Oscar: para empezar vieron que ayer apareció algo que mandó alguno de los dos Hernán, no me acuerdo cuál, que es el Prólogo de “Las cartas del noviazgo”.
Hernán Padín: es una cita de Kierkegaard no del prólogo, es una cita del Diario de Kierkegaard.
Oscar: cómo ahí hay una relación entre vida y obra.
Hernán P.: un poco en base a lo que habíamos hablado el otro día de que en un autor como Kierkegaard la biografía está presente en su obra, sin que sea absolutamente dependiente, pero aparece mucho más que en Kant, por ejemplo.
Oscar: uno se entera siempre de todo: en la manera de escribir de Kant está la vida de Kant. En esa cita que vos decías del Diario, hace referencia a un episodio biográfico muy famoso y muy citado de la vida de Kierkegaard que es su noviazgo con Regina Olsen. En el Diario decía algo así como que con su obra estaba erigiéndole un monumento no sé si a ella o al noviazgo con tuvo con ella.
Hernán P.: a ella; si querés lo leo porque lo tengo acá.
“Ella ha sido la amada, mi existencia será la exaltación absoluta de la suya, y mi actividad literaria podrá también ser considerada como un monumento a su gloria y a su alabanza. La llevo conmigo en la historia, y a mí, que en mi melancolía no tuve más que ese deseo de encantarla ahí en la historia, eso no me será negado; ahí yo camino a su lado como un maestro de ceremonia, ahí la llevo en triunfo diciendo: por favor, un poco de lugar para ella, para nuestra muy querida y pequeña Regina”.
Oscar: las feministas no sé qué dirían.
Esa es un cita de un Diario personal, donde se refiere a su relación con Regina en esos términos porque ese fue uno de los episodios fundamentales de su vida. Hay dos o tres momentos que lo marcaron —también la relación con su padre— y que dejan huellas en sus libros. Aparecen siempre explícitos o transfigurados. El tema del noviazgo de la chica y el joven, que le entra la duda, que se separa, que sí, que no.
Hay gente que ahí privilegió el Diario como clave para la obra. Yo no creo que sea necesario, porque el diario personal de una persona también es una máscara. No necesariamente una persona es más auténtica cuando escribe su diario que cuando escribe un libro como “La repetición”; no necesariamente el diario tiene la verdad que no está en las obras. Pero sí me parece que es un elemento más para tener en cuenta; forma parte de su pensamiento; no la obra en el sentido de que fuera su voluntad que fuera publicado eso, pero sí uno encuentra ahí el backstage del trabajo de un pensador, cuando está como intentando formular su pensamiento. Lo que pasa es que como Kierkegaard meditaba tanto acerca de la comunicación con el lector, de la estrategia que él seguía en esa comunicación, a mí me parece que se abusó un poco de estos episodios biográficos para reducir muchas veces el sentido que tienen sus obras a una clave biográfica. Se trató de encontrar siempre pistas autobiográficas en sus libros, y de esa manera uno se pierde lo principal. La autobiografía es una escritura que no es la clave de nada, tiene que ser interpretado tanto como cualquier libro. Me parece que es al revés, para entender la biografía hay que leer la obra. No me parece que la biografía vaya a iluminar la obra de un pensador.
Cuando leí el mensaje de Hernán me desencadenó un recuerdo acerca de la persona que escribió ese prólogo, Carlos Correas. Yo no lo conocí personalmente, pero escuché hablar mucho de él. Como nos dejó esa traducción de “Las cartas del noviazgo” que sospecho que no las tradujo del danés.
Hernán P.: dice del original en francés.
Oscar: está mal dicho ahí, no es el “original” en francés. Bueno, no todos se ponen a estudiar danés para traducir a Kierkegaard.
Andrés: tendríamos que haber dicho: no todos nos ponemos.
Oscar: algunos nos ponemos, pero no todos se ponen.
Como estábamos hablando de vida y obra, me pareció que era interesante evocar la figura de este personaje un poco oscuro, un poco olvidado, que nunca estuvo demasiado visible. A mí me parece que fue una persona valiosa en el terreno de la filosofía. Dicen que es un buen escritor, yo no soy entendido en literatura. Cuando escribía sobre filosofía era muy serio en sus... por ejemplo, tradujo una obra de Kant que no me acuerdo cuál es.
Reconstruyo un poco para los que no tienen mail: ayer a la noche había un mail de Hernán haciendo referencia al prólogo de “Las cartas de noviazgo” de Kierkegaard. El prólogo y la traducción de ese libro fueron hechas por Carlos Correas que es un profesor de filosofía argentino y escritor. Escuché hablar muchas veces a gente que lo conoció. Un personaje muy querible, muy talentoso, muy inquieto. Tradujo una obra de Kant. Lo hacía con mucha seriedad y con muchos pruritos de erudición, con mucho cuidado. Tradujo una versión de “La metamorfosis” de Kafka, escribió ensayos sobre Kafka y su padre; y también fue literato, escribió cuentos y novelas. A Kant lo tradujo directamente del alemán y a Kierkegaard del francés.
En ese mensaje de Hernán estábamos hablando de la relación entre vida y obra y del tema de la singularidad como lo plantea Kierkegaard: cómo se refleja la vida en la obra y la obra en la vida, esa influencia recíproca.
Y daba la casualidad de que Carlos Correas había tenido una vida trágica porque se terminó suicidando. El formó junto con Sebreli y Masotta la revista “Contorno”, que en los años ‘50 fue una revista cultural importante que ayudó mucho a la difusión de autores existencialistas, sobre todo Sartre. Tuvo un episodio policial. Escribió un relato sobre una relación homosexual, que salió publicado en una revista de la Facultad de Filosofía y Letras en el año 1959, por el cual fue procesado y se lo condenó a seis meses de prisión en suspenso por publicaciones obscenas. Además, el diario “La Nación” publicó un editorial indignado porque cómo era posible que la Facultad de Filosofía y Letras publicara algo así para estudiantes. Correas es citado por Sebreli en una frase que dice algo así como “escribir es escribirnos” o “escribir es escribirse”. En ese prólogo, Correas recuperaba el género epistolar como una forma de escritura completamente válida y rescatable. Lo que acota Sebreli es que el único acto de Correas en su vida que no escribió fue su propia muerte: paradójicamente no dejó ninguna carta.
Volviendo a nuestro tema, el planteo que hace Kierkegaard acerca de la singularidad es un planteo difícil de apreciar con precisión porque como en la cultura occidental estamos acostumbrados al predominio de lo universal como sinónimo de la verdad, del conocimiento, de la ciencia, de la filosofía, el particular siempre quedó rezagado, siempre quedó del lado del pensamiento débil. Lo subjetivo en el sentido de lo accidental, de lo particular, de lo privado, es como una nota al pie que no importa porque lo que realmente importa, diría Hegel, es el desenvolvimiento del espíritu absoluto en la historia universal. O según los cientificistas lo que importa es la verdad universal que provee la ciencia.
Es muy difícil situar exactamente esa singularidad que quiere rescatar Kierkegaard que dice que es más alta que lo universal, porque se puede confundir con un mero biografísmo, terminar interpretando como que lo que importa de cada uno es solamente su biografía.
Hernán P.: algo interesante que yo leí una vez en Fichte es que él que plantea que la elección de una filosofía no es un mobiliario que uno pueda comprar; depende absolutamente del tipo de persona que sea, del tipo de hombre que es. Tiene también que ver con su concepto del yo como absoluto. Un poco eso me hace pensar en relación a Kierkegaard y a Nietzsche que plantea algo parecido cuando dice que un pensador por objetivo que sea nunca hace más que escribir su propia biografía.
Oscar: Borges también tiene una metáfora así.
Hernán P.: lo determinante que es la vida, que a la vez es una máscara como decís vos.
Oscar: la vida y la biografía no es lo mismo. Es más vida la obra que la biografía. Cuando un tipo adopta como misión de su vida hacer una obra, y no cabe duda que Kierkegaard pensaba que esa era su misión en la vida, como que él estaba llamado a hacer esa obra, era su vocación, esa es su auténtica vida, no su biografía, la biografía es como un conjunto de acotaciones a eso.
Hernán P.: si uno quiere leer la biografía de Kant tiene que leer los libros que escribió.
Oscar: claro, no se sabe nada, sólo que todos ponían el reloj en hora cuando pasaba Kant. Era tan metódico en sus hábitos, que sus vecinos esperaban que él pasara para poner el reloj a las cinco en punto. O que Sócrates se peleaba con la mujer. O ni hablar de los estragos que se hicieron con Nietzsche a partir de su biografía.
El desafío para los lectores de Kierkegaard es entender eso de situarse en el punto de la singularidad para no confundirlo con la subjetividad en el sentido vulgar. Porque en el lenguaje filosófico se impuso esa dicotomía entre subjetivo y objetivo de la que casi nunca podemos salir y parece que hubiera que optar entre una cosa o la otra, cuando en realidad son conceptos complementarios, son dos caras de una misma moneda.
Kierkegaard en una de sus obras seudónimas (el “Postscriptum”, creo que es) dice algo así como que la subjetividad es la verdad, pero en “Migajas filosóficas” dice lo contrario, que el sujeto está en la no verdad. Lo que está señalando Kierkegaard es un problema para ser pensado, porque él tenía esa estrategia de la comunicación indirecta.
No hay que quedar atrapado en esa dicotomía entre lo subjetivo y lo objetivo; tampoco la singularidad es algo propio del yo; no es lo que a mí me parece, lo que yo creo, lo que yo opino; no es nada de eso.
La singularidad la define en obras donde dice por ejemplo: “el acto de quedarse solo frente a Dios” en “La enfermedad mortal”; que eso es un devenir, es un proceso, es un resultado; no es una cosa de la cual se parte, es una cosa más difícil de aceptar, y se logra muy raramente.
Me parece que podemos empezar a ligar a los autores de este seminario.
Hay algunos pasajes de “La repetición“ que se me ocurrió ligarlos con algo de “La enfermedad mortal”. Hice como un rejunte de eso para tratarlo hoy.
Para los que no vinieron la vez pasada “La repetición” trata la historia de un joven que está enamorado de una chica; pero la historia está contada desde el punto de vista de su confidente, que va contando los estados por los que va pasando el joven enamorado, que tiene un amor exaltado, apasionado, y en determinado momento se vuelca hacia la melancolía porque el joven empieza a sentir la sensación de estar perdiéndola en el mismo momento de tener a su amada. Esa melancolía, ese miedo a no poder repetir el amor, el acto amoroso cada vez, sino que cada vez sea como una degradación de lo anterior y se vaya gastando el amor y se pase y se transforme en hábito.
Constantin Constantius es el confidente, es el autor de “La repetición”.
Dice Constantin Constantius en “La repetición”:
“Cada uno debe de hacer verdad en sí mismo el principio de que su vida ya es algo caducado desde el primer momento en que empieza a vivirla, pero en este caso es necesario que tenga también la suficiente fuerza vital para matar esa muerte propia y convertirla en una vida auténtica. En el alborear de la pasión amorosa luchan entre sí el presente y el futuro con el fin de alcanzar una expresión eternizadora. Esta forma de recordar es cabalmente la proyección retroactiva de la eternidad en el presente, en el supuesto de que el recuerdo sea sano.”
A mí me parece que encierra la clave del libro y es donde Kierkegaard vuelve a decir lo que dice en muchos libros. La vida en el momento en que vos la estás viviendo ya está perdida, como la experiencia que tiene en ese momento el joven enamorado, que está en el momento más hermoso de su amor y sin embargo siente que ya se murió ese amor, ya lo perdió. La segunda frase en relación con la primera, eso es Abraham e Isaac, o Cristo, o la Cruz.
Andrés: el bautismo.
