Fabián AMAYA URIBE: La concepción ética de la vida, expuesta y defendida por S.A. Kierkegaard
Retrato del autor.
La relación con Regina Olsen ha puesto en primer plano la melancolía de nuestro pensador, imposibilitado de llevar a cabo una vida normal. Su relación con su padre manifestaba una tendencia hereditaria hacia esa melancolía. Es impresionante este texto del Diario: "Había una vez un padre y un hijo, ambos dotados de grandes riquezas de espíritu, ambos agudos, especialmente el padre. Todos los que frecuentaban la casa, encontraban gran distracción. En general no hacían otra cosa que discutir entre ellos: se podría decir que era un entretenimiento entre dos inteligencias, no entre padre e hijo. Alguna rara vez, observando al hijo y viéndolo tan preocupado, el padre se detenía a mirarlo y le decía: "¡Pobre muchacho, tú estás incubando una desesperación silenciosa!" Pero no le preguntaba nada más. ¡¿Cómo podría hacerlo, si también él había caído en una desesperación semejante?! Fuera de esto, no intercambiaban una palabra sobre el tema. Pero el padre y el hijo fueron quizá los seres más melancólicos que han vivido en esta tierra desde que tiene memoria el hombre. "Este es el origen de la expresión "la desesperación silenciosa" que hasta ahora nadie había usado nunca y que se ha solido presentar en otro modo. Apenas el hijo profería por sí mismo esa palabra, se derramaba en lágrimas, ya sea por la inexplicable emoción que sentía, ya sea por el recuerdo de la voz conmovida del padre, lacónica como toda melancolía, pero que de la melancolía tenía todavía el nervio.
"El padre se creía culpable de la melancolía del hijo, el hijo de la del padre: la angustia impidió siempre que se confiaran el uno con el otro" . Pero ¿en qué consiste exactamente esta característica decisiva del alma de Kierkegaard? La melancolía kierkegaardiana aparece sobre todo unida a un sufrimiento interior, presente desde la primera infancia: "herido por una marca primitiva (...) he entendido este tormento como mi aguijón de la carne". Un sufrimiento tal "que podría darle la vuelta a la cabeza a cualquiera en medio año" . En un texto de 1850 Kierkegaard confiesa sentirse "melancólico hasta el borde de la locura". Melancolía causada por el aguijón de la carne. "Atado a las cadenas de una miseria penosa, me encuentro como un pájaro, al que se le han cortado las alas" . Esta miseria le impidió casarse: "es cierto que habría acogido a mi prometida con la mayor de las alegrías. Dios sabe cuánto la habría amado, he aquí precisamente la causa de mi miseria" .
El aguijón de la carne es lo determinante para tomar conciencia de su heterogeneidad: Kierkegaard no se puede comportar como un hombre corriente, porque no lo es. Es más, este tormento es su principal relación con Dios: "desde mi más tierna infancia estoy gimiendo por un "aguijón de la carne", al que se ha unido incluso la conciencia de culpabilidad y de pecado: yo me he sentido heterogéneo. Este dolor, esta heterogeneidad la he entendido como mi propia relación con Dios" . Como hemos visto más arriba, el aguijón de la carne no ha sido todavía identificado con certeza con alguna enfermedad física o mental. Es probable que se trate del "secreto" con el que el danés descendió a la tumba. Las consecuencias de este aguijón, sin embargo, las conocemos bien. Se pueden resumir en su "infinita melancolía". A veces Kierkegaard considera que su melancolía está causada por un escrúpulo, por considerar "como culpa aquello que en realidad era sólo un sufrimiento infeliz" ; otras veces, como la causa de su producción literaria, como cuando en un texto de 1847 escribe que su obra seudónima era un mundo de fantasía, que se encontraba entre la melancolía y él mismo: "mi melancolía ha hecho que durante muchos años yo no pudiera tutearme en su sentido más profundo. Entre mi melancolía y mi "tú" había todo un mundo de fantasía. Es este mundo fantástico el que yo he desenterrado de mí, ahora, en parte, con mis seudónimos" . Con frecuencia, la melancolía va unida al recuerdo de su padre, del pecado confesado antes de morir, de la imposibilidad precisamente por la supuesta maldición divina que recaía sobre la familia.
Esta melancolía congénita que se manifiesta en la inestabilidad psíquica -las referencias a este estado cercano a la locura aparecen a lo largo de todo el Diario- es, a pesar de todo, fuente de felicidad y de alegría en su relación con los hombres: Kierkegaard hablará de una "melancolía simpática" . Sobre todo ha sido la causa de haberse convertido en escritor. En 1846, en un texto importante -"Es así que me he comprendido a mí mismo en toda mi actividad de escritor"- se autodefine como una "individualidad infeliz". Melancólico por herencia -"un anciano, él mismo extraordinariamente melancólico (el modo no lo quiero describir) tiene un hijo a quien transmite en herencia toda esta melancolía"-, sufre desde la infancia -"he estado inclinado hacia un tipo de sufrimiento muy cercano a la locura, que debe tener su razón profunda de ser en una relación desproporcionada entre mi alma y mi cuerpo"-. Melancolía y sufrimiento que impedirán a Kierkegaard realizar lo que él llama "el deber ético "general": esto es, casarse, convertirse en pastor, aceptar una actividad estable. "Desde ese momento" -la ruptura de su compromiso con Regina- "yo dedico mi vida, con toda su energía, aunque débil, al servicio de una idea" .Volver