con el tema de las autoconciencias contrapuestas que buscan el reconocimiento del otro; el yo que necesita del otro para reconocerse a sí mismo, que se ve a sí mismo en el espejo del otro, que necesita del otro para reconocerse a sí mismo. Si algo entendimos de todo lo que venimos hablando hace tres meses, aunque sea como estructura, lo que está claro es que hay un tercer elemento que es heterogéneo y que rompe con esa cosa del espejo. La cuestión es que amar al enemigo no quiere decir complacerlo. Lo que leíamos la vez pasada decía que el amor al prójimo implicaba un choque con el amor meramente humano. Ahí se reconoce. Cuando hay un conflicto amoroso, cuando hay un choque entre dos maneras de amar, ahí es donde por contraste aparece el amor al prójimo.
Lori: en lo humano se puede manifestar eso.
Oscar: ésa es la única posibilidad, no hay otra. Lo que venimos diciendo es que aparece un elemento distinto que rompe con lo solamente humano, y me parece que ahí uno tiene que ayudarse con la figura de Cristo para comprender de qué está hablando Kierkegaard en “Ejercitación del cristianismo”, lo que significa Cristo como signo de contradicción, porque es un signo que indica dos elementos absolutamente contrapuestos o incompatibles. Primero, porque aparece como hombre insignificante, pero es el amor. Entonces vos inmediatamente no lo podés reconocer como el amor; lo reconocés inmediatamente como insignificante y como el amor es el incógnito. ¿Por qué razones habría que haber amado a Jesús como objeto? ¿Porque era elocuente, porque hacía milagros? Bueno, ese es el tema de “Ejercitación del cristianismo”. Kierkegaard dice que es el incógnito o sea que es el hombre insignificante que no tenía ninguna nota exterior por la cual fuera reconocido como el amor. Entonces la manera de reconocerlo es amándolo. No es porque uno reconozca algo en Él y dice: bueno, yo me doy cuenta de que sos vos y entonces te amo, sino que parecería que la cosa es al revés, o sea que el amor hay que ponerlo antes. Si lo amás, entonces ahí aparece, pero si vos querés primero reconocerlo para después amarlo entonces nunca aparece. Por eso, este amor no es objetivo; no es que yo amo aquello que reúne ciertas cualidades objetivas.
Willy: no hay razones tampoco.
Adriana: ¿tiene que estar reconocido en la acción el amor al prójimo?
Oscar: acá en “Las obras del amor” dice: ¿qué es el amor? Y entonces San Pablo dice: “lo que tiene que ser”. El amor al prójimo no es una cuestión que uno tiene que reconocer en otro, el amor al prójimo es lo que tiene que ser.
Ana: no es hacer en el sentido de ayudar. Cuando vos dijiste que amar no es complacencia, me estaba acordando de una película que tiene que ver con eso y que está basada en una obra de teatro de Jean Anouilh, que se llama “Beckett o el honor de Dios”. En la película trabajan Peter O’Toole, que hace de rey de Inglaterra, y Richard Burton. Yo leí el libro y después vi la película, y es raro que me guste una película después de leer el libro. Ellos eran amigos pero a muerte y se querían por encima de toda otra relación, hasta que llegan al punto en que Tomás Beckett piensa que las cosas que hace su amigo el rey no son lo que corresponde, y termina separándose de él y casi declarándose mutuamente una guerra a muerte porque el rey no le perdona sentirse traicionado por el amigo, por alguien a quien tanto amó. Y, sin embargo, Beckett sigue sosteniendo lo que él piensa hasta que finalmente los soldados del rey entran en la iglesia, porque Beckett es sacerdote, y lo matan. Y ahí no hubo ninguna complacencia y vos te das cuenta al final, porque ellos tienen una entrevista, antes de que el rey decida matarlo, en que te das cuenta que se quieren entrañablemente, se quieren tanto como cuando eran los mejores amigos. Es muy conmovedora la película.
Hernán M: con respecto al amor al prójimo, vos decías que primero tiene que existir el amor. Si no hay posibilidad de amar al prójimo porque no nace de uno antes que el prójimo se le presente entonces quiere decir que no hay salida. Tengo una duda o algo que me repica que es: en el caso de que alguien no crea en Dios, el tercero debería ser el amor y no Dios, pero ¿es posible esa identificación?