Oscar: lo que le pregunta Nicodemo a Jesús: ¿cómo nacer de nuevo? ¿hay que volver a meterse en el vientre de la madre? Y ahí Jesús le contesta que tiene que nacer desde lo alto. Eso es la repetición en términos evangélicos. Como dice en “Temor y temblor” de la resignación infinita, todo está perdido aún cuando lo tengas, porque el hombre vive en una dimensión temporal y a su vez vive vislumbrando otra cosa distinta, por lo cual sabe que el tiempo tira abajo todo. Los proyectos que son los que nos hacen levantarnos a la mañana, todo eso ya cayó. Abraham marchaba con alegría a seguir construyendo porque es todo lo contrario de un hombre deprimido, pesimista. Ahí viene la vida auténtica, eso es la repetición.
Acá es donde aparece el tema de la finitud en términos kierkegaardianos. El amor como aparece en “La repetición” que es el amor erótico, donde están luchando el presente y el futuro. Es como si uno viviera el presente como si lo estuviera recordando desde el punto de vista del futuro donde ya todo se perdió. La palabra proyección es importante porque después Heidegger le va a dar un lugar muy especial. Es el vínculo donde uno se proyecta con sus posibilidades. La dimensión del hombre es la dimensión de la posibilidad. Si el hombre fuera un ser puramente fáctico, que solamente vive el momento en el sentido estético, entonces el hombre no sería un ser posible. Ser posible significa también ser libre, que es otra clave para entender a Kierkegaard. La posibilidad es tan auténticamente el ser del hombre como su facticidad. La posibilidad es pensable hacia una dimensión que es la libertad, que es que tenemos que decidir. El enamorado ve la posibilidad, ve el amor muerto, como pura posibilidad totalmente propia, no como una desgracia, sino como algo inevitable.
Leo algo que dice el joven enamorado, en una carta al confidente: (pág 243)
“¡Oh Job, déjame unirme a ti con mi dolor! Yo no he poseído las riquezas del mundo, ni he tenido siete hijos y tres hijas, pero también el que ha perdido una pequeña cosa puede afirmar con razón que lo ha perdido todo; también el que perdió a la amada puede decir en cierto sentido que ha perdido a sus hijos y a sus hijas; y también él que ha perdido el honor y la entereza, y con ellos la fuerza y la razón de vivir; también él puede decir que está cubierto de malignas y hediondas llagas.”
El que ha perdido algo puede decir que lo ha perdido todo; es así como se despierta la desesperación que está escondida en el fondo del corazón incluso de las personas dichosas. La desesperación es como ese pantallazo repentino que nos muestra de golpe todo, hasta llegar al punto de la muerte...
Job es un libro del Antiguo Testamento. Les leo un poco para situarnos:
1:1 Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job;
y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. 1:2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas.
1:3 Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales. 1:4 E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos.
1:5 Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días. 1:6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.
1:7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. 1:8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
1:9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? 1:10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
1:11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. 1:12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
1:13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, 1:14 y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,
1:15 y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia. 1:16 Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia.
1:17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. 1:18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;
1:19 y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia. 1:20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,
1:21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. 1:22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
2:1 Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová. 2:2 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
2:3 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? 2:4 Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
2:5 Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. 2:6 Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
2:7 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. 2:8 Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza.
2:9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. 2:10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
Esto es la primera parte. Lo que viene ahora es todo un proceso en el cual se le acercan primero unos amigos para explicarle porqué razón le ocurrieron esas desgracias y por esta actitud empieza a lamentarse por sus desgracias, y en un momento parece que está increpando al propio Dios pidiéndole explicaciones acerca del porqué de sus desgracias. El final no lo voy a contar.
Hay un momento en que dice Job:
7:1 ¿No es acaso brega la vida del hombre sobre la tierra, Y sus días como los días del jornalero? 7:2 Como el siervo suspira por la sombra, Y como el jornalero espera el reposo de su trabajo, 7:3 Así he recibido meses de calamidad, Y noches de trabajo me dieron por cuenta.7:4 Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré? Mas la noche es larga, y estoy lleno de inquietudes hasta el alba. 7:5 Mi carne está vestida de gusanos, y de costras de polvo; Mi piel hendida y abominable. 7:6 Y mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor, Y fenecieron sin esperanza. 7:7 Acuérdate que mi vida es un soplo, Y que mis ojos no volverán a ver el bien. 7:8 Los ojos de los que me ven, no me verán más; Fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser. 7:9 Como la nube se desvanece y se va, Así el que desciende al Seol no subirá; 7:10 No volverá más a su casa, Ni su lugar le conocerá más. 7:11 Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma. 7:12 ¿Soy yo el mar, o un monstruo marino, Para que me pongas guarda? 7:13 Cuando digo: Me consolará mi lecho, Mi cama atenuará mis quejas; 7:14 Entonces me asustas con sueños, Y me aterras con visiones. 7:15 Y así mi alma tuvo por mejor la estrangulación, Y quiso la muerte más que mis huesos. 7:16 Abomino de mi vida; no he de vivir para siempre; Déjame, pues, porque mis días son vanidad. 7:17 ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, Y para que pongas sobre él tu corazón, 7:18 Y lo visites todas las mañanas, Y todos los momentos lo pruebes? 7:19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada, Y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva? 7:20 Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me pones por blanco tuyo, Hasta convertirme en una carga para mí mismo? 7:21 ¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, Y si me buscares de mañana, ya no existiré.
Me llamó la atención la parte que dice: ”el ojo que me miraba ya no me verá, pondrás en mí tus ojos y ya no existiré, recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no volverán a ver la dicha”. Me parece que es exactamente lo mismo que dice en “La repetición”, que él ya perdió casi todo, porque ahí la recomendación que le hace Yahvé a Satán es que lo deje con vida. Perdió todo lo terrenal, su fortuna, sus hijos y su salud.
Es la perspectiva de una ruina segura, definitiva. Lo último que le queda él ya siente que lo perdió.
Hernán M.: lo del ojo tiene que ver con el cambio de mirada, el ojo que me veía ya no me verá porque en realidad ya no tengo lo terrenal. No me verá como yo era antes, y por eso mismo ya no soy el mismo que era; sin embargo no lo dice así, sino que lo pone en el otro.
Oscar: me llamó la atención que habla en futuro, no es que dice los que me veían ya no me ven, no es lo que ya perdió, sino los que me ven ya no me verán, ahí se asoma a lo último que le queda por perder.
Ana: pondrás en mí tus ojos y ya no existiré.
Oscar: ahí se está asomando a lo último inevitable que es la muerte, como posibilidad segura.
Ana: acá está bien expresada la finitud.
Oscar: es la finitud primero del hombre que está aferrado a lo finito y lo pierde, y después la perspectiva de su propia finitud.
Hernán M.: los demás ya no me verán como antes y yo puedo perderlo todo.
Oscar: vos, ahí, el ya no existiré lo querés anular.
Hernán M: porque si ya no tengo subjetividad ya no...
Oscar: ya no voy a estar, me parece la interpretación más simple y directa.
Ana: más arriba dice: “¿es mi puerta la puerta de la roca? ¿es mi carne de bronce? ¿no está mi apoyo en la nada?” (6, 12-13)
Oscar: ahí sería lindo saber el idioma original.
Andrés: la Biblia de Jerusalén es una excelente traducción.
Oscar: estas palabras son totalmente contemporáneas. La nada está en un lugar destacado del pensamiento de Kierkegaard. La angustia se angustia ante nada, y esa nada es la finitud. En el pensamiento contemporáneo se toma esa palabra, por ejemplo en Sartre “El ser y la nada”, en Heidegger.
Ana: en el 30:20 del libro de Job dice:
“para dar la luz a un desdichado, la vida a los que tiene amargada el alma, a los que ansían la muerte que no llega”. Después sigue: “un hombre que ve cerrado su camino y a quien Dios tiene cercado”. Más desesperación que esto imposible, porque es todavía peor que la muerte, porque Job está vivo y lo que quiere es morirse como una liberación de esa vida miserable y espantosa, y ni siquiera tiene el consuelo de poder morir, que es lo propio de la desesperación.
Diego: en Jeremías hay algo parecido que dice: para qué nací...o algo así.
Oscar: acá la mujer le dice: ponéte a maldecir el día que naciste y morite, y él le dice: hablás como una estúpida.
Hernán M: en el Fedón también aparece el suicidio como.....
Ana: acá no se trata del suicidio.
Oscar: lo que se le aparece es el deseo y el anticipo de su muerte, eso es la finitud, las cosas a las que uno se aferra...no estamos hablando de pavadas; por ahí la hacienda y las ovejas...pero lo que él pierde es lo que nadie quiere perder: sus hijos, su cuerpo. En Abraham lo mismo. Acuérdense que Kierkegaard publica los dos libros el mismo día. El relator de “Temor y temblor” dice que lo que admira en Abraham es la resolución con la que camina a lo largo de esos tres días camino al monte, decidido al holocausto. Está el anticipo: Abraham por tres días y como un padre amoroso, sin transmitirle odio ni desesperación a Isaac, va caminando con alegría y eso le parece admirable. Se está anticipando a lo que va a perder de su propia mano.
Hilda: hay que ver qué decisión toma cada uno.
Oscar: esa es la posibilidad. Lo que dice Kierkegaard en “Ejercitación del Cristianismo” es que el hombre está situado en la encrucijada y que tiene que elegir: creer o escandalizarse. Abraham está en la encrucijada, Job está en la encrucijada, el joven enamorado está en la encrucijada.
Hernán M: yo me preguntaba si eso de los seudónimos no tiene que ver con la estructura de los Libros de la Biblia. No hay autor de la Biblia, por eso tiene esos mediadores igual que los seudónimos de Kierkegaard.
Hernán P: los autores de la Biblia son los seudónimos de Dios.
Oscar: lo que Kierkegaard dice es que deja como un silencio para que el lector decida, porque el sentido no se puede imponer ni agotar en la escritura. El deja al lector que piense. Además el asunto del que habla no se puede decir en forma directa, hay que dejar solo al lector; el autor no lo tiene que apabullar.
CAMBIO DE CASSETTE
Oscar: ...en determinado momento el confidente dice: bueno, yo esas cosas que dije sobre la repetición no sé para qué las dije, se desdice, y eso tiene que ver con un cambio en la posición del joven y ahí es donde aparece Job.
Kierkegaard esta obra la plantea de forma indirecta. Hasta dónde llegó el joven en su proceso no lo sabemos, está como entre la vida estética o la ética, pero de pronto aparece Job que es otra cosa; ahí parece que el joven va bien encaminado. Yo no aseguro que haya salido de la desesperación, eso es lo que en la obra no se ve.
Está la desesperación por no querer ser sí mismo y la desesperación por querer ser sí mismo y parecería que se cierra todo camino. Pero en su manera dialéctica hay una salida, lo que pasa es que “La enfermedad mortal” habla más de la desesperación que de la fe, pero hay que articularlo con otros libros de Kierkegaard en donde la fe es la auténtica salida. Para llegar a eso, tenés que tocar la desesperación como posibilidad. Si vos estás más allá de la desesperación porque sos optimista, entonces no tenés idea de lo que puede ser la fe, porque no estás en la encrucijada. Si vos decís: en el fondo la vida no está tan mal, las cosas se me van a ir dando, es que todavía no tocaste tu propia muerte. La fe no es un optimismo, es empezar a vivir la propia muerte.
Ana: quería destacar cómo se va dando dramáticamente todo porque aparecen los amigos que hacen un silencio de siete días y siete noches como señal de respeto ante el dolor de Job y después eso, que parecería que lo que merece es el silencio, se va transformando.
Oscar: además los amigos dicen que algo habrá hecho para merecerse tanto castigo.
Ana: hay una parte donde aparece eso del optimismo desde el punto de vista de los amigos: “si eres irreprochable y recto desde ahora El velará sobre ti y restaurará tu morada de justicia. Tu pasado parecerá insignificante al lado de tu espléndido futuro”. Como si ellos tuvieran el futuro en las manos. Y después están todas las respuestas de Job, sobre todo en el capítulo nueve cuando se pone a discutir con los amigos.
Oscar: acá también se habla de una clave biográfica, pero hay que tomarlo con pinzas, porque el padre de Kierkegaard que había sido un próspero comerciante, tiene una primera esposa que murió y después se casó con la sirvienta.
Ana: él tenía relaciones con la sirvienta estando su esposa viva.
Oscar: tiene varios hijos, que después empiezan a morir, siempre antes de los treinta y tres años y el padre les inculcaba esta idea de muerte, porque pensaba que estaba siendo castigado por una maldición. Kierkegaard dice que fue educado como un viejo. Desde chico le hablaban de la muerte. El padre decía que una maldición pesaba sobre él y que sus hijos se iban a morir antes que él: Un día, le confiesa a Kierkegaard la razón de la maldición: siendo joven estaba trabajando en un lugar de Jutlandia, un lugar inhóspito, y maldijo a Dios por su pobreza y sus sufrimientos. Y después de eso, le empezó a ir bien en los negocios, hizo plata, pero también después de eso le empezó a ir mal con las sucesivas muertes en su familia. A partir de esa revelación, Kierkegaard tuvo un shock emocional y estaba dispuesto a morir antes de los treinta y tres años y cuando murió el padre y él llegó a los treinta y tres se impulsó su vocación de escritor. El estaba entre ser pastor, teólogo, casarse con Regina, y en determinado momento decidió ser escritor.
El primer libro lo publica en 1843 y él había nacido en 1813, o sea que tenía treinta años.
Donde terminan de concertarse las piezas de esa proyección anticipadora que aparece en “La repetición”, de vivir la vida como algo ya caducado, es en “La enfermedad mortal” bajo el seudónimo de Anticlimacus:
Y dice Anticlimacus en “La enfermedad mortal”:
“¿Acaso no es una diferencia esencial la que intercede entre esas dos expresiones que hasta aquí hemos empleado de modo idéntico, a saber, desesperar por lo terrenal –que indica la totalidad- y desesperar por alguna cosa terrenal –que indica lo particular? La respuesta es afirmativa. Pues mientras el yo, fantásticamente desespera con una pasión infinita por algo terrenal, esta misma pasión infinita es la que convierte ese algo particular en todo lo terrenal..., lo que quiere decir que la determinación de la totalidad de lo terreno es algo que radica y pertenece al desesperado mismo. Lo terrenal y lo temporal en cuanto tal es precisamente lo que se fracciona en algo, en alguna cosa particular. En realidad es imposible que se pierda o que le arrebaten a uno todo lo terrenal, ya que la categoría de la totalidad de lo terreno no es más que un concepto. Por eso, es el mismo yo el que empieza a aumentar la pérdida real hasta un nivel infinito y entonces, como es natural, se pone a desesperar por lo terreno in toto. Ahora bien, el hecho de que se haga valer esencialmente esta diferencia entre la desesperación por lo terrenal y la desesperación por alguna cosa terrenal, representa un auténtico avance en la conciencia misma del yo. Por eso, esta fórmula, según la cual se desespera uno por lo terrenal, viene a ser una primera expresión dialéctica de la siguiente forma de desesperación (La desesperación en torno a lo eterno o por uno mismo)” (Págs. 97 y 98 de la edición Sarpe).
Todo lo que describe en la primera sección es el que está desesperado por lo terrenal, que puede ser la riqueza o el amor, o lo que sea. Ante la perspectiva de perderlo, o habiéndolo perdido, desespera; la pérdida desencadena su desesperación. Lo que pasa es que no es lo mismo desesperar por lo terrenal que desesperar por alguna cosa terrenal. El desesperado es un hombre que está vinculado con la totalidad de lo terrenal. Es un movimiento del yo: habiendo perdido algo, anticiparse y perderlo todo.
Hugo: cómo poner fe en algo que carece absolutamente de sentido; por eso, realmente es una tarea ardua.
Oscar: si el yo se llega a dar cuenta de que desesperarse por algo es desesperarse por todo lo terrenal, gana la conciencia. Plantea como una especie de progreso dialéctico de la desesperación porque aumenta la conciencia, pero cuanto más se hunde en la desesperación, más posibilidad hay de vislumbrar una salida. El desesperado a medias todavía no desesperó, el “a medias” siempre tiene un engaño para olvidarse de que está desesperado. Es un tocar fondo que no necesariamente pasa por perder todo, podés perder algo y tocar fondo. Lo que dispara la desesperación puede ser una cosita ínfima; por ahí, es una mirada nada más. Hay un clic cuando uno perdió algo y siente que está todo perdido. La desesperación ahí salta cualitativamente; está a punto de convertirse en una desesperación activa en la cual uno desespera de sí mismo y eso es desesperar de lo eterno.
En estos tres pasajes, Kierkegaard hace señalar a sus pseudónimos hacia una misma experiencia humana: la de proyectarse en una posibilidad que podríamos llamar aniquiladora o nihilizadora, ya que, mediante una proyección de pensamiento, el hombre capta la caducidad de la totalidad de sus posibilidades como una posibilidad suya inevitable (el "todo está perdido" de la resignación infinita de “Temor y temblor” —y recordar: no es negando esta posibilidad sino asumiéndola como posibilidad que Abraham elige creer). En el caso de Job ha perdido casi todo lo que tenía; el joven enamorado dice: quien ha perdido una pequeña cosa puede afirmar que lo ha perdido todo. Y Anticlimacus señala la experiencia de pasaje de la pérdida de algo terrenal hacia la pérdida de lo terrenal en totalidad. Y agrega: que “la determinación de la totalidad de lo terreno es algo que radica y pertenece al desesperado mismo”. Repito: en la experiencia de la desesperación aparece la totalidad de lo terreno como algo que pertenece al desesperado mismo. Es decir: esta experiencia no es algo patológico, ni siquiera cabe calificarla como psicológica. El que pierde algo se vincula con el “todo lo terrenal” como aquello que ya se ha perdido, pese a que no se ha perdido aún. Esta experiencia es intrínseca al desesperado (¿y por ende al hombre?). Entre ese “ya” y ese “aún no” se capta el hombre en su ser posible. Para Kierkegaard, antes que para Heidegger, el hombre es no sólo el que es, sino el que puede ser. El ser del hombre no es pura facticidad porque está abierto (Heidegger diría también: arrojado) a sus posibilidades y estas lo constituyen tan íntimamente como lo que él es de hecho. <<Podríamos decir, con un lenguaje un tanto simple: más que de una materia espacial, estamos “hechos” de tiempo. Consistimos en tiempo y nuestro tiempo no es el tiempo de las cosas que meramente están ahora ahí, sino el del que ya es lo que aún no es. Por eso, esta aparición “aniquiladora” de “todo” lo terrenal (o aparición de todo lo terrenal como "ya" aniquilado) es una experiencia ontológica y no sólo psicológica: no es producto de una imaginación malsana, sino un contacto con lo que auténticamente somos: somos (humanamente hablando) los que desde este instante vislumbramos que la totalidad de nuestras posibilidades desembocan en la pérdida de todo. >>
¿Se entendió? Me parece que dice que vemos el tiempo en un pantallazo de la mirada de la totalidad que alcanza hasta la muerte.
Hugo: si yo no pusiera “esperanza” en esa pérdida sería simplemente una pérdida.
Oscar: eso es humanamente hablando, lo otro ya no es humano. La resignación infinita es un camino que el hombre puede llegar a hacer, pero lo otro ya no es humano.
Hernán M: hay algo en Heidegger...
Oscar: “sin suelo” y después en “Ser y tiempo” usa una palabra que usó Freud como “lo siniestro” pero Gaos la traduce como inhóspito. El hombre siente que no está en su casa, que la tierra es extraña. Son experiencias asociadas a la angustia.
Yo estoy convencido de que lo que le pasa a Descartes es lo mismo. En la modalidad de la duda, él vive la experiencia de la pérdida de todo lo terrenal. Lo que pasa es que está revestido como una cuestión de conocimiento, del fundamento de la ciencia; pero cuando él se pregunta “¿es que no hay nada en el mundo?” está tocando exactamente lo mismo. No es casual que le aparezca la angustia con esa pregunta y que después aparezca Dios.