Oscar: no sé sabe muy bien qué quiere decir que alguien no crea en Dios porque no se sabe muy bien qué quiere decir que alguien crea en Dios. Puede ser decir: yo creo que existe un ser omnipotente que creó el universo, y eso según el planteo este no tiene nada que ver con Dios.
Erica: esto que dijo él (Oscar): que el amor debería estar antes, el amor al prójimo como algo que uno ya tiene antes de que aparezca el prójimo, para mí está más en pensar como algo que decías vos (Willy) el año pasado, eso de pensar que hay amor en el otro.
Oscar: lo que dice Kierkegaard es suponer, porque si no se vuelve muy parecido al amor de preferencia que es: yo te amo porque pienso que hay amor en vos y no es eso. El suponer es incondicional.
Erica: ¿pero hay amor en vos? ¿Cómo sería antes de que aparezca el prójimo?
Oscar: antes de que aparezca el prójimo no tiene sentido, porque no es que uno está solo en una isla con el amor y después aparece el prójimo. Siempre está el otro. No es que el amor tenga que surgir de algo que tenga el otro, sino que el prójimo aparece cuando vos amás.
Hernán M: igual a mí me parece que es muy difícil amar al prójimo; no es lo mismo que amar al amante, que amar al amigo. Pero si uno no tiene eso primero, no sé si es posible el amor al prójimo; si uno no tiene el amor primero: hay que amar al amigo, amar al amante.
Lori: claro, pero como prójimo.
Hernán M: ahí bueno, como prójimo entonces ya no hay que hacer diferenciación entre el amante, el amigo, la madre.
Oscar: eso es lo que dice Kierkegaard: que la diferencia del amor al prójimo no es una diferencia de objeto, no es que si amás a ciertas personas es amor al prójimo y a otras personas no es amor al prójimo, sino que en el amor al prójimo la diferencia está en el amor. Puede ser tu madre o puede ser tu amigo, pero el asunto es si lo amás como prójimo.
CAMBIO DE CASSETTE
Oscar: ...es una sospecha lo que dice ahí; siempre que se plantean todas esas disquisiciones, es un indicio de que no es amor al prójimo.
Erica: eso que vos decías del choque también...siempre aparece en el choque con el otro amor; y eso en “El hijo” se ve claramente, el amor de preferencia con el hijo y cuando aparece el prójimo.
Oscar: y cuando a Cristo la madre y la familia lo van a buscar, Él dice que no los reconoce, ¿quiénes son ustedes?.
Ana: le dicen: acá están tu madre y tus hermanos y Él dice: ¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.
Oscar: ahí está de vuelta el choque, porque Jesús como hombre podría haber sentido perfectamente el amor de preferencia.
Ana: lo cual no quiere decir que su madre y sus hermanos no hayan escuchado la palabra de Dios y no la hayan puesto por obra.
Oscar: o que la pudieran escuchar. Lo que pasa es que en ese momento parecía que iban preocupados por algo muy mundano, porque decían que Él había perdido la razón.
Hernán M: pero igual, en el fondo, el amor de preferencia salvando a tu objeto madre, amigo, amante, también buscás el amor y por ahí el tema es: ¿yo puedo salvar a mi amigo, madre, amante, o también tengo que salvar a cualquier otro? Pero no sé, ¿a quién prefiero? ¿a un amigo o al otro?
Oscar: ese es el amor de preferencia
Hernán M: sería no, debería haber sufrido yo, porque estoy desesperado.
Oscar: no entiendo
Hernán M: tengo el prójimo que no conozco y mi objeto amado
Ana: pero si es tu prójimo ya lo conocés.
Oscar: además ese es el tema del relato del Evangelio: Él era un desconocido, era un hombre cualquiera y era un desconocido porque era Dios. El paradigma para entender el amor al prójimo está ahí, en la relación que se dio con Dios, o sea, el amor estaba en el mundo y los del mundo no lo reconocieron, lo desconocieron ¿por qué? Porque venía con apariencia de hombre. El asunto es que había que amarlo porque era el prójimo, no había que esperar que fuera el Mesías para amarlo, o que viniera con la ropa de Mesías o con un cartel que dijera “Mesías”. El pecado fue haberlo crucificado porque era un prójimo.
Willy: a mí me parece que también el prójimo cuando antes era un amor de preferencia....(inaudible). Cuando hay amor de preferencia y ese amor de preferencia deja de serlo para ser amor al prójimo, ahí el otro también es un desconocido para uno, aunque sea tu madre, tu hermano, tu amante.
Oscar: en el amor de preferencia el otro es un desconocido.
Willy: digo que está frente a vos algo que hasta ese momento no conocías; lo conocías por la preferencia, no por este otro tipo de amor que te lo presenta como desconocido, aunque sea alguien con quien se tiene una historia en común pero ya es otra persona que la que antes pensabas.
Oscar: siempre estamos volviendo a lo mismo, que el amor al prójimo no se define por su objeto. No tiene que ser ni tampoco dejar de ser conocido, o el amigo o la madre.
Ana: lo que entiendo que dice Kierkegaard acá es que vos empezás a amar verdaderamente al amigo, al amante, a la madre, cuando lo amás con amor al prójimo; antes no lo amaste, antes fue egoísmo.
Lori y Willy: TOTALMENTE INAUDIBLES
Oscar: no se identifica con el planteo de Kant en el sentido de que la buena voluntad es buena cuando actúa por deber y no por la inclinación, o sea que no está opuesto a la inclinación. Me parece que la buena voluntad es buena si vos solamente tenés inclinación a que se ahogue el tipo, entonces ahí lo salvás (en referencia a un ejemplo que había puesto Hernán sobre la decisión de salvar al amigo o al desconocido); no es esa oposición.
Hernán M: pero de todos modos está diciendo: siempre voy a amar a algún objeto amado, capaz que a un desconocido también lo amo pero porque vi en mis anteriores objetos amados como era ese amor a la humanidad. Si yo tengo que elegir entre uno y otro, probablemente elija a mi objeto amado anterior, si no estuviera, digo, si no lo hubiera dejado morir, le tiendo una mano al otro.
Ana: me parece que está mal planteado.
Oscar: eso es como la quintaesencia del amor de preferencia, es elegir al cercano, al semejante.
Hernán M: pero es obvio, porque si no uno tiene que suicidarse.
Ana: yo creo que lo entiendo; pero lo que vos decís creo que también lo vivimos todos y también lo vivió Kierkegaard porque él amó a Regina Olsen con ese amor que vos decís; sin embargo, renunció a ella, renunció voluntariamente, no es que nadie lo haya obligado, porque aprendió, aun amándola con amor de preferencia, lo que era el amor al prójimo. Entonces él pensaba: yo no puedo condenar a una chica hermosa, jovencita, que tiene diez años menos que yo, a que soporte mi melancolía; es mejor que se case con Fritz Schlegel y eso le dolió muchísimo. Él dice muchas veces en el Diario que hay dos personas que influyeron tremendamente en su vida: esta niña, como la llama siempre, y su padre. Fijate cuánto amor de preferencia sintió él. Ahora, lo que pasa es que el amor de preferencia, como dijo Oscar, se quema, se quema en sí mismo porque es ese circuito que no tiene salida, no tiene salida, y eso lo vivimos cada uno en nuestra propia vida; a lo mejor todavía vos no. ¿Cuántos años tenés?
Hernán M: diecinueve
Ana: te falta un poco todavía.
Oscar: yo no entiendo muy bien eso que decís de que hay que suicidarse; no entiendo bien a qué te referís. ¿Como un acto de arrojo?
Ana: esos ejemplos me hacen acordar a los de la filosofía analítica que ponen esos ejemplos así.
Oscar: lo que pasa es que ahí es el campeonato de la preferencia. El amor al prójimo no aparece jamás en el ejemplo porque vos decís ¿a quién preferís? A quien vos prefieras va a ser preferencia, no va a ser amor al prójimo. Es como uno de esos ejemplos tramposos porque te dicen: si hay una persona que puso una bomba y faltan diez minutos para que explote ¿la torturás o no la torturás? Son esos ejemplos así tramposos ¿a quién salvás? Es una situación imaginaria. Amar lo tenés que amar porque es prójimo. Ahora vos, ahí, cómo te comportes en la situación concreta, nadie lo puede decir de antemano. No hay una regla que dice: primero salvá al desconocido y después a tu familiar; no existe esa regla.
Hernán M: pero en algún momento de la vida hay preferencia y sin embargo yo puedo amar y decir, bueno, amo a veces, sí, amo de preferencia pero tampoco...
Oscar: pero está bien. Hay preferencia la mayor parte del tiempo. Lo que hay que hacer es no confundirse y pensar que eso es amor al prójimo: es preferencia y la preferencia es preferencia.
Hernán M: pero no hay nadie que viva completamente con amor al prójimo, y me parece que algunos tratando de evitar la desesperación terminan cayendo más en la desesperación.
Oscar: puede ser, eso no importa. Kierkegaard podría no haber hecho nada de lo que dijo en sus libros; eso no importa para el amor al prójimo. No es un amor que dependa de que alguien lo haya practicado alguna vez; es la estructura esa de quedarse solo frente a Dios. El asunto no es si otro ya lo hizo o si nadie lo puede hacer.
Hernán M: pero si es una hipótesis, entonces no es para los hombres.
Oscar: pero no es una hipótesis. Es el prójimo, es el ser que se te presenta, si lo amás o no lo amás....no es una hipótesis. Lo que no importa es si otros lo hicieron antes, porque no es una sociología del afecto. Kierkegaard dice que los seres humanos en general...., que puede ser un poco como Freud cuando dice que está demostrado que el amor al prójimo es imposible porque el hombre se mueve por motivos egoístas y eso lo hace desde un supuesto conocimiento de la naturaleza humana: Lo que pasa es que en el amor al prójimo la naturaleza humana no tiene nada que hacer. Ese concepto no depende de la naturaleza humana. Por eso es que él lo pone ahí, en ese quedarse solo frente a Dios. Para mí, el Juicio es una metáfora, eso del Juicio Final. En el Juicio nadie puede alegar : yo no amé porque no conocía a nadie que amara. Porque el que se condena por no amar sos vos, o sea que no sirve de nada decir: a mi alrededor nunca nadie amó, entonces ¿por qué debería amar yo?
Willy: inaudible
Hernán M: a mí me pasa también que uno quiere a alguien y por ahí después uno puede ponerse a analizar ¿y por qué será que lo quiero o la quiero? ¿por esto por lo otro? No sé, pero en un principio uno siente algo y bueno, es así, y también es amor, si uno piensa que es amor de preferencia porque uno solamente...y claro, no....porque si la otra persona se convirtiera en un vil estafador...
Lori: hay que ver qué entendés por predilección y por amor al prójimo, porque también es tu prójimo.
Hernán M: si yo descubro que él o ella representa a esa humanidad que yo quizás idealizo...
Oscar: es que no es una relación de representación, nadie representa nada...
Hernán M: me voy angustiado, desesperado más que nunca.
Lori: podés sentir desesperación ¿y qué hacés con eso? Y también no podés sentir nada y no por eso vas a amar a una persona, en el espacio que le corresponde.
Oscar: esperá, Hernán, me parece que vas por mal camino, porque vos decís que si demostrás que alguien alguna vez amó al prójimo entonces yo después lo voy a amar, y así nunca va a ser.
Hernán M: yo nunca tomé ningún ejemplo para amar a nadie.
Oscar: me parece que el ejemplo no te va a sacar a la luz lo que estás diciendo, porque es algo más interior, vos en el ejemplo como que lo querés objetivar. Yo lo consideraría de la siguiente manera el planteo de Kierkegaard: él hace un análisis muy fino y muy detallado de todos los engaños que representa el amor de preferencia, que usualmente se tiene por amor. Él muestra todas las trampas que hay, todos los desvíos posibles donde aparecen siempre los celos, aparece siempre la sospecha, aparece siempre el interés. Todos esos matices y esas variantes son todos del amor de preferencia, o sea que lo otro hay que pensarlo por contraste con eso, porque si nos movemos dentro de esos matices, es siempre amor de preferencia. Una manera posible de sacarle el jugo a este pensamiento de Kierkegaard es que te permite reconocer en vos y en todos los demás todos los engaños a los que nos lleva ese supuesto amor, que por otra parte nos dice acá Kierkegaard, es tan ensalzado por los poetas, cuando en realidad el móvil es muchas veces el egoísmo. No te engañes pensando que eso es amor y si el otro no aparece habrá que tener paciencia. El asunto es no mentirse, no tomar el gato por liebre, no pensar que todas esas cosas son amor cuando en realidad no lo son.
Ana: Kierkegaard dice que además la vida misma te da, yo no sé si llamarlo castigo, pero cuando él habla de la enamorada que representa la desesperación del que no quiere ser sí mismo y entonces pone todo, todo, todo, todo en el otro, el otro es su vida y esa persona no existe sin el amor del otro, y Kierkegaard no dice nada porque vida misma le va a demostrar lo que sucede con esa clase de amor, y con eso ella ya tiene bastante, y ¡cuánto es ese bastante!
Oscar: porque es eso, porque si no estamos tratando de definir el amor al prójimo, dándole como la pincelada justa y no aparece nunca eso, y por ahí es al revés, es empezar a reconocer todo el egoísmo que hay en eso que supuestamente pasa por amor.
Hernán M: ¿y ahí estarías en el amor al prójimo?
Oscar: no, ahí no nada; por lo menos no te vas a engañar.
Hernán M: ¿pero eso sirve para el hombre?
Oscar: no importa si no es para el hombre
Hernán M: ¡y cómo que no importa! ¿si no qué sentido tiene?
Oscar: es PARA TI dice en la página 110 de “Ejercitación del cristianismo”.
<
Con la invitación a todos “los que están atribulados y cargados” ha venido el cristianismo al mundo, no como lo introducen gimoteando y falsamente los párrocos, como una edición en lujos de dulces consuelos, sino como lo absoluto. Así lo quiere Dios por amor, pero es también Dios quien lo quiere, y Él quiere lo que quiere. No quiere ser conformado por los hombres y ser un simpático Dios humano: Él quiere conformar a los hombres, y lo quiere por amor. Tampoco desea saber nada de la humana impertinencia que verborrea sobre los porqués de la venida del cristianismo al mundo, aquél es y tiene que ser lo absoluto. Por eso es falsedad todo lo que relativo se ha expuesto sobre el particular acerca del porqué y el para qué. Quizá se ha elaborado todo esto en virtud de una cierta compasión humana, que opina que debería regatearse, pues Dios probablemente no conoce al hombre, sus exigencias son demasiado tensas, con lo que los sacerdotes tienen que regatear. Quizá se ha elaborado todo ello para tener ganada la partida con los hombres y sacar ventaja de la predicación del cristianismo; pues cuando se la afloja hasta lo meramente humano, hasta lo que se le ocurre al corazón de los hombres, entonces, naturalmente, les cabe bien a los hombres en la cabeza y están, naturalmente, encantados con los amables oradores, que logran hacer tan suave el cristianismo; si los apóstoles hubieran podido hacer lo mismo, el mundo también aquella vez hubiera estado encantado con los apóstoles. Pero todo esto es falsedad, es la tergiversación del cristianismo, que es lo absoluto. Pero ¿cómo tiene que ser así; entonces es ciertamente una calamidad? ¡Ah,claro!; esto hay que decirlo también: entendido relativamente, lo absoluto es la mayor calamidad. En todos los momentos debilitados, perezosos, embotados, en los cuales lo sensible domina al hombre, el cristianismo es para él una locura, puesto que no es conmensurable con ninguna finalidad finita. Entonces ¿a qué viene?. Respuesta: cállate, es lo absoluto. Y así ha de ser descrito, cabalmente así, de manera que se manifieste como una locura para el hombre sensible. Y por eso es verdadero, tan verdadero, y en otro sentido también muy verdadero, lo que el prudente dice en la situación de la contemporaneidad ( cfr. II. a.) juzgando acerca de Cristo: “literalmente no es nada”, ciertísimo, pues Él es lo absoluto. El cristianismo ha venido al mundo como lo absoluto, no para consolación, entendiéndolo humanamente, ya que contrastadamente habla sin cesar de cómo tiene que sufrir el cristiano, o un hombre, para hacerse y permanecer cristiano, sufrimientos que él puede evitar con la sola renuncia a ser cristiano.
Exactamente hay una distancia infinita abismal entre Dios y el hombre, y por eso se manifestaba en la situación de la contemporaneidad que hacerse cristiano (conforme a imagen de Dios) es, hablando humanamente, un tormento, una desgracia, un dolor todavía mayor que los mayores humanos, al mismo tiempo que un crimen a los ojos de los coetáneos. Y talmente se manifestará siempre, ya que hacerse cristiano en verdad viene a significar el hacerse contemporáneo con Cristo. Y si el hacerse cristiano no acaba por significar eso, entonces todo ese tamborilear que se es cristiano no es más que vanidad, ilusión y profanación, aparte de ser un burlarse de Dios, un pecado contra el segundo mandamiento de la ley y un pecado contra el Espíritu Santo.
Porque en relación con lo absoluto solamente se da un tiempo: el presente, quien no es contemporáneo con lo absoluto, para él no existe absolutamente. Y ya que Cristo es lo absoluto, se ve con facilidad que en relación con Él no cabe más que una situación: la de la contemporaneidad: los 3, los 7, los 15, los 17, los 18 siglos son algo que ni quita ni pone, que no lo cambian a Él, ni tampoco esclarecen quién era Él, puesto que quién era es solamente claro para la fe.
Cristo no es —he de decirlo con toda seriedad— ningún comediante, ni tampoco una persona meramente histórica, ya que en cuanto paradoja es una persona altamente ahistórica.
Pero ésta es la diferencia entre poesía y realidad; la contemporaneidad. La diferencia entre poesía e historia consiste ciertamente en que la historia es lo realmente sucedido, la poesía es lo posible, lo pensado, lo imaginado. Pero lo que realmente ha sucedido (lo pasado) no es todavía lo real, sino en un cierto sentido, a saber, en cuanto opuesto a lo poético. Le falta la determinación, que es la determinación de la verdad (en cuanto interioridad) y de toda la religiosidad: PARA TI. Lo pasado no es realidad para mí; solamente lo contemporáneo es verdad para mí.
Aquello con lo que tú vives contemporáneo es realidad para ti. Y de esta manera cualquier hombre solamente puede ser contemporáneo: con el tiempo en que vive —y así con una cosa más, con la vida de Cristo sobre la tierra, ya que la vida de Cristo sobre la tierra, la historia sagrada, se mantiene privilegiadamente por sí misma fuera de la historia.>>
Oscar: lo leo porque me parece que te pone en la dimensión esa de que hay que pensar en el amor al prójimo, que es cuando vos sentís que te habla a vos y sacás del medio los “a los otros”. Todo eso que estás diciendo vos sobre: bueno, pero entonces si la humanidad o si el hombre no puede.
Hernán M: Cristo sería la poesía?
Oscar: no
Hernán M: pero tampoco es la historia.
Oscar: no, es un tercero. Porque la poesía es lo imaginario en relación a la historia que es lo sucedido, dice “lo realmente sucedido”. Digamos que la poesía es algo que es como utópico porque no pasa nunca, siempre está más allá; y lo realmente sucedido es lo pasado que es como decir “lo que se dio”: nunca yo vi a nadie que amara al prójimo. Pero después hay una tercera posibilidad que es esta: la de la contemporaneidad, es que a vos se te presenta el prójimo y qué hacés vos con el.
Ana: y ese prójimo puede ser tu madre, tu hermano, tu amigo, tu amante.
Hernán M: pero no puede serlo, debe serlo.
Oscar: no, porque si no es ni tu madre, ni tu amante, ni tu amigo ¿qué hacés? ¿por qué debe serlo?
Hernán M: la idea es cómo uno descubre el amor al prójimo amando y la verdad no me parece que sea una salida de la desesperación porque si uno es consciente de porqué ayudo al prójimo, porqué lo quiero....
Oscar: no es ayudo, es amo.
Hernán M: estoy dando el ejemplo de lo que sería para mí el amor de preferencia. Lo ayudo para que me dé plata (ejemplos burdos estoy dando a propósito), porque mi amante tiene mucha belleza, no sé, y después si le sacan todos esos atributos y lo sigo amando ahí estaría en el amor al prójimo. Si uno ama naturalmente, ama, pero si uno se da cuenta de que hay algo en el medio, cosas que no hacen....ahí ya no, ahí ya es amor egoísta.
Rodrigo: yo creo que no, que aunque vos lo sepas o no lo sepas, si vos amás a una persona porque te atrae o porque es tu madre, aunque vos no lo sepas hay una condición, que la amás porque es tu madre, la amás porque sos el hijo, y amás a la otra porque te atrae y tiene determinadas cualidades, hay cualidades, o sea, hay condiciones que hacen que vos la ames; en cambio el amor al prójimo es cuando vos amás a alguien sin que exista ningún tipo de condición, simplemente que es tu prójimo.
CASSETTE 2
Oscar: ...me parece que el amor tiene eso, que cuando uno ama se siente bien y en la buena voluntad kantiana parece que sentirse bien ya es como una cosa en contra.
Rodrigo: creo que Kant criticaría eso de que es lo mismo amar a alguien en particular o el amor de preferencia que amar al prójimo, o sea, Kant diría ese amor es hipotético, siempre es condicional.
Oscar: el prójimo es cualquiera.
Rodrigo: por eso, existe una condición, que es justamente que es el prójimo
Oscar: la condición es el amor. No cae en el nivel de la voluntad humana
Rodrigo: pero es hipotético
Oscar: lo que lo hace prójimo es el amor, no es el objeto. El prójimo aparece en el amor, si no, no aparece
Rodrigo: el prójimo está antes de amar u odiar...(inaudible)
Oscar: lo que te das cuenta ahí es que no lo amás, cuando lo odiás
Hernán M: yo lo que me estoy dando cuenta es de que cuanto más avanzamos que los que uno considera sus amigos y los que lo aman, lo aman mal. Jesús enseñó el amor de no preferencia, sin amigos
Oscar: Él tenía amigos. Lo que pasa es que no los amaba por amigos, porque los amigos a veces te extravían. Cuando los amigos te piden algo que te desvía del amor, tenés que elegir.
Hernán M: está teñido de preferencia, porque vos decís ¿por qué no?
Oscar: ¿cómo no iba a tener amigos, si era un ser humano? Tenía madre, tenía todo. Si no, no serviría para nosotros porque, si fuera así, nosotros ya estaríamos muertos porque no habría ninguna posibilidad de lograrlo
Hernán M: Kierkegaard dice que hay que estar ciego para el amor al prójimo, pero no una ceguera...
Oscar: si vos cerrás los ojos, ahí vas a encontrar al prójimo; si vos los abrís y estás buscando a ver si es de tu barrio, si es como vos, si habla en tu idioma, si se parece a vos, si lo estás buscando por ese lado, al prójimo nunca lo vas a encontrar.
Hernán M: a mí me parece una cosa como si dijera qué bueno, este pibe es bueno, me cae bien....
Oscar: no, no es bueno....tenés que amar al enemigo
Hernán M: tenés que borrar con tu enemigo todo y amarlo igual, a pesar de....pero sería como un amor superpuesto a todas las condiciones. Condición indispensable: amo a todo el mundo y después algunos son mis amigos, algunos son mis enemigos, los amo a todos eventualmente.
Oscar: pero no es nada declarativo; se pone en juego en la práctica.
Willy: en el mundo el amor egoísta es el que domina, ese es el amor cotidiano, me parece que ahí se ve claramente ese amor egoísta; el otro no se ve, es el más difícil de ver.
Oscar: es la lógica del don de la que vos hablabas en el mail, es la lógica más habitual. Uno funciona así sin darse cuenta ya.
Hernán M: yo entiendo que a veces uno pueda actuar egoístamente, pero hay gente que a mí me parece egoísta pero porque actúa en contra de lo que son mis preceptos.
Ana: pero ahí sos vos el que dicta, pero ¡no, Hernán!: “yo” soy el egoísta; empezá por “mí”.
Oscar: esa es la perfecta definición del egoísmo: alguien que actúa contra mis preceptos es egoísta. Soy yo el egoísta.
Hernán M: me están confundiendo cada vez más ustedes. Hasta hoy sabía lo que era el amor de preferencia, pero ustedes me dicen: ahora vas a saber lo que es el amor de preferencia.
Oscar: lo vemos la vez que viene